Un nuevo lugar en el mundo

Azul, se encontraba en el cuarto que le habían asignado, era una habitación mucho más grande que la que tenía en la casa donde vivía con su abuela, es más, allí ambas dormían en la misma habitación.

La muchacha comenzó a recorrer la habitación con curiosidad, lo primero que hizo fue ir al baño, por qué al parecer cada habitación tenía su propio baño en aquella casa, al entrar se quedó boquiabierta, hasta el baño era enorme, tenía detalles en azul y plomo en las paredes, la gritería combinaba con ellas.

-¡Esto sí que está inmenso!- exclamó y siguió recorriendo el lugar, salió del baño, encontró una puerta corrediza, la abrió...

-¡Guau!- dijo al ver el gran espejo frente a ella- esto más que un armario parece el probador de una boutique. Luego de mirarse por largo rato al espejo, imaginando que diferente hubiera sido su vida si tan solo pudiera haber tenido un poquito del dinero que su amigo tenía.

Salió del closet, se sentó en la cama, pasó sus manos sobre el edredón descubriendo su suavidad al instante, tras un suspiro se tiró de espaldas sobre la cama, cerró los ojos y mientras una lágrima caía por su mejilla se acordó de su madre.

-¡Ay, mamita!- dijo intentando no llorar- No sabes cuanto te extraño.- la muchacha tomó una almohada, la abrazó y se quedó dormida. Un par de horas después, la muchacha despertó, se restregó los ojos, y luego de lavarse el rostro salió de la habitación con mucha cautela, para conocer la majestuosa mansión de su amigo Adrián. Sus ojos se abrieron con asombro al descubrir la magnífica arquitectura y la exquisita decoración que adornaban cada rincón de la imponente residencia. El mármol pulido del suelo reflejaba la luz d. Lass enormes arañas de cristal que colgaban del techo, iluminando el camino de Azul con destellos dorados.Las paredes estaban cubiertas de cuadros impresionantes, testimonio de la riqueza y el buen gusto de Adrián. Mientras avanzaba por el pasillo, su mano rozó la seda suave de las cortinas que enmarcaban grandes ventanales que ofrecían una vista deslumbrante del jardín. El aroma de las flores frescas y el suave murmullo de una fuente le dieron la bienvenida, y Azul no pudo evitar sonreír ante la belleza de aquel lugar. Su mente comenzó a divagar, comparando la opulencia de la mansión de Adrián con su modesta casa. Recordó las paredes desgastadas, los muebles viejos y el constante zumbido del tráfico. Aquí, todo era refinado, y la sensación de riqueza y elegancia estaba impregnada en el aire. La muchacha se sintió humilde, pero no envidiosa; simplemente admiraba la vida que su amigo había tenido. Continuó su exploración, recorriendo las habitaciones con admiración y respeto, sabiendo que estaba en un lugar especial. Cada rincón de la mansión de Adrián revelaba historias y experiencias que ella apenas podía imaginar. La diferencia entre su pequeña casa y este palacio era abrumadora, pero Azul sabía que la amistad que compartía con Adrián era mucho más valiosa que cualquier riqueza material.

La muchacha, sintiéndose aún más inspirada por la belleza de los jardines, decidió aventurarse afuera. El vasto paisaje verde se extendía frente a ella, lleno de una variedad de flores y plantas exquisitas. Cada rincón del jardín parecía un paraíso para cualquier amante de la floricultura, y Azul no pudo evitar sentirse completamente cautivada. Entre rosas de colores vibrantes, lirios blancos y delicados claveles, Azul se encontraba en su elemento. Cada flor emanaba un aroma embriagador, y la suavidad de los pétalos bajo sus dedos la hacía sentir en un mundo de ensueño. Azul se acercó a la fuente central, donde el agua cristalina jugueteaba con nenúfares en flor. Allí, Camila, la esposa de Adrián, la encontró absorta en su amor por las flores. Camila, se acercó a Azul con una sonrisa educada.

-Espero que estés disfrutando de nuestro jardín- dijo con amabilidad. Azul asintió, sus ojos brillaban de emoción.

-Es simplemente maravilloso. Me encanta la floricultura, y este lugar es un paraíso para los amantes de las flores.

Camila miró a Azul con curiosidad.

-Me alegra que lo aprecies...- dijo Camila con emoción.

- Yo les agradezco que me permitieran quedarme aquí- expresó la muchacha- Y, si me lo permites, me gustaría cuidar del jardín como forma de pago por ello.

Camila frunció ligeramente el ceño, pensando rápidamente en una excusa, ella sabía que la muchacha era hermana de su esposo, pero él aún no le revelaba aquella verdad.

-Azul, entiendo tu amor por las flores, aprecio tu buena volunta, pero tenemos gente que se encarga de eso y no sería bueno quitarles el empleo- dijo Camila- Pero ya podremos hallar algo para que hagas- agregó, Azul asintió, algo desanimada por la negativa.

-Lo entiendo. No quisiera causar problemas.-Camila sonrió con amabilidad, tratando de ocultar su preocupación.

'No es un problema en absoluto, Azul. Solo quiero que te sientas cómoda aquí. Seguro encontrarás otras formas de disfrutar tu estancia en nuestra mansión.

La muchacha aceptó la respuesta con gratitud, aunque su deseo de cuidar del jardín seguía latente en su corazón., por eso le pidió a Camila podar algunas plantas que lo necesitaban.

Cuando Adrián regresó, la vió en el jardín, haciendo aquella labor, su esposa le contó lo ocurrido y entonces ambos decidieron que no debían demorar en contarle a la muchacha su verdad.

Esa noche la cena en la mansión transcurrió en un ambiente de calidez y hospitalidad que sorprendió a Azul. Sentada en la mesa lujosamente decorada, compartió una agradable charla con Adrián y su esposa, Camila. Se sentía acogida y como si estuviera en familia. Azul compartió sus historias y anécdotas vividas con Adrián, mientras disfrutaban de una exquisita comida servida por el personal de la mansión. La conversación fluyó con naturalidad, y ella se dio cuenta de que había encontrado algo más que un refugio temporal en aquella mansión. Había encontrado amistad y comprensión en medio de la opulencia que la rodeaba. La sonrisa que tanto deseaba recuperar empezaba a asomarse en su rostro. Después de una velada encantadora, todos se retiraron a descansar. Azul, emocionada por la experiencia, decidió tomar un momento de reflexión en el balcón de la mansión. La noche estaba serena, y el cielo estrellado se extendía sobre ella. Azul observó las estrellas y, justo en ese instante, una estrella fugaz cruzó el firmamento.

La muchacha sintió que era un momento especial, un regalo del universo. Inspirada por el brillo fugaz, cerró los ojos y formuló sus deseos con el corazón lleno de esperanza.

-Que Adrian pueda volver a caminar- susurró Azul, con la esperanza de que su amigo recuperara la movilidad que había perdido.-Que yo consiga volver a sonreír- agregó con un anhelo profundo por recuperar la felicidad que había perdido en su vida.Y finalmente, con un suspiro, murmuró su tercer deseo -Que no vuelva a perder a ninguna otra persona querida.

Azul guardó sus deseos en su corazón y sintió que, de alguna manera, el universo había escuchado sus palabras en esa noche estrellada. Con un suspiro de gratitud, volvió a sonreír, sabiendo que, en esa mansión, había encontrado un lugar donde los sueños y las esperanzas podían florecer nuevamente.