capitulo 10, ES MI REINA

— Mirándote bien, eres una plebeya muy hermosa, pero no eres digna del Rey, es más de ningún Rey, por qué no eres pura, eres sucia, traidora y usurpadora, así que yo también te puedo poseer.

Alba era tan inocente, que ni siquiera sabía de qué hablaba Uri, ella permaneció callada viendo como el hombre, se quitó su armadura y aflojó su cinturón.

—Quítate la ropa, querida princesa sucia, así es como te llaman en tu miserable pueblo.

Alba no entendía por qué le mandaba a quitarse la ropa, pero si algo recordó de lo que enseño Esme, es que debe siempre ser recatada.

Ella no hizo ningún movimiento y esto enfadó más al guerrero, quien le gritó.

—¡Quiero que te quites la ropa!—la sujeto fuerte de un brazo.

 Con su brazo libre le dió un tirón fuerte al vestido, rompiendo su corset y exponiendo sus pechos, pequeños y delicados. Ella se sorprendió y avergonzó tanto, que comenzó a llorar, tratando de cubrirse un poco con sus manos.

Uri no soportaba escucharla llorar, así que soltó una cachetada, para intentar calmarla fue tan fuerte que la arrojó al piso.

—Detesto ver a una mujer llorar, ¡cállate y haz lo que te digo!

Luego de un solo tirón la levantó, ella estaba un poco atolondrada por el golpe, no entendía por qué ese hombre hacía eso.

Uri al ver tan indefensa a La princesa, se sintió con más fuerza y más ganas de dañarla, de hacerla sentir mal, de lastimarla, la llevó contra unos escombros y la colocó boca abajo.

Terminó de desgarrar la parte de arriba de su vestido y procedió a levantar la falda, Alba solo lloraba, no entendía qué pasaba o que le quería hacer ese hombre.

Él sacó su intimidad y cuando estaba rasgando la ropa interior de Alba, unas manos fuertes lo sujetaron por los hombros, tirándolo tan fuerte que cayó en el mismo charco de agua que había caído la princesa anteriormente.

Se levanta desorientado y se lleva una gran sorpresa.

—¡Su majestad!—exclamó Uri entrando en razón.

El Rey sin dudarlo se abalanzó sobre él y comenzó a golpearlo, Verchiel era un buen peleador, así que no usó su espada sino su puño limpio.

Así que no tardó en dejar molido a golpes a Uri, quien no reaccionó ante el ataque del Rey Verchiel. Cansado y agitado, se acercó a la princesa quien se había quedado acurrucada en el piso, y al verla sintió tanto dolor. Al separarle el cabello que caía en su espalda, vio un sinfín de cicatrices, él tragó grueso, ¿Quien te hizo esto?, pensó el Rey.

Procedió a hablarle en vista que ella seguía acurrucada.

—Princesa, soy yo, el Rey, su esposo.

Alba al escucharlo sintió que estaba en el cielo, volteó su mirada y se encontró con la mirada del Rey y siguió llorando y abrazo con mucha fuerza al Rey, no se quería separar de él.

—Sácame de aquí su majestad, no quiero estar aquí, sácame, quiero salir de aquí.

Verchiel intentó arreglar un poco el vestido luego, cargó en sus brazos a la princesa, ella oculto su rostro en el cuello del Rey y su larga cabellera cubría su espalda, los demás hombres quedaron paralizados al ver lo sucedido.

No entendían el proceder de ninguno, Uri se había tomado atribuciones que no le competían y el Rey había golpeado a su hombre más leal y fiel, su hermano de confianza.

Al parecer Martha, como no tenía acceso y escuchó lo que quería hacer Uri con la princesa, decidió ir por su cuenta a buscar al Rey, encontrándose por el camino, Martha explicó todo y el Rey llegó directo a los calabozos, llegando a buen tiempo de que Uri no le hiciera más daño a la princesa.

Uri quedó tendido en el piso y el Rey al salir, dió la última orden del día.

—Dejenlo encerrado y quién intente ayudarlo será ejecutado junto con él.

Los demás hombres hicieron una reverencia, mientras el seguía con Alba a la habitación, al entrar estaba Martha y las demás doncellas, todas estaban consternadas por lo sucedido.

Inmediatamente el Rey acostó a la princesa y tocó su rostro le dolió tanto ver ese hematoma que cubría la mitad de su rostro y sus labios hinchados. Le habían dañado lo más preciado.

Una vez que el Rey vio que asearon, vistieron y curaron la herida de la princesa, solo alcanzó a decirle a Martha.

—Ella es mi esposa, mi Reina y como tal debe ser tratada.

Verchiel se llevó la mano al pecho, comenzó a toser y a tener dificultad para respirar y cayó desplomado al piso.

La princesa salió corriendo para ayudarlo y todo pasó muy rápido, pero la pudieron ayudar y acostaron al Rey mientras lo auxiliaban.

Martha se encargó de dar la información, junto con las doncellas de la última petición del Rey y envió a buscar al médico del Rey.

Alba, se mantuvo a lado del Rey, estaba preocupada y no encontraba que hacer para ayudarlo, no sabía que era lo que tenía. Luego recordó sus libros de medicina y buscó, comenzó a leer y a buscar algo para poder ayudarlo.

El médico llegó al palacio y revisó al Rey, como siempre, el mismo diagnóstico, sus pulmones están fallando, no se debe agitar mucho.

Alba escuchó con atención al médico, y recibió las indicaciones, al verla con la cara hinchada, miró a Martha en busca de respuesta.

—Fue un accidente—Dijo Martha.

El médico también revisó a la princesa y le indicó un bálsamo, luego se fué.

Alba se quedó estudiando toda la noche, leyendo sus propios libros tratando de conseguir algo que pudiera ayudar al Rey.

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