LA ABRUPTA APARICIÓN

...ELEANA:...

El día del compromiso había llegado.

Emiliana no trató de escapar, ya fuera porque mi hermano ordenó a los criados vigilar los alrededores de la mansión y la ventana cercana a su habitación.

Se quedó allí sin tener deseos de salir y gritó desde la puerta que no quería a ninguno de nosotros cerca.

Mi madre era la única que podía dialogar con ella, pero aunque tratara de hacerla entrar en razón, terminaba desechando su presencia al pasillo.

Intenté en muchas ocasiones hablar con ella, tratar de hacerle comprender que yo no quería dañarla, que todo lo que había hecho era para salvarla de caer en manos del duque, pero fue inútil, no quiso escuchar.

Jamás nos habíamos enemistados, siempre fuimos buenas hermanas, nunca peleamos, pero yo había acabado con ese cariño.

— ¡Lárgate! — Gritó desde adentro — ¡Ya debes estar satisfecha! ¿Esto era lo que querías? ¡Ahora soy una prisionera y me casaré con un desconocido! ¡Dorian vendrá a salvarme!

— ¡Entiende por favor, ese desconocido te tratará mejor que el duque, tal vez fue amable contigo para ganarse tu confianza...

— ¡Cierra la boca! ¡El Duque Dorian me salvará de este compromiso!

Pero el Duque no llegó.

El compromiso se llevó a cabo en la mansión, con pocos invitados y música de ambiente, pero no quise estar presente a pesar de la insistencia de Lean.

Me reporté enferma y lo estaba, en mi alma y mi corazón sentía un gran dolor, un vacío.

Era demasiado fuerte para mí.

Yo era culpable de la infelicidad de mi hermana y nada era suficiente para remediar el daño.

La celebración terminó a altas horas de la noche, cuando ya estaba en la cama con mi mirada al techo.

Al día siguiente mi madre me contó en el desayuno todos los detalles con rostro avergonzado.

— Emiliana no ocultó su desagrado hacia Sebastian, el pobre se sentía humillado por su indiferencia y su desprecio — Dijo ella — Por poco se zafa de su agarre cuando él le colocó el anillo, toda la noche estuvo haciéndole desplantes al joven... Dudo mucho que quiera casarse después de aquel maltrato.

No culpaba a Emiliana, ella tenía otros planes e ilusiones y en un instante se habían arruinado, debía ser horrible.

Pero Sebastian no tenía la culpa de ese cambio de planes.

Fue mi idea, yo era la única que debía pagar por esos platos rotos.

— No se preocupen, la boda ya casi es un hecho — Dijo Lean, sosteniendo el tenedor.

— ¿Cuándo es? — Jadeé, limpiando mi boca con una servilleta.

— El sábado.

— Pero eso es en tres días — Me sobresalté.

— Así es, yo convencí a Lord Sebastian de adelantarla, entiende, si dejamos pasar mucho tiempo, Emiliana intentará fugarse con el desgraciado — Mi hermano seguía molesto — Los invitados de ayer han sospechado de que algo anda mal y por eso es mejor que la boda se realice pronto, antes de que se extiendan falsos rumores.

— Lean, entiendo, pero...

— Eleana, ya no podemos dar marcha atrás, tu hermana estuvo a punto de cometer una locura y gracias a ti lo evitamos — Gruñó severamente.

— Me odia y no me agrada en lo absoluto que yo sea la culpable de su sufrimiento.

— Hija, nos has hecho mal, hiciste lo correcto, como su hermana mayor debes dar el ejemplo y tapar su sinvergüenza comportamiento no era lo correcto — Mi madre trató de animarme con eso.

— Ya se le pasará, cuando se percate de que Sebastian es el hombre indicado para ella vendrá a pedir disculpas — Lean dió concluida la discusión con eso.

...****************...

Emiliana siguió sin intentar nada, tal vez con la esperanza de que duque se presentara a rescatarla, pero su ausencia se prolongó y llegó el día de su boda.

Era un día gris, sin sol ni cielo azul, solo nubes opacas.

La boda se realizó en una pequeña capilla que quedaba muy cerca de la mansión y que podía verse desde muy lejos, ya que estaba en lo alto de una colina.

El camino era empedrado y el carruaje se sacudía demasiado para sentirme a gusto.

Lean y mi madre compartían carruaje conmigo, mientras que Emiliana iba en el suyo propio, uno de color blanco con corceles del mismo tono.

