UN ÁNGEL DISFRAZADO DE MOUNSTRO

...DORIAN:...

Era inconcebible que la Señorita Eleana descubriera esa parte de mí y eso no me agradaba en lo absoluto. Yo era débil y dócil cuando se trataba de cuidar a mis criaturas.

Nadie a parte de mi personal sabía de mi gran debilidad. Ante los animales yo mostraba una parte de mí que nadie sabía y que solo dejaba ver delante de ellos. Los animales para mí eran más que mascotas y criaturas de exhibición, eran seres que me llenaban de paz y alegría. Por eso me compadecía de ellos y cuidaba a cuánto encontraba desamparado o herido. Eran seres nobles, con verdaderos sentimientos puros, no había maldad en esas criaturas, ni tampoco malas intenciones, solo instintos de supervivencia. Jamás culparía o castigaría a un animal por atacar a un humano, solo atacaban cuando se sentían amenazados y no era por ensañamiento, pero si un humano lastimaba a un animal por gusto o diversión, le hacía pagar de una forma que nunca podría olvidar.

Mi conexión con los animales no era algo nuevo, desde niño tuve en mí esa necesidad de compartir mi tiempo con ellos que con los humanos. Ellos sabían que jamás les haría daño y al estar frente a esas criaturas peludas se me acercaban sin ningún temor. Eran tan indefensos e inocentes que necesitaban de alguien que los protegiera de la maldad humana, así que desde que me volví duque y tuve libertad de tomar mis propias decisiones sin consultar, me empeñé en la tarea de recogerlos, incluso compré algunos que estaban destinados a usos más horribles para darles una mejor vida.

Aunque no podía proteger a todos los animales del mundo, me sentía tan dichoso de ayudar a unos pocos.

Comía carne para poder mantener mis energías, pero si pudiera sobrevivir sin ella sería más feliz. Yo me cercioraba de que la presa no sufriera, que tuviese una muerte rápida sin mucho dolor.

Yo amaba esos seres más que mí mismo.

Era lo único que le daba sentido a mi existencia y aquella señorita se tomaba el atrevimiento de juzgar mi comportamiento y mi preferencia hacia ellos como si me conociera.

Conocía la parte que todos creían conocer, ella al igual que el montón de personas que me llamaban mounstro y me sentenciaban, creían tener toda la razón en repugnarme.

Los humanos para mí no eran más que parásitos que corrompían todo a su paso, gracias a uno de ellos comprendí a mi corta edad de siete años que no merecían ningún tipo de consideración.

Ese ser me mostró que la crueldad humana no tenía límites.

Por eso no me importa acabar con muchos de ellos. A los que hicieran daño los eliminaba sin dudar y por supuesto que eso causaba rechazo en las personas, pero los animales, ellos jamás me jugarían por castigar a esos agresores.

Recordé como Fuego se había encariñado tan pronto con mi esposa, él jamás había dejado a nadie acercarse demasiado, siempre gruñía y mantenía la distancia, pero fue diferente con ella. No solo Fuego, los demás animales se sintieron tranquilos ante su invasión, no se alteraron, sino que siguieron conviviendo como si ella fuese un reflejo de mí.

Eso me desconcertó y me dejó nervioso.

Me disgustaba un poco, no quería que fuese la excepción.

Sopesé la idea de trasladar los animales a una de mis otras propiedades, pero la verdad es que no tenía muchos ánimos de dejarlos en manos de sirvientes que podrían hacer mal su trabajo. Me gustaba ocuparme yo mismo. Ni modo tendría que dejarlos allí y asegurarme de que la Señorita Eleana no desobedeciera mi orden de no volver a entrar a mi refugio.

A la mañana siguiente me preparé muy temprano para organizar el papeleo que había dejado varado en mi escritorio. Me fastidiaba tener que ocuparme de mis negocios, pero era mi deber como dueño y como duque.

Me enfrasqué en ello y a las diez ya había dejado el escritorio limpio.

No desayuné, así que al salir crucé el vestíbulo para ir a la cocina a pedirle a Lira un desayuno de frutas.

Me detuve en seco cuando observé que la Señorita Eleana salía del pasillo de las recamaras.

Ya me estaba acostumbrando a sus pasos acompañados con el golpe sutil del bastón.

Se detuvo frente a mí.

Llevaba su cabello atado en una trenza, algunos mechones ondulados color cobre enmarcaban sus mejillas.

