Capítulo Trece

Rodrigo había comprado agua mineral para que Naomi pudiera darse una ducha, antes de marcharse.

Mientras se bañaba, sus palabras vinieron a su cabeza. Se sintió halagada, sonrió. Había olvidado como se sentía ser deseada por un hombre que no fuera su marido. En su juventud, fue la chica más codiciada del colegio y la universidad, los pretendientes le llovían. Aunque ella solo tenía ojos para Anselmo. Terminó de lavarse y salió del baño, cubriendo su desnudes con solo una toalla. No notó que Rodrigo estaba en el cuarto. Él estaba guardando la ropa de ella en un bolso. Se quedó tieso cuando la vio salir con los hombros desnudos y sus largas piernas totalmente expuestas. La mujer iba a sacarse la toalla.

_ Estoy aquí - le dijo sorprendiéndola - estoy guardando sus cosas.

La mujer apretó la toalla contra su cuerpo. Se sentó en el taburete junto a su cama.

_ Elegí un vestido, para que se cambie - se acercó con cautela, tomó su mano y le dio el vestido - también esto, le colocó en sus manos ropa interior - Naomi se ruborizó.

_ Gracias, Julio.

_ De nada, ya voy a salir - le dijo, salió y cerró la puerta, una vez afuera le volvió hablar - esperaré aquí junto a la puerta, avíseme cuando esté lista.

Enseguida se dio cuenta de que le había hablado desde afuera para darle seguridad. Evidentemente, era un hombre muy especial. Otro en su lugar aprovecharía su ceguera para verla desnuda. Estaba segura de que si hubiera sido su exmarido, se habría quedado viéndola.

_ Ya estoy lista, Julio - el hombre entró y la tomó de la mano.

_ Debemos irnos - la guio para salir del cuarto y luego por las escaleras. Salieron al patio delantero. La dejó esperando mientras acercaba el auto. La ayudó a subir con sumo cuidado.

_ No te esfuerces tanto - sonrió tímidamente - déjame hacerlo por mí misma. De lo contrario me volveré muy dependiente de ti.

_ No me molestaría. Pero tiene razón, es solo que no quiero que se lastime.

Mientras iban en el auto notó que Naomi comenzó a ponerse nerviosa. Sorpresivamente, la tomó de la mano.

_ No se preocupe, todo va a estar bien. Mi familia ya sabe que usted va conmigo. Mi madre ya le preparó un cuarto y ya debe estar cocinando algo para el almuerzo. De verdad, no se preocupe.

Su voz sonaba tan serena y segura. Le inspiraba mucha confianza. Envolvió con su otra mano, la mano con la que él la sostenía. Lo oyó suspirar. Lamentaba no poder verlo. Sus manos se sentían un poco ásperas, pero eran grandes y fuertes. Él pareció adivinar lo que ella pensaba.

_ Lo siento, mis manos son muy ásperas. Se siente como si un trozo de seda estuviera envolviendo a una roca dura y rasposa.

La mujer rio divertida por su ocurrencia.

_ ¡Qué comparación! No me molesta, son manos de hombre trabajador. Me gusta - la acercó a su mejilla - gracias. De nuevo.

Él hombre sintió que el corazón le dio un vuelco con aquel gesto de ella. Se le aceleró, sabía que debía mirar al frente, pero no podía dejar de verla. No podía imaginar como un hombre que la conociera no pudiera amarla, desearla y mucho menos abandonarla. Apretó levemente su agarre y acarició su mano con sus dedos. Ella se ruborizó un poco, sonrió y agachó la cabeza, pero también lo acarició igual.

Viajaron así todo el camino, cuando llegaron a la casa rápidamente, su madre y su hermana salieron a recibirlos.

_ Que bueno que ya están aquí - dijo la mujer en un tono muy cordial - Bienvenida Sra. Naomi.

_ No, por favor. No me llame así. Solo llámeme por mi nombre. Gracias por recibirme.

Rodrigo vio a su hermana, y las interrumpió.

_ ¿Y tú qué haces, aquí? Deberías estar en la escuela - su voz sonó molesta.

_ Mamá me dio permiso de faltar. Es que quería conocer a tu novia.

_ ¡No es mi novia! ¡Vete a adentro, maleducada! - levantó la voz.

_ Sí, pero te gusta - lo dejó sin palabras. Su madre se escandalizó y Naomi rio divertida.

_ ¡Sí serás indiscreta niña! Lo siento Naomi.

