Capitulo IX El señor Roberto

Anastasia

Después de almorzar volvimos a nuestros trabajos, el día siguió su rumbo sin ningún otro contratiempo, ya era hora de volver a casa y Miguel paso por mí, ya había vuelto a la normalidad, es decir, no estaba molesto, le pedí tiempo para mí, no estaba bien emocionalmente necesitaba pensar, así que entre al baño y llene la tina, una vez estuvo lista entre y me quedé ahí pensando, pensando en lo que esa gente me habían quitado, en este momento era cuando más extrañaba a mis padres, especialmente a mi mamá, mi mamá de ella nunca me pude despedir, la última vez que la vi solo le dije hasta mañana, pues pensé que despertaría a tiempo para despedirme, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos, la vida había sido tan injusta conmigo, a mis dieciocho años ya había quedado sin padres, sin hijo, sin dinero, sin rostro y sin vida, mientras mis verdugos siguieron disfrutando como si nada hubieran hecho, los odio,.los odio con toda mi vida y juro que pagarán por todo lo que me hicieron.

Pase una hora llorando y desahogando mi tristeza, esto solo fue un momento de debilidad, pero ya pasó y ahora salgo más fuerte que antes, me cambié y salí del baño, Miguel ya se había acostado y estaba leyendo un libro, él entendía estos momentos así que no me preguntaba nada, simplemente nos acostamos y él me abrazaba, así nos quedamos dormidos.

Los rayos del sol entraron por la ventana, dando inicio a un nuevo día.

Miguel me dio un suave beso en la cabeza, hola princesa, me dijo.

— Hola guapo, le regresé el beso, pero en la boca.

— Ya mejor? — Pregunto acariciando mi espalda.

— Sí, sabes que solo es un lapso, no es nada de que preocuparse. — acaricie su pecho suavemente con mis dedos.

—Qué te parece si hoy no vamos a trabajar y salimos de paseo? —

— Sabes que tengo mucho por hacer, pero te prometo que el fin de semana nos vamos por ahí. — Le dije trazando las líneas de su abdomen bien trabajado.

— Si sigues haciendo eso no respondo de mí. — Me dijo con voz seductora.

— Esa es la idea.

Esa mañana hicimos el amor y después salimos al trabajo, ya íbamos tarde así que salimos sin desayunar, Miguel me volvió a dejar en la oficina y siguió a su hospital, un día de estos le haré una visita, pensé, el día empezó muy bien pues ya teníamos las pruebas para hundir un poco a los Ferrer, en un principio pensé en infiltrame en sus empresas, pero ya no lo veo tan buena idea pues solo con ver a Sebastián me provoca asco, ahora no imagino trabajar para ellos, así que decidí buscar pruebas de todos sus negocios fraudulentos, así como robaron a los Stand estoy segura de que lo han hecho con otra gente.

Convoque una reunión con mis nuevos aliados, era hora de empezar a mostrar resultados, ya tengo una semana trabajando en este caso y las pruebas que tengo son sólidas, estoy muy confiada de los resultados que obtendremos.

Mis clientes llegarán en media hora, así que me cerciore que todo estuviera en orden, una vez llegaron pedí a mi asistente hacerlos pasar.

— Buenos días, abogada. — Dijo Christopher sonriente.

— Buenos días, señores, por favor siéntense — Les dije señalando las sillas frente a mi escritorio.

— Señores los he citado para que hablemos de nuestros amigos los Ferrer, aquí en estas carpetas están las pruebas que necesitamos para recuperar su dinero y obviamente una indemnización bastante sustanciosa para ustedes, espero y las cantidades escritas en esos informes sean suficientes y si están de acuerdo hoy mismo introduciría las pruebas en los juzgados. — Expliqué muy confiada de mí.

— Como consiguió todo esto, todo está perfecto, vamos a poder recuperar lo que nos quitaron. — Dijo el Señor Stand muy feliz, mientras Christopher me veía con admiración.

— Tengo mis métodos, mejor no querrán saber cuáles son. — Hice una pausa. — Hay algo que quiero a cambio de poder recuperar su dinero. — Dije sin rodeos.

— Christopher me miró algo intrigado y al final pregunto. — De que se trata?

— Es fácil quiero acabar con los Ferrer y para eso necesito aliados, están dispuestos a colaborar conmigo. Dije mirándolos a los ojos.

— Se puede saber por qué los odia tanto? — Pregunto el señor Roberto.

— Solo no me gustan las personas que abusan de su poder para amedrentar a los débiles. — Respondí sin dar muchas explicaciones.

— Siempre he querido verlos destruidos, le contaré una historia, no es una historia nada bonita, pero creo que debe saber algunos secretos sucios de los Ferrer. — Dijo el señor Roberto con cara triste, mientras Christopher lo veía algo intrigado.

— Puede confiar en mi señor. — Conteste sin hipocresía.

— Hace algunos años yo tenía unos buenos amigos, los Soler, eran un matrimonio intachable como pocos, ellos se amaban mucho y también amaban a su hija, Lucero Soler, una niña tan amable, educada, inocente, sin maldad, un ejemplo de niña, eran la envidia de muchos, ya que los Soler eran muy poderosos e intocables, buen día mis amigos murieron en un accidente aéreo dejando a la indefensa Lucero sola, los Ferrer se hicieron cargo de ella y un tiempo después Sebastián Ferrer se casó con la joven, aproximadamente tres meses después de aquel matrimonio, Lucero desapareció, según los Ferrer ella había huido y los abandono, yo nunca creí esa historia, la cosa es que supuestamente ella dejó un papel firmado donde establece que Sebastián sería el albacea de su fortuna, pero sin ella en escena no pudieron llevar a cabo sus planes de manejar aquel imperio, sin embargo el juez le dio acceso a varias propiedades y acciones de la empresa Soler, he buscado a aquella niña por muchos años y aún no doy con ella.

Escuchar aquel relato hizo que mi corazón se rompiera aún más, esas personas son maldad pura.

— Tengo entendido que el señor Sebastián tiene un hijo? —

— Así es según es de su actual esposa, pero tiene los ojos iguales a los de Lucero Soler, muchos piensan que el niño es hijo de ella, lo que es realmente una casualidad es que usted tenga los ojos iguales a ellos. — Indico el señor Roberto viéndome directamente como esperando alguna reacción en mi, solo que me quedé inmutable como si no fuera conmigo.

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