Demostración

—Por favor majestad, no haga eso. Si ellos se dan cuenta de todo, mi hija morirá, se lo suplico, no vaya con sus majestades— haciendo una reverencia y con intención de ponerse de rodillas, la duquesa suplicaba.

Claramente, la reina Arabela tenía muchísimo poder y podría hacer lo que ella quisiera.

La actitud de la duquesa, dejó confundida a la reina Arabela, nunca imaginó que le temerían a los reyes de Auroria, se sabía que ellos eran justos, a menos que la familia Tinks ocultara algo.

—Solo quería agradecerle por salvarme el día de ayer, pero imagino que no podré hacerlo, no se preocupe no iré con los reyes, espero algún día poder agradecerle en persona a su hija— dijo la reina y procedía a retirarse del lugar. Lo que menos quería era causar problemas.

—Si quiere agradecerle en persona, ella estará en el ducado Hill’s, en su reino majestad. La enviamos a ese lugar para que esté a salvo, no puedo decirle más— informó la duquesa y haciendo una reverencia, se retiró a su habitación de nuevo.

La reina solo sonrió y agachando la cabeza levemente, dio las gracias. Ahora que Sabrina estaba en su territorio, sería más fácil llevar a cabo sus planes y dejar que su hijo se frustrara por no poder jugar libremente con su nueva víctima.

—«Cariño, estarás sorprendido por lo que te espera»— riendo bajo, la reina pensaba.

Por esa razón apresuró su regreso a su reino, quería ver con sus propios ojos a la chica que le había salvado la vida y la que quizás podría ayudarla en lo que tenía pensado hacer.

Pasaron alrededor de diez días para que Sabrina llegara al ducado Hill’s, era un lugar hermoso, pero estaba prácticamente desierto, sin gente y con las casas vacías, lo que la dejó sorprendida cuando llegó.

Ella se dirigió a la gran mansión donde encontraría al mayordomo que se había estado haciendo cargo del ducado. Al llegar se percató que solo eran él y dos sirvientas las que vivían allí.

—Bienvenida señorita Sabrina, me alegro que haya llegado bien, por favor pase. Su habitación ha sido preparada y también estará una persona para ayudarla en lo que necesite— haciendo una pequeña reverencia, el mayordomo saludó.

—Gracias, me preguntaba por qué no hay nadie. Las casas están vacías y el lugar desierto. ¿Qué es lo que sucedió?— intrigada, preguntó Sabrina.

—Veo que no está enterada, creí que incluso sabiendo la verdad, usted había decidido venir aquí— cambiando su rostro feliz a uno triste, el mayordomo habló.

—¿Me podría explicar por favor?— pidió amablemente Sabrina.

—Verá, los reinos siempre han compartido territorio con los demonios, eso es de historia general, sin embargo nosotros los que vivimos en Altea, somos los más afectados cuando los demonios atacan. Justo a lado de este ducado, está una barrera puesta por los magos de aquí, para que los demonios no crucen. Pese a todo lo que han hecho, las barreras no son eternas y se han roto varias veces, por lo que la gente de aquí fue muriendo poco a poco y otros decidieron irse para no correr peligro. Creí que su padre le había contado sobre esto, entenderé si se quiere regresar a su hogar ahora mismo— triste, dijo el mayordomo.

—Es una buena historia, pero no debe preocuparse, estoy aquí para quedarme y no huiré por nada, quizás sea la solución para que los demonios dejen de atacar Altea o por lo menos el ducado Hill’s— con una sonrisa, decía Sabrina.

El mayordomo mostró una gran sonrisa en su rostro, al escuchar hablar a Sabrina. Él, de nombre Blas, había servido toda su vida al abuelo de la chica y amaba esas tierras muchísimo, lo que entristecía sus ser, al darse cuenta que por culpa de los demonios, la gente estaba muriendo y otros para salvarse, se habían mudado a otra parte del reino.

—Bueno, cómo pueden ver, aquí hay mucho espacio para vivir. Regresarán todos los que tienen familia en el reino de Auroria y ustedes decidirán si viven aquí con nosotros o se quedan a vivir allá, pero antes de eso, déjenme mostrarles algo maravilloso— dijo Sabrina.

Sabrina salió de la mansión, que prácticamente estaba en ruinas por el descuido y poco mantenimiento que le habían dado, alzó las manos y creó una barrera protectora sobre todo su territorio. Después tocó el suelo y toda la naturaleza volvió a florecer como si nada la hubiera dañado en un principio. Más adelante devolvió todas las construcciones a un estado bueno, desvaneciendo todo el daño que el descuido y el abandono había causado en ellas.

Todos los soldados y el mayordomo quedaron sorprendidos por lo que estaban viendo, jamás se imaginaron que Sabrina sería capaz de hacer algo así, en realidad no creyeron que alguien pudiera hacer algo de tal magnitud.

—Les prometo que si me siguen, si están de mi lado y de lado de mi familia, les garantizo su bienestar y una vida feliz, vayan y cuéntenle a todos que aquí estarán seguros, pero debo poner magia en ustedes, para que no me traicionen y ni mi familia o yo, corramos algún peligro, ¿están de acuerdo?— acercándose a los soldados, Sabrina quiso tocar a uno de ellos.

Al darse cuenta, todos y cada uno de los hombres se arrodillaron y aceptaron la petición de Sabrina, pues era cierto que les pondría magia para que no hablaran de más, pero también les daría protección a cada uno de ellos, así garantiza la lealtad mutua.

Entonces Sabrina volvió a levantar sus manos y cubrió a cada soldado con protección divina, por ahora solo eran trescientos, sin embargo estaba segura que con ellos volvería el resto del ejército de su padre, el duque Tinks, así aseguraba que sus padres y los hermanos que vinieran a vivir al reino Altea, siempre estarían protegidos sin depender de los gobernantes del lugar, pues al ver el descuido en el que han dejado el ducado, bien podría decirse que poco les importó.

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