Azul se encontraba en su habitación, observando una caja de cartón llena de los recuerdos que compartió con su abuela. La ausencia de su figura amorosa la envolvía en una profunda tristeza, dejándola sintiéndose en absoluta soledad. Las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas mientras se aferraba a una vieja fotografía de ellas dos en el parque. El sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas, y en ese momento, el timbre de la puerta sonó. Azul se secó las lágrimas y se dirigió a abrir. Para su sorpresa, se encontró con algunos de sus excompañeros del colegio, Carla y Daniel, quienes habían sido sus amigos desde la infancia. Carla la abrazó con fuerza, sin necesidad de palabras, transmitiendo su apoyo incondicional. Daniel, con una sonrisa comprensiva, le entregó un ramo de flores frescas y le dijo:
-Estamos aquí para ti, Azul, en los buenos y malos momentos.
-Lo sé, chicos. Muchas gracias- expresó la muchacha con la tristeza latente en su mirada y su voz.
-¿Qué te parece si tomamos una taza de chocolate?- preguntó Carla, con la intención de sacar unos minutos a su amiga de aquella melancolía.
-¡Sí, es una gran idea!- dijo Daniel y tomando a la muchacha uno de cada mano la arrastraron hasta la cocina para poner manos a la obra.
-Azul, estoy aquí para ti.- le dijo Carla, su amiga tras envolverla en un apretado abrazo- No tienes que pasar por esto sola. Somos amigos desde siempre, ¿recuerdas?
-Gracias, Carla.- dijo la muchacha con lágrimas en los ojos- Tu apoyo significa mucho para mí en este momento.
-Azul, no estás sola en esto. Haremos lo que sea necesario para ayudarte a superar este dolor.- le dijo Daniel acariciando su cabello.
-Gracias, Daniel. No sé qué haría sin ustedes.- replicó la muchacha.
Mientras los tres compartían una taza de chocolate en la acogedora sala de estar, Azul sintió que la carga de la soledad se aligeraba un poco, los tres jovenes disfrutaban del chocolate y conversaban, cuando el timbre de la puerta se hizo escuchar.
Carla fue a abrir y se encontró con la señora Marta y el señor Juan quienes llegaron con comida casera.
Luego de que Carla los invitara a pasar, la pareja caminó hasta donde se hallaba Azul.
-Azul, cariño, hemos preparado algunas de tus comidas favoritas- le dijo la señora Marta- Sabemos que es un momento difícil, pero estamos aquí para apoyarte.
-¡Gracias, señora Marta, señor Juan! No saben cuánto significa para mí su gesto.- expresó ella, con sinceridad y agradecimiento.
- No tienes nada que agradecer, pequeña- le dijo él hombre mayor- Tú abuela aparte de nuestra vecina, era nuestra amiga.
La presencia de amigos y vecinos cercanos se convirtió en un bálsamo para el corazón de Azul en medio de su dolor. Comprendió que aunque su abuela ya no estuviera físicamente, la comunidad que la rodeaba la sostenía con cariño y empatía.
Con el paso de los días, y la constante visita de sus amigos, o sus vecinos de junto, Azul comenzó a darse cuenta de que, a pesar de la pérdida de su abuela, no estaba sola. Sus amigos y vecinos estaban allí para ofrecer ayuda emocional y apoyo en este nuevo camino de su vida. Con lágrimas de gratitud en los ojos, Azul comprendió que, aunque la partida de su abuela la había sumido en la tristeza, no tenía que enfrentar la vida en soledad. La red de amor y amistad que la rodeaba la guiaba y le aseguraba que a pesar de todo, podría seguir adelante.
Una tarde como tantas otras, mientras Azul compartía la compañía de sus amigos, las noticias en la televisión anunciaron una primicia sorprendente.
-Noticia de último momento- decía la periodista en la televisión- El magnate Adrián Lewis ha despertado del coma en el que había estado sumido durante meses.
-Adrián- susurró la muchacha y sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción.
La noticia capturó la atención de Azul, ya que tenía una conexión inesperada con él, la muchacha recordó que su abuela le había entregado un sobre sellado con instrucciones de entregárselo en persona únicamente a él, también recordó que una de las amigas de su madre, Valentina, le había confiado que el sobre contenía información importante sobre la vida de su madre, algo que podría cambiar su perspectiva sobre su pasado. La promesa que Azul le había hecho a su abuela de entregar ese sobre, nunca se había borrado de su mente, y pese a la tristeza aquella promesa seguía allí, intacta, casi como un misterio sin resolver.
Tras conocer las buenas nuevas de que Adrián había despertado, Azul intrigada y decidida, se dispuso a cumplir con la última voluntad de su abuela, decidió emprender el viaje para visitar al magnate Adrián Lewis en su mansión y entregarle aquel sobre. Sin embargo, sabía que esto no sería tarea fácil, la muchacha se dio cuenta de que necesitaría tiempo y dinero para realizar este viaje, ya que la mansión Lewis estaba lejos de su pueblo natal.
Pero aquellas trabas no serían impedimento para que ella cumpliera con su promesa y mucho menos que volviera a ver a su amigo, Adrián.
Así que tras encontrar una nueva motivación, durante los siguientes meses, Azul se sumergió en el trabajo, esforzándose al máximo. Encontró un empleo a tiempo completo y ahorró cada centavo que podía. Cada noche, después de su jornada laboral, revisaba su alcancía, motivándose con el pensamiento de cumplir la promesa de su abuela. Trabajó arduamente, a menudo sacrificando sus momentos de descanso, con un objetivo claro en mente: entregar ese sobre y descubrir el secreto que su abuela había mantenido guardado por tanto tiempo.
Finalmente, después de varios meses de esfuerzo y ahorro, Azul logró juntar suficiente dinero para el viaje. Emocionada y nerviosa, se preparó para la travesía que cambiaría su vida.
Cumplir con la promesa hecha a su abuela y descubrir el misterio que rodeaba el contenido de aquel sobre, la impulsaron a dar ese importante paso en su camino, desconociendo que cuando aquel viaje llegara a su final, encontraría mucho más que respuestas, encontraría muchas cosas importantes sobre su madre y su propio pasado.
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