El vestido que usaba era sencillo, de color verde, con mangas que cubrían desde sus hombros hasta sus muñecas, pero cuyo escote no podía ocultar la abundancia de sus senos.

Sus coquetos labios se abrieron, me encantaba la forma del labio superior, era grueso y levantado hacia arriba.

Lo que podría enseñarle a hacer con esa boca.

Se me tensó el miembro de solo pensarlo.

Lo cierto es que mi esposa no era como la mayoría de las señoritas, delgadas y delicadas. Era un poco robusta y se veía fuerte, eso no me desagradaba, en lo absoluto.

Era mía aunque no le gustara y algún día tenía que darme lo que por derecho me correspondía. Dependía de mí aproximar ese momento o alargarlo. Era mi decisión, si me mantenía así, estaría muy lejos de tocarla, pero si empezaba a acercarme tal vez la tendría a mi disposición más pronto de lo pensado.

— Buenos días, Señorita Eleana — La saludé, con una sonrisa juguetona en mis labios.

No me la devolvió, no la había visto sonreír desde que di con ella en la celebración, parecía inmune a mi apariencia. ¿Sería posible que recordara que yo era el mismo sujeto del bosque y que por eso me detestaba más? No, era tan pequeña y yo había cambiado mucho desde ese momento.

No la traté mal por gusto, me halló en una situación que no me convenía que se supiera, no para los planes que tenía entonces y que mejor que infligir miedo para que no soltara todo lo que había presenciado. Vaya que lo logré, gracias a su silencio mi plan se llevó a cabo sin ningún contratiempo.

— Buenos días, Señor Dorian — Dijo, pronunciando mi nombre con algo de incomodidad.

— ¿Va a desayunar? — Pregunté cuando hizo ademán de seguir su camino.

— Si, pero aún no me decido donde.

— Desayunemos juntos, en el jardín — Ordené con un tono demandante, sus ojos mostraron desacuerdo.

— No, preferiría hacerlo en el comedor — Dijo, como si le hubiese preguntado.

— ¿Por qué?

Apretó su boca.

— Ayer desayuné allí.

— No importa, vayamos — Corté sin darle opción, se mostró disgustada, pero aún así me siguió hacia la cocina.

Las doncellas y un cocinero estaban enfrascados en el desayuno. Lira por supuesto estaba dando órdenes.

Al verme se acercó.

— Su Gracia, buenos días — Hizo una reverencia y luego se percató de que mi esposa estaba a mi lado — Mi señora, muy buenos días.

— Buenos días, Lira.

Las doncellas dirigieron sus miradas hacia nosotros, más hacia la Señorita Eleana, ella se disgustó más aún y eso me dejó intrigado.

— Vamos a desayunar en el jardín, quiero un plato con frutas — Ordené a Lira y ella asintió con la cabeza, observé a mi esposa — ¿Qué va querer usted?

— Pan tostado con mermelada de fresa, es muy delicioso — Dijo, sonriendo sin mostrar los dientes, su labios se vieron exquisitos de esa forma.

— Como guste.

— Lleve el desayuno a los bancos.

Salí de la cocina y me dirigí a las afueras del palacio junto a la Señorita Eleana. Caminé más pausado de lo normal para no dejarla atrás y observé por encima de mi hombro como disfrutaba del paisaje.

Por ir distraída se le atoró el bastón en una enredadera. Tiró de él, pero se enganchó más. Frunció el ceño y soltó un resoplido.

Me acerqué de inmediato y tomé el bastón, arrancado la enredadera, era pegajosa y eso explicaba la resistencia.

Liberé el bastón y se lo entregué a la señorita, quién estaba haciendo un gran esfuerzo para no perder el equilibrio.

Lo tomó, observándome con las mejillas sonrojadas.

— Muchas gracias — Murmuró.

— Le diré al jardinero que arranque las enredaderas.

— No, no es necesario, fue mi culpa por ir distraída, tendré más cuidado a la próxima — Se alejó hacia la mesa y la observé.

Era una pena, una señorita tan joven y hermosa sin poder moverse libremente.

Me puse en marcha.

Ella se sentó en uno de los bancos y yo del otro lado, frente a ella.

Se quedó en silencio mientras esperábamos el desayuno. Observando a cualquier parte menos a mí. Yo no me molesté en ser discreto y no despegué mi mirada de ella. Evaluando sus gestos, el ritmo de su respiración y la forma en las que sus dedos se frotaban entre si, como signo de incomodidad y nerviosismo.