_ No es nada. No se preocupen - la niña tomó su mano - Mucho gusto soy Naomi Farrell - por primera vez en mucho tiempo se presentó con su apellido de soltera y le agradó.

_ Yo soy Bella y tengo trece años. Ella es mi Mamá, Guadalupe. La puedes llamar Lupita, Pita, Lupe, como tú quieras. Excepto Guada, odia que la llamen así.

_ Muchísimo gusto. Eres un encanto Bella, que presentación más elocuente. Y gracias por el dato - la jovencita sonrió feliz.

_ Todavía, no tienes trece - repuso Rodrigo en tono agrio, mientras sacaba las cosas del auto.

_ No le hagas caso, es un amargado - la tomó de ambas manos y la condujo hasta adentro. Mientras su madre iba detrás regañándola.

Ya adentro, la señora Guadalupe le mostró su habitación y le llevo algo de beber. Bella le ayudaba a desempacar y no paraba de hablar.

Rodrigo y su madre estaban en la cocina.

_ Mamá ve a sacar a Bella de allí. Meterá la pata - se mordió la uña del pulgar, mirando preocupado hacia el cuarto.

_ ¡Qué va! Tu hermana es más avispada que tú y yo, juntos. Sabe que debe llamarte Julio y que somos los Cáceres.

_ No preguntó por qué.

_ No, tu hermana es indiscreta cuando quiere serlo.

_ ¡Mamá! - traía a Naomi con ella - ¿Puedes preparar una tarta de manzana? Naomi dice que le encanta.

_ Sí, claro que sí, para la merienda lo haré.

_ Ves, te dije que lo haría. Vamos a mi cuarto.

Un golpe seco sobre la mesa la hizo callar.

_ ¡Basta Bella! Ella no es tu mascota para que la lleves de un lado a otro. Te calmas o te calmo - la niña soltó a Naomi.

_ Eres un bruto - salió corriendo llorando - te odio.

_ No me estaba molestando, Julio. Solo estaba muy emocionada.

_ Dejé que la corrija y no se preocupe - le explicó la señora - Ella a veces se pone muy intensa. Él es el único que puede con ella. Sí la dejamos ser nos volverá locas.

_ Además, jamás le he hecho nada más que castigarla, y un tirón de orejas. Es una exagerada - se notaba que estaba molesto.

_ Sí, los niños pueden ser exasperantes a veces - su rostro se tornó triste, recordó a su hijo.

_ ¿Quieres llamar a Pablo? - preguntó él y su cara se iluminó otra vez.

_ ¿De verdad, puedo? - sus lágrimas brotaron de felicidad. Casualmente, él tenía agendado el número del niño. El mismo se lo había dado, incluso se habían texteado en algunas ocasiones. Marcó y empezó a sonar.

📱_ Hola, ¡Julio! - su tono de voz le indicó que se había puesto feliz.

📱_ Hola, amor. Soy mamá - inmediatamente el niño comenzó a llorar.

📱_ Mamita te extraño. Te extraño mucho, quiero estar contigo.

📱_ Y yo contigo, mi amor - comenzó a llorar con más intensidad - te extraño y te amo, mi bebé - trató de calmarse. ¿A dónde fueron amor, te gusta el lugar?

📱_ Sí es lindo, estamos en Venezuela.

📱_ ¿Venezuela? Hasta allí fueron - logró distraerlo de su tristeza - Entonces, le debe ir muy bien a tu papá si fue hasta allí por negocios. Me alegro.

📱_ No vinimos por eso. Papá mintió. Vinimos por su luna de miel. Papá está todo el día encerrado con esa mujer y si salen lo hacen solos.

📱_ Pero la abuela está contigo ¿verdad? Te diviertes con ella.

📱_ Sí, vamos a todos lados y me compró muchas cosas, papá nos dio mucho dinero. ¿Mamá por qué me hablas del número de Julio? Llamamos a la casa y nos decía que no estabas disponible.

📱_ Es que se descompuso la línea de la casa. Pero puedes llamarme a este número ahora. Dile a tu abuela que hablaré con ella más tarde. Debo colgar, te amo hijo.

📱_ Yo a ti mami, me hizo muy feliz oírte. Dile a Julio que me mandé un texto de vez en cuando, me alegra que estés con él. Eso me deja tranquilo. Adiós Mami, te amo. Colgó.

La mujer colocó el celular sobre su pecho, como si de esa forma estuviera sintiendo a su hijo.

_ Julio, dice Pablo que le mandes mensajes de vez en cuando y que le alegra mucho que esté contigo.

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