CAPÍTULO 20

Ella se giró y se encontró con una vieja compañera o mejor dicho una vieja rival, que al parecer no desaprovecharía la oportunidad para lastimarla

—Bien merecido lo tienes. ¿Cómo se te ocurre aparecerte por aquí?

—No te entiendo —le dijo Genoveva, mirándola a los ojos con una mirada fría.

—No lo sabes?, tu marido arruinó a Gianfranco, lo amenazó para que dejara de encontrarte trabajo, pero Franki se negó y le dijo, que te salvaría de sus garras y sus grilletes y tu esposo uso todo su poder contra la agencia. Comenzó a amenazar a sus clientes y poco a poco la agencia se vino a pique.

Gianfranco ya no es el dueño, solo el gerente. El dueño es su hermano y aun así la agencia firmó con tu esposo un acuerdo de no volver a contratarte jamás.

—¿Gian Lucca? —le preguntó Genoveva sin creerlo

—Si, Gianfranco tuvo que tragarse su orgullo y recurrir a ese homofóbico de mierda, que lo humilla a toda hora y Franki solo lo hizo para que el trabajo de toda su vida, no se perdiera. Solo por ayudar a una amiga, de la cual no recibió, ni siquiera una llamada de consuelo. Tu seguiste con tu vida llena de lujos y él se quedó arruinado y humillado. Todavía ¿Crees que fue cruel contigo? —le preguntó la mujer mirándola con desprecio

—Lo siento

—No, no lo sientas. Habla con tu marido y trata de arreglar este desastre —le dijo la mujer con un tono lleno de esperanza

Genoveva no tuvo corazón para romper sus ilusiones y solo asintió con la cabeza y salió de ahí hacia su auto.

Ella tenía una enorme necesidad de gritar y de llorar. ¿Cómo ella estuvo viviendo diez años en esa burbuja de mentiras?, ¿Cómo era posible que su amigo haya pasado por tanto?, ¿Cómo podía llamarse amiga?, tal vez por eso todos la abandonaban, tal vez era ella la del problema.

Genoveva le sonrió a su pequeño Ricardo que le pidió agua, ella le alcanzó el envase y se lo dio, los sentó en sus sillas y se fue a su casa.

—No debiste decirle nada —le reprochó Franki a su amiga

—¿Por qué no?, ella es la culpable, tiene que cargar con eso en su conciencia

—Fue mi decisión. Ella no tuvo nada que ver

—Por favor Franki. No la defiendas. Déjala que cargue con su cruz

—Ella venía a pedirme ayuda y le di la espalda. Lo sé la conozco, vi la desesperación en sus ojos, pero soy un maldito idiota y también la lastimé

—Ay no, mejor me voy —le dijo Arantza la modelo estrella de la agencia.

Por otra parte, Genoveva después de su intento fallido de buscar un trabajo, fue por sus niños al colegio y los llevó a su casa.

Al día siguiente publicaría algunos de sus diseños en línea, para ver si lograba vender algunos. Necesitaba obtener algún diseño extra. Aunque también se compró una maquina de coser y estaba haciendo algunas prendas que pudiese vender a bajo costo en el mercado.

Algo se le tenía que ocurrir, pero ella no dejaría a sus hijos volver a pasar por la vergüenza de ser expulsados por falta de pago.

Pasó una semana más y Genoveva comenzaba a sentir la presión del pago de las colegiaturas de fin de mes.

Pero delante de sus hijos ella seguía sonriente y feliz. Hoy era noche de películas y ella les preparaba unos aperitivos, cuando de pronto escuchó el timbre

Genoveva se asustó. Ella observó por las cámaras dos hombres vestidos de traje que traían un maletín. Afortunadamente el portón estaba cerrado y no tenían acceso hasta su puerta

Por lo que ella decidió ignorarlo y seguir vigilando por las cámaras, ellos metieron un sobre por debajo de la puerta y se marcharon.

Genoveva tuvo tanto miedo, que no fue a recogerlo, esperaría hasta el día siguiente para averiguar de qué se trataba.

 Al día siguiente, ella salió con sus hijos hacia la escuela y antes de cruzar el portón, envió al pequeño Máximo a recoger el sobre

—ORDEN DE DESALOJO —leyó, el pequeño Máximo y Genoveva le quitó el sobre y lo guardó en su bolso.

Ella comenzó a temblar, pero disimuló la gran tormenta que tenia en su interior y continuo su camino. Genoveva podía sentir claramente la intensa mirada de su pequeño genio sobre ella. Lo que hacia evidente de que él sospechaba de que se trataba.

Genoveva los dejó en el colegio y regresó a su casa, para cuando regreso los hombres habían regresado y estaban tocando nuevamente el timbre

—¿Quiénes son? y ¿qué quieren? —les preguntó ella, con una actitud altanera.

—Señora venimos a ejecutar una orden de desalojo, el arrendatario tiene más de tres meses que no paga el alquiler de esta propiedad y el dueño esta en su derecho de ejecutar el desalojo por incumplimiento de contrato.

Genoveva soltó una sonora carcajada y negó con la cabeza, antes de responder

—Señor si esto es una broma, créame que es muy cruel. Esta casa es mia, me quedo en mi acuerdo de divorcio, incluso tengo mis documentos

—Señora ¿podemos ver ese documento?

—No señor, no les daré acceso a mi vivienda ni le mostrare nada sin mi abogado presente. Por favor déjeme su teléfono y mañana lo llamare

—Señora, este no es el procedimiento habitual, pero confiaremos en su palabra. Que no pase de mañana o ejecutaremos la orden de manera forzosa y la desalojaremos con la fuerza pública.

—No se preocupe, en este mismo momento voy a la oficina de mi abogado.

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