El anillo de matrimonio reposa en su dedo. En un principio lo había comprado para Emiliana, eligiendo una pieza tan delicada como ella, pero quién iba imaginar que le quedaría como guante a su hermana mayor.

Le combinaba, era sutil como la apariencia de la portadora.

Apoyé mis antebrazos de la mesa mientras ella se quedaba quieta, observando una mariposa revolotear cerca.

Ella alzó su mano con delicadeza, elevando su dedo índice hacia la mariposa.

El insecto agitó sus alas cerca de su rostro y luego se posó en su dedo.

La Señorita Eleana sonrió genuinamente, revelando una fila perfecta de dientes.

Me quedé sumergido en sus gestos, intentando descifrar la emoción que se asentó en mi estómago.

Aquella criatura había confiado en la señorita, como los animales que se acercaban a mí.

Caminando por el dedo, revelando su color azul brillante al recoger sus alas.

Voló y ella la siguió con la mirada.

La mariposa se acercó a mí y me tensé cuando se posó en mi nariz.

Ella observó con expresión atónita como me hacía cosquillas al caminar atrevidamente por el puente de mi nariz, intenté quedarme quieto.

Arrugué mi nariz para que se marchara, sintiendo un ardor en mis mejillas cuando se ella rió.

La señorita no pudo contener la risa y alcé mis cejas cuando se sonrojó de tanto reír.

El insecto se aburrió de causarme comenzón y se alejó volando hacia los arbustos.

Observé divertido como mi esposa volvía a soltar otra carcajada, pero paró al notar mi mirada.

Se llenó de vergüenza y tragó el resto de su humor.

— No sabía que era capaz de reír — Dije, limpiando el polen que se me había pegado gracias a la mariposa.

Aclaró su garganta.

— Por supuesto que soy capaz, solo que últimamente no he tenido motivos para hacerlo — Se mordió su labio.

Me quedé sopesando sus palabras.

— ¿Qué le gusta hacer? — Me atreví a preguntar y me observó un poco desconcertada.

— Se hacer muchas cosas, como tejer, bordar, leer y pintar — Se encogió de hombros.

— No le pregunté lo que sabe hacer, sino lo que le gusta.

Apoyó su mandíbula en la palma de su mano.

— Lo que me gusta no lo puedo llevar a cabo — Su mirada se opacó un poco.

— ¿Qué es lo que le gusta? — Insistí.

— Me gusta mucho explorar mis alrededores y tambíen me gustaba correr — Lo último lo dijo en un tono desilusionado — De niña era muy revoltosa.

Yo solía explorar la playa de niño, preferia alejarme y estar solo, pero su vida obviamente no fue como la mía.

— Debe sentirse incompleta ahora que no puede hacer lo que tanto le gusta.

Se quedó callada, bajando su mirada.

— Me acostumbré a ello.

Las doncellas aparecieron con las bandejas y sirvieron el desayuno.

Sus miradas más atentas en mí que en la señorita. El plato de ella estaba lleno de rodajas de pan con mantequilla y me percaté de que Eleana notó la equivocación, pero se calló y agradeció de todas formas.

Hicieron ademán de marcharse pero las detuve.

— Oigan, no he pedido que se marchen.

Ambas doncellas se observaron desconcertadas.

— ¿Desea algo más? Su Gracia.

— ¿En qué podemos servirle?

— A mí no me sirven de nada — Gruñí y se estremecieron — Tanto así que ni siquiera notaron su equivocación.

— Ah... Su Gracia... Disculpe — Tartamudeó la morena, aterrada.

— ¿Qué hemos hecho mal? — Preguntó la otra.

— La Duquesa ordenó claramente que desea pan con mermelada, cambien eso de inmediato — Ordené y una de ellos se apresuró mientras se disculpaba, una y otra vez.

La Señorita Eleana sostuvo el plato y fruncí el ceño.

— No hace falta, déjelo así, me lo comeré con el mismo gusto.

La sirvienta no hallaba que hacer, temiendo mi represalia.

— No, llévese ese plato y traigan lo que pidió — Insistí, la Señorita Eleana dejó que se lo llevaran, pero me observó con desaprobación — ¿Qué sucede?

— No me parece correcto la forma en que trató a esas sirvientas — Dijo, atreviéndose a cuestionar mis órdenes.

