Cuando Mario pudo comenzar a moverse no sabía si le dolía más su cuerpo o su alma, porque ya su corazón estaba destrozado.
Tardó 2 días en poder pararse, pero aún no podía caminar sin ayuda. Lo que sea que le habían dado en la aldea, lo mantuvo al borde de la muerte. No sabía si era fruto de alguna alucinación, pero creía haber sido atacado por un animal. Pero esa no había sido la explicación que los médicos le habían dado: le dijeron que se cayó en un precipicio, por eso tantas magulladuras y golpes y que su abdomen se había enganchado con unas ramas de muchas espinas, un “palo borracho” y que se había golpeado muy duro en la cabeza.
Por lo menos eso había dicho Irupé cuando lo llevó arrastrándolo en una camilla precaria. Según lo que había contado, ambos cayeron, por eso ella también estaba muy golpeada.
Cuando Mario había podido abrir los ojos y empezaba a articular palabra, el maestro que lo había ido a visitar le dio la terrible noticia que circulaba una historia que lo involucraba a él y a Irupé. Todo el pueblo sabía que ella estaba comprometida y todos conocían el carácter irascible de Luriel, pero no podían saber más porque ni Irupé ni Luriel habían regresado al pueblo.
- Maestro, - dijo preocupado con un susurro de voz - ¿ha podido ver a Irupé? – como le negaba con la cabeza agregó – necesito saber si está bien.
- ¿Es cierto que los han encontrado desnudos? – dijo el maestro preocupado – no te juzgo Mario, pero aquí hay otras costumbres mucho más conservadoras que las que se manejan en las ciudades donde estás acostumbrado a vivir – como solo agachó la cabeza avergonzado agregó – no me quiero imaginar lo que le habrán hecho a ella…
Mario lo miró totalmente desesperado, su respiración agitada y los latidos enloquecidos de su corazón amenazaban con explotarle el pecho de la angustia que le causaban las palabras del maestro.
- Debo ir a la aldea… - trató de incorporarse pero las piernas no le respondían
- Solo empeorarías su situación – dijo empujándole suavemente el pecho para que volviera a recostarse - ¿tienes idea de lo que le ocurre a quien traiciona a su gente…? ustedes avergonzaron al Cacique y al más bravo de sus guerreros…
- Ayúdeme a levantarme por favor – imploraba mientras intentaba levantarse otra vez
- ¿Es que no escuchaste lo que te dije…? - se hizo un silencio incomodo - No la puedes salvar…
- Nos amamos maestro… - dijo mirándolo a los ojos – quiero llevármela donde no la puedan volver a lastimar
- ¿Eres consciente que Luriel tiene derechos sobre ella…? – lo vio palidecer – ella ya no puede ser su esposa, así que será su esclava y eso incluye la copula… también puede dársela a otros hombres solteros…
- No me atormente más… - dijo sin poder retener las lágrimas – voy a ir a esa aldea con o sin su ayuda
- Solo el Cacique puede autorizar que la saques de la aldea, pero nunca más podrá volver, será considerada como si hubiera muerto.
- No me importa eso, nos iremos lejos de aquí… - estaba nervioso
- Primero tendrás que poder levantarte y caminar – dijo sonriéndole con una mueca amarga – luego tendrás que ver si te dejan ingresar – le puso una mano en el hombro consolándolo – y si no te matan hasta ese momento, tendrás que convencer al Cacique y a Luriel que la dejen marchar… y lo que es más importante aún… tendrás que convencer a Irupé que quiera dejar todo por ti.
- Ella me ama… - su voz sonó más grave
- Tu no conoces sus costumbres… - le preocupaba que se metiera en más problemas – tienen una leyenda de una bestia, un yaguareté furioso que defiende a los aldeanos… - Mario no pudo evitar tocarse el pecho, pero él no lo vio porque se estaba acomodando en una silla cercana a la cama – yo creo que es en realidad, una representación social del poder del cacique. Es decir que te pueden matar y echar la culpa a un animal salvaje.
- No me importa… - dijo y logro incorporarse – no lo voy a comprometer pidiéndole que me ayude, solo ayúdeme a conseguir unas muletas.
- Que muchacho testarudo resultaste… - bufaba de lo enojado que estaba – se supone que eres de las mentes más brillantes de tu universidad…
- Me enamoré maestro – dijo en forma cortante – necesito ir por ella…
El maestro lo vio decidido, así que lo ayudó a vestirse y lo acompañó hasta el borde de la selva, caminaba con dificultad con las muletas pero podría hacerlo, necesitaba llegar a la aldea. Necesitaba saber si ella estaba bien y si estaba dispuesta a irse con él.
***
Irupé estaba cocinando para Luriel, ya había traído agua, había lavado la cabaña. Estaba desnuda como le había ordenado, no se atrevería a desafiarlo, cuando escuchó un golpe en la entrada y lo vio avanzar hacia ella completamente furioso. Mentalmente repasó lo que había hecho desde que era su esclava, para ver que había hecho mal, por unos segundos quiso escapar, pero el terror fue más grande y la inmovilizó completamente.
- Upe maldito karai ou jey (ese maldito regresó) – le gritaba desaforado mientras la tomó de los brazos y la zamarreaba - ko jey ajukáta chupe (esta vez sí lo voy a matar)
- Che akompartita nde tupa resalváramo hekove (compartiré tu cama si le perdonas la vida) – dijo fuerte para evitar que la siguiera lastimando.
- ¿Ndépa rejepyʼapyeterei upe kuimbaʼére reasepta hag̃ua reñeno hag̃ua chendive? (¿tanto te importa ese hombre como para aceptar copular conmigo? – dijo más furioso aún
- Che ánga nde mba’e (mi alma le pertenece) – dijo valientemente y luego bajó la cabeza en señal de sumisión - ha katu ikatu rejapo reipotáva che rete reheve (pero podrás hacer lo que quieras con mi cuerpo)
Entonces la tomó por la nuca y la besó, notó como se tensaba y luego aflojaba, para segundos después tensarse otra vez. Era notorio que lo rechazaba.
- Aipota che añuã (quiero que me beses) – le gruño mientras que le jalaba del cabello hacia atrás para levantarle el rostro
- Ndajapói a propósito, tiempo ohasávo pombovy’avéta (no lo hago a propósito, con el tiempo te complaceré mejor) – la voz le salía como un lamento por tener el cuello híper extendido.
- ¿Rekañýtapa hendive? (¿te escaparás con él?) – aun no la soltaba
- Ame’ẽ ndéve che ñe’ẽ araka’eve ndahejamo’ãiha nde consentimiento’ỹre… (te doy mi palabra que jamás me iré sin tu consentimiento…) –
- Reime aja chendive, ndajapomo'ãi nderehe mba'eve (mientras estés conmigo, no le haré daño) – sonaba macabro mientras la besaba en el cuello, aún sin soltarla
Irupé trató de relajarse, pero la aversión que sentía en ese momento le jugó en contra y un espasmo de vomito le sobrevino sin poder evitarlo, esperó una reacción al respecto, pensó que Luriel estaría furioso, pero curiosamente se detuvo, quedó con la cabeza recostada en el hombro de Irupé por unos segundos y cuando le sobrevino otro espasmo la soltó y luego se fue tan rápido que no tuvo tiempo de llevar su arco.
Respiró tranquila al notarlo, no usaría flecha, pero luego de unos segundos se dio cuenta que Luriel no necesitaba un arma para ser letal, él era Copiango y no pudo evitar estremecerse de terror.
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