Un camino solitario

Azul había dejado el colegio, no por elección, sino por necesidad. La situación económica de su pequeña familia no le dejaba otra opción, tras la enfermedad de su abuela tuvo que hacerse cargo de la casa y los gastos médicos. La salud de la anciana era cada día más frágil, y no tenían. Lasolutamentea nadie para ayudarlas. Excepto Adrián, pero de él no sabía mas de lo que las noticias habian anunciado y no era nada alentador.

Azul no dudó en buscar trabajo en la pequeña tienda del pueblo para mantener a ambas. La tienda era un lugar acogedor, llena de artículos de todo tipo, desde dulces hasta herramientas de jardinería. Azul se sentía afortunada de trabajar allí, rodeada de la gente que había conocido toda su vida. Pero lo que más valoraba era el amor y el cariño que su abuela le brindaba a diario. La anciana, con su cabello plateado y sus ojos llenos de sabiduría, pese a su estado de salud, siempre tenía una sonrisa para su nieta. Mientras Azul ordenaba estanterías y atendía a los clientes, no podía evitar pensar en su amigo, Adrián. Los recuerdos de las travesuras compartidas y las tardes de risas llenaban su mente. Su amistad había sido un refugio en medio de las dificultades, pero Adrián pertenecía a otra clase social, aunque jamás hizo ninguna diferencia con ella, la muchacha suspiró y miró por la ventana hacia las montañas que rodeaban el pueblo. Recordaba cómo solían explorar esos mismos senderos con Adrián, soñando juntos con muchas cosas que harían en el futuro. Aunque se sentía nostálgica por esos tiempos, sabía que debía enfrentar la realidad que tenía frente a ella. Su abuela dependía de su amor y cuidado, y eso le daba fuerzas para seguir adelante. En las noches, después de cerrar la tienda y asegurarse de que su abuela estuviera cómoda en la cama, Azul miraba las estrellas a través de la ventana. En su corazón, guardaba el amor de su abuela y la nostalgia por su amigo Adrián, dos fuerzas que la impulsaban a seguir luchando en el camino que la vida le había trazado.

Los problemas no le daban tregua a la pequeña familia de dos, las deudas acumuladas llevaron a la abuela de Azul a tener que vender la casa en la que vivían, no había sido una decisión fácil para la mujer, pues esa casa guardaba el recuerdo de muchos gratos momentos, desde el día de su boda, hasta el nacimiento de su nieta, pero prefería vender a que su nieta tuviera que esforzarse más de lo que lo hacía. Así que la anciana, vendió la casa y compró un apartamento lo suficientemente grande y cómodo para ellas dos.

Luego de algunas semanas, Azul se encontraba en el apartamento después de un largo día de trabajo en la tienda. Las preocupaciones por su amigo Adrián la atormentaban, así que decidió buscar el número de la empresa que él le había mencionado ser dueño. Después de una intensa búsqueda en línea, finalmente encontró un número de contacto.Decidió marcar el número temblorosa, con la esperanza de obtener noticias sobre la salud de Adrián. Una voz amable de una secretaria respondió al otro lado.

- Corporación Lewis ¿En qué puedo ayudarle?- dijo la secretaria.

Azul, con la voz entrecortada por la ansiedad, explicó su situación y preguntó por Adrián. La secretaria le informó que Adrián seguía en coma y que no había habido mejoras en su estado de salud. Mientras Azul aún estaba al teléfono, Andrew, el hermano mayor de Adrián, quien estaba haciendose cargo de la empresa llegaba para ocupar su puesto en la oficina. La secretaria le informó sobre la llamada, el le solicitó que le pasara aquella llamada, entró a su oficina y levantó el teléfono.

Andrew, con expresión seria, se acercó al auricular y escuchó la voz temblorosa de Azul. Ella le pidió información sobre Adrián y su salud. Andrew, después de una pausa, le respondió con voz comprensiva, comenzó a contarle sobre la salud de su hermano, pero antes de poder dar más detalles, Sarah, la madre de ambos, entró en la oficina.

La mujer miró a su hijo con un gesto de desaprobación y tomó el teléfono bruscamente. Con un tono frío, le dijo a Azul:

-No vuelvas a llamar, no molestes más. Aunque Adrián despierte, él no volverá a verte. - espetó la mujer muy enfadada.

Luego, sin darle tiempo a responder, cortó la llamada. Azul quedó desconcertada por la dura respuesta de la mujer, a la cual no conocía, y ni siquiera sabía quien era. Las lágrimas llenaron sus ojos mientras dejaba el teléfono a un lado, sintiéndose impotente y llena de tristeza. Sabía que tal vez Adrián ya no querría verla cuando despertara, pero su amor por él seguía siendo tan fuerte como siempre.

La salud de la abuela de Azul continuó deteriorándose con el tiempo. Las visitas constantes al médico y los tratamientos apenas lograban aliviar sus dolencias. Azul la cuidaba con amor y paciencia, pero cada día veía cómo la vitalidad de la ancian se desvanecía lentamente. La señora, pasó de estar confinada en una silla de ruedas a quedar completamente postrada en la cama. Azul, con lágrimas en los ojos, le acariciaba la mano y le hablaba dulcemente, tratando de aliviar el sufrimiento de su abuela. A pesar de la tristeza que las rodeaba, el amor entre ellas seguía siendo un vínculo inquebrantable. Después de unas semanas de lucha contra la enfermedad, la abuela de la muchacha, finalmente encontró la paz en su sueño eterno. Azul estaba a su lado, sosteniendo su mano con cariño cuando su abuela exhaló su último aliento. La pérdida de la única familia que le había quedado, dejó a Azul completamente sola en el mundo. La tristeza y el dolor eran inmensos, y su corazón se sintió vacío. Había estado por años al cuidado de su abuela, y ahora tenía que enfrentar la vida sin su presencia amorosa. Azul se sintió abrumada por la soledad. Mirando a su alrededor en la pequeña habitación que había sido testigo de los ultimos momentos compartidos, se dio cuenta de que estaba completamente sola. La pérdida de su abuela y la ausencia de Adrián en su vida la sumieron en un abismo de dolor y desolación.