— Cometieron un error y es mi deber corregirlas.

— Me parece algo innecesario, cualquiera puede equivocarse — Sus fosas nasales se dilataron.

— No en mi palacio, si dejo que se cometan equivocaciones le doy libertad de hacer lo que les place.

— No me importaba si no tenían mermelada, me los iba comer de igual manera — Gruñó y solté una risa irónica.

— No sea condescendiente con la servidumbre, no todos se comportan honestamente, tal vez no cometieron una equivocación y lo hicieron al propósito — Dije, pinchando un trozo de manzana.

— ¿Por qué harían algo así? — Sopesó mis palabras.

— Hay muchas razones, pero yo lo atribuyo a que actuar de mala fé es naturaleza de las personas — Mordí la manzana y ella me observó sin comprender.

— ¿También se incluye en esa regla? — Estrechó sus ojos.

— Si lo hago.

— No todo el mundo es como usted — Siseó.

— Exagera, parece que yo hubiese tomado un látigo y les hubiese pegado a esas sirvientas, cuando solamente las reprendí — La interrumpí y negó con la cabeza.

— Fue una simple equivocación, no era necesario reprenderlas.

— Pensamos muy diferente, Señorita Eleana.

No siguió discutiendo y esperó pacientemente su desayuno.

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Comments

Sara Ramírez

Sara Ramírez

sencillamente maravillosa su novela muchas gracias por compartir su talento.

2024-05-06

0

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

Está escena se me hizo linda y me sacó una sonrisa 🥰 me los imagino y todo muy lindo

2024-04-08

4

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

Meli_33608✨🙈🇩🇴♌

duque 👀

2024-04-08

1

Total
Capítulos
1 UNA CHICA DIFERENTE
2 EL SUJETO DESPRECIABLE
3 LA NOCHE DE LA CELEBRACIÓN
4 INOPORTUNO
5 NOTICIAS DETESTABLES
6 EL PESO DE LA TRAICIÓN
7 LA ABRUPTA APARICIÓN
8 El EXTRAÑO DUQUE
9 UNA VIDA POR UNA VIDA
10 INFELIZMENTE CASADOS
11 MI NUEVO HOGAR
12 SECRETOS QUE APARECEN
13 UN ÁNGEL DISFRAZADO DE MOUNSTRO
14 NO ME SUBESTIMES
15 SEÑORITA FUERTE
16 BOCHORNOSO MOMENTO
17 SENSACIONES NUEVAS
18 LOS DOS LADOS DEL DUQUE
19 UN TRATO POR LA PAZ
20 EL PASADO VUELVE
21 UN COSTO NAUSEABUNDO
22 LA TORMENTA DENTRO DE TÍ
23 UN ANIMAL HERIDO
24 FLECHADOS
25 VERDADES IMPACTANTES
26 UNA CERRADURA EN TI
27 UN POCO DE AFECTO SANA
28 CELEBRACIÓN EN EL JARDÍN
29 RECONCILIACIÓN
30 DESEO INCONTROLABLE
31 DOLOR DERRAMADO
32 LA PUERTA A UNA SOLUCIÓN
33 TODAS LAS HERIDAS SANAN
34 LOS VIÑEDOS
35 RECIBIMIENTO DESASTROSO
36 FAMILIA ENCANTADORA
37 FESTIVAL DE FIN DE AÑO
38 JUGAR SUCIO
39 LA CURIOSIDAD PUEDE MÁS
40 SECRETOS EN EL PAPEL
41 AL CALOR DE LOS CUERPOS
42 AL CALOR DE LOS CUERPOS II
43 DEVUELTA EN CASA
44 MALAS NOTICIAS
45 INICIO DE LA CONSPIRACIÓN
46 LA SOMBRA OCULTA
47 LA APARICIÓN DE O'BRIAN
48 SACRIFICIO POR UN BIEN
49 VOLCADOS
50 ATAQUE
51 FUERZA EN EXPLOSIÓN
52 YA NO ES SOLO UNA VIDA
53 PLAN EN CURSO
54 LA CALMA ES UNA TRAMPA
55 LA REINA Y SUS ARTIMAÑAS
56 ALIANZAS QUE SE FORJAN
57 LA HORA DE COBRAR
58 EL JUICIO
59 UN REINO LIBRE
60 CARMESÍ, EL COLOR DEL AMOR
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