Llegamos a la capilla y bajamos de allí.

Mi hermano ayudó a Emiliana a bajar, pero ella despreció su mano y fijó sus ojos en mí, el maquillaje no pudo ocultar la hinchazón de sus párpados y su expresión de tristeza.

El vestido y el velo eran antiguos, el mismo vestido que había usado mi madre en su boda se hallaba en la silueta esbelta de mi hermana. Debido a lo precipitado que había sido todo, no hubo tiempo de confeccionar uno más moderno.

— Hermana, debes estar saltando de alegría — Siseó Emiliana, sosteniendo el ramo de flores con rabia — Oh, lo siento, olvidé que no puedes saltar — Observó mi bastón — Sabes, es lo único que me alegra, saber que nunca podrás tener una vida normal y que tal vez hallas desperdiciado la única oportunidad que tenías de contraer matrimonio.

Las lágrimas picaron de nuevo, cada palabra inyectaba desprecio.Ella jamás me había humillado de esa forma, nunca se burló de mi discapacidad.

No dije nada, me quedé en silencio y bajé mi mirada.

— ¡Ya basta, hermana, estás acabando con mi paciencia! — Gruñó Lean, colocándose en medio cuando intentó atacarme.

— No digas cosas de las que puedas arrepentirte, tu hermana hizo lo correcto — Dijo mi madre, tomándome del brazo.

— ¡Siempre de su lado, protegiéndola y mimandola, lo único que agradezco de esto es me di cuenta de la clase de familia que son...

— ¡Cierra la boca o vas armar un escándalo, ya es suficiente con tu comportamiento en el compromiso! — Lean la tomó del brazo.

Mi hermana se tranquilizó cuando estuvimos frente a las puertas.

No lo soporté y me quedé afuera de la capilla cuando la música de entrada empezó a sonar.

Lean puso su mejor expresión de felicidad y caminó al interior, todos los invitados que se encontraban en los bancos se levantaron y dirigieron su vista a la novia.

Más allá, en el altar.

Esperaba Lord Sebastian, con un traje de tono oscuro y una expresión ilegible. El hombre que iba ser mi esposo estaba por convertirse en el esposo de mi hermana y eso me dejó un sabor amargo.

La ceremonia se llevó a cabo con tranquilidad, pero mi hermana en muchas ocasiones observaba por encima de su hombro con rostro de angustia y preocupación.

Estaba esperando al duque.

Afuera todo estaba vacío y tranquilo, no había señales de un hombre de cabello largo galopando por las colinas de trigo con prisa para impedir la boda.

Debería hacerle abrir los ojos, que no se presentara ya era señal suficiente de que ese hombre no era un caballero respetable.

"¡Qué hable ahora o calle para siempre!"

Mi hermana volteó de nuevo, con los ojos aflojados, pero no hubo nadie pronunciando para salvarla.

La pregunta definitiva llegó y Sebastian dijo el "sí" de inmediato, pero cuando le tocó a mi hermana ella permaneció en silencio por un tiempo.

La gente empezó a murmurar ante la falta de respuesta. Lean en la primera fila empezaba a angustiarse y mi madre juntó la manos, rezando en su mente.

El sacerdote volvió a preguntar.

Sebastian observó a mi hermana con el ceño fruncido.

Ella salió de su ensueño y después de muchos minutos respondió.

"Si acepto"

Los suspiros de alivio llenaron la capilla.

...****************...

La casa estaba vacía y silenciosa, solo se oía el tic toc el reloj en la pared del vestíbulo.

Me mantuve en silencio en el salón de té, sentada en un sillón cercano a la ventana, observé como la lluvia caía, empapando las flores del jardín.

Había pasado un mes desde que mi hermana se había casado y se había mudado a su nuevo hogar, una mansión cercana al palacio del Marqués Lorenzo.

Sebastian nos mantenía al corriente en cartas de como se encontraba mi hermana, estaba bien dentro de lo que cabía, pero no especificaba en si como le estaba yendo con su matrimonio.

Esperaba que todo estuviese bien.

Yo no conseguía sentirme mejor por lo ocurrido.

Mi hermano volvió a su trabajo y mi madre a sus obligaciones.

Yo trataba de pasar el tiempo sin sentirme culpable por cambiar el destino de Emiliana sin que ella lo quisiera.

Tal vez no la volvería a ver. Había quedado claro que ya no me quería en su vida y que no deseaba volver a toparse conmigo era por eso que no iba visitarnos, pero mantuve la esperanza de que apareciera y que hiciéramos las pases.

Pensé en ir a visitarla, pero mi hermano me insistió en que debía ser ella que volviera arrepentida, pidiendo perdón de rodillas por sus ofensas.

No me importaba si no lo hacía, quería ir a verla, ser yo la que pidiese perdón.

Me quedé largo tiempo perdida en mis pensamientos cuando observé a alguien entrar por la reja del muro a la fuerza, con solo una patada la abrió de par en par y caminó bajo la lluvia con pasos impetuosos.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca pude visualizar de quién se trataba, a pesar de llevar el cabello empapado lo reconocí de inmediato.

Era el Duque Dorian.

El pánico me envolvió.

Me levanté rápidamente y salí del salón, directo al vestíbulo.

Los golpes abruptos en la puerta hicieron que el florero sobre la vitrina se estremeciera.

El mayordomo acudió con prisa.

— ¡No abra! — Alcé la voz, asustando al anciano, quién me observó con los ojos abiertos como platos.

— ¿Por qué Señorita Eleana?

— Es el Duque Dorian.

El mayordomo palideció.

— ¡Si no lo hacemos aventará la puerta! — Se sobresaltó — ¡Ese hombre es capaz de cualquier cosa!

— No abra por favor — Supliqué, los golpes sonaron con más fuerza.

— ¡¡¡ABRAN LA MALDITA PUERTA!!! — Gritó desde afuera, la perrilla se estremeció nuevamente y mi corazón empezó a latir con tanta rapidez que mi respiración se agitó.

— ¡Dios, protege de ese mounstro a esta familia! — Suplicó el mayordomo.

— ¿Quién está haciendo ese maldito escándalo? — Gruñó Lean, apareciendo el vestíbulo — ¿Quién rayos toca con tanto afán? ¿Por qué no le abre? — Observó al mayordomo con acusación.

— La Señorita Eleana me pidió que no lo hiciera.

Los ojos de Lean se giraron a mí.

— ¡Observé por la ventana, es el Duque Dorian y no está de buen humor! — Dije asustada, mi hermano se tensó.

La puerta seguía estremeciéndose con los golpes.

— Abra la puerta — Ordenó Lean al mayordomo.

— Pero... Señor... — Empezó a temblar.

— No se preocupe, ese idiota no intentará nada estúpido.

No estaba segura de que eso fuese así.

El mayordomo se acercó y abrió la puerta, alejándose de inmediato.

Lean se cruzó de brazos y yo me quedé al pie de la escalera cuando el duque entró con expresión salvaje.

Estaba tan empapado que dejó la alfombra mojada cuando sus botas trenzadas se posaron abruptamente en el suelo del vestíbulo.

Observó hacia Lean, las pestañas goteaban agua, al igual que su cabello y su rostro pálido.

La capa también dejó un círculo a su alrededor.

— ¿A qué se debe esta visita? — Exigió mi hermano, con postura defensiva — Si hubiese roto la puerta la paga, no puede venir aquí con esas actitudes de macho. Ensuciando mi alfombra.

El Duque Dorian no se movió, tensó su mandíbula y giró sus ojos hacia mí, de nuevo posó sus ojos en mi bastón.

Sostuve su mirada intensa.

Alejó su vista de mí, enfrascandose en mi hermano.

— ¡Usted y yo tenemos algo de que hablar! — Gruñó, señalando con su dedo índice a Lean.

— ¿De que rayos tengo que hablar con usted?

— No juegue al desmemoriado, sabe a que refiero — Apretó sus puños.

— No es bienvenido, así que váyase — Mi hermano señaló la salida con la barbilla.

El duque hizo caso omiso.

— Si no quiere que destruya este lugar le conviene escuchar lo que tengo que decir, tengo más jerarquía, su deber es obedecer mi palabra — Apartó su capa, dejando ver una espada enfundada en su cinturón.

Mi hermano se estremeció.

— No se atreva, estoy desarmado.

Lean mostró una pizca de miedo, seguramente el duque era lo suficientemente hábil para ganarle en un duelo.

— Hablemos entonces, en privado — Hizo enfasis, observándome a mí y al mayordomo.

— De acuerdo, sígame — Mi hermano caminó hacia el estudio.

El duque avanzó con sus pasos de asesino y me observó.

— Señorita encantadora, un gusto verla nuevamente — Dijo con tono burlón.

Frunció el ceño.

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