Copiango
Apenas ingresó a la zona de la aldea, una turba de mujeres comenzaron a arrastrarla de los cabellos para llevarla ante el Cacique. Era una desertora, había traicionado a su pueblo y a sus creencias mezclándose con ese demonio rojo que había aparecido para estudiar sus plantas y sus métodos de sanación.
El Cacique sabía que la principal amenaza era la civilización que los iba invadiendo y que no eran fáciles de intimidar como cualquiera de los animales del monte. Había conocido a religiosos que le fueron generando confianza y permitió que algunos de los jóvenes aprendieran el idioma, entre ellos su hija Irupé y quien se había ganado el derecho a través de la bravura de sus combates a ser el futuro Cacique, el guerrero Luriel o dueño del viento como significaba su nombre.
El Cacique era responsable de la seguridad de la tribu y no podía hacer distinciones entre su propia familia y el resto de los aldeanos, por eso esas mujeres se atrevieron a arrastrarla y golpearla sin miramientos, pero antes de llegar a su presencia, una alta y robusta figura se paró frente a ellas para detenerlas.
- ¡Toho chupe! (suéltenla) – dijo con una mirada feroz
- Ha’e peteĩ traidor (es una traidora) – le contestó una de las jóvenes que no estaba de acuerdo con que Luriel se casara con ella.
- Einupã jey chupe ha che ajapóta avei nderehe (la vuelves a golpear y te haré lo mismo) – se acercó hasta rozarla para que sintiera su respiración forzada para lograr serenarse
- Ñande ruvicha ndoaceptái umi sobra (nuestro líder no acepta sobras) le contestó mientas la arrojaba nuevamente al suelo
Irupé sangraba, los golpes y las magulladuras se extendían por todo su cuerpo y se superponían a las recibidas anteriormente.
Si, ella sabía perfectamente lo que le esperaba al volver. Cuando vio aparecer a su padre no pudo evitar sentirse avergonzada y se paró con mucha dificultad
- Che ajevy che ru, apromete haguéicha ndéve (he regresado padre, como te prometí) – dijo mirándolo desafiante por primera vez, si quería matarla que lo hiciera de una vez.
El cacique se la quedó mirando sin contestar por tanto tiempo, hasta que le hizo bajar la mirada.
- Nde repromete Luriel-pe (se lo prometiste a Luriel) – dijo por toda respuesta antes de girarse y desaparecer.
Irupé miró aterrorizada a su verdugo, cuando le prometió a Copiango que volvería para que hiciera lo que quisiese, pensaba que hablaba con su padre y había especulado con que los maltratos fueran golpes y servidumbre a su propia familia, ya no podía ser la hija con derechos y respeto, ni podría ser jamás la esposa virtuosa de Luriel.
Él se encontraba inmutable, parado estoicamente y mirándola desde su altura. Era la primera vez que se había transformado y eso solo ocurría luego de experimentar una furia extrema, con el tiempo lograban controlarlo, pero nunca la primera vez que ocurría… al escuchar al cacique y comprender lo que significaba la gente se fue retirando dejándolos solos en el medio de la plaza.
Luriel se había convertido en el nuevo protector de la aldea, su palabra y sus decisiones no se discutían, solo el Cacique estaba sobre él y su estatus.
Irupé temblando se arrojó al suelo a la espera del castigo que quisiera hacerle.
- Ndaha'éi rojuka va'erã ( no voy a matarte) – dijo con voz ronca
- Lo sé… - contestó con un hilo de voz – me hubieras matado antes
- Ani reñe'ẽ chéve upe ñe'ẽme (no me hables en esa lengua) – sentenció contrayendo todos sus músculos para controlarse.
Se giró y comenzó a caminar hacia su cabaña, Irupé no tuvo otra alternativa que levantarse y seguirlo unos pasos atrás.
Titubeo antes de ingresar a la cabaña, pero ese hombre al que temía con todo su ser, le había perdonado la vida a Mario y eso valía absolutamente todo.
- Reike vove che rógape, reñembo’ýta (cuando ingreses a mi casa te vas a desnudar) – dijo indiferente mientras el terror afloraba en el rostro de su víctima - Nde nerekumplíri ha reguata desnudo pe puévlo pukukue (no lo cumples y vas a andar desnuda por toda la aldea) – le arrojó un vestido tradicional - ndaiporivéima ao umi tavayguakuéragui (no más ropa de esa gente)
Irupé tomó el vestido y quiso buscar un lugar para cambiarse, pero Luriel se acercó y le arrancó el vestido de las manos
- Nde reime che rógape (estas en mi casa) – le gritó mientras comenzaba a romperle la ropa que traía puesta.
Ella puso su pequeña mano que tenía cortes y raspones sobre esas manos para detenerlo.
- Aháta... (lo haré…) – mientras apelaba a calmarlo con su sumisión - Che ajapóta opa mba'e reipotáva (haré todo lo que quieras)
Lentamente se quitó los jirones de ropa que quedaron y se desnudó completamente ante la atenta mirada del hombre que la había amado desde que eran adolescentes.
Ella nunca lo había correspondido como él quería, pero no importaba, porque su unión era una decisión del cacique. Él siempre pensó que una vez que estuvieran juntos, podría lograr que sintiera algo por él. Aún la amaba y la deseaba, la miraba en ese momento y casi no podía reconocer a la Irupé que le habían prometido. Estaba sucia porque la habían arrastrado por la aldea, con moretones, cortes e hilos de sangre emanando en rostro brazos y piernas. Su larga cabellera negra enmarañada con barro, sangre y hojas secas.
Ella no levantaba la cabeza, le avergonzaba estar expuesta, temía lo que pudiera pasar desde ese momento en adelante… pero se sorprendió cuando lo vio salir de la cabaña sin decir ni una palabra. A los pocos minutos volvió a ingresar, traía un recipiente con agua, un jabón y una toalla y se lo dio.
- Eñemopotĩ ndejehegui (límpiate) – su voz sonaba áspera - ombosako’i mba’e ho’u haguã (prepara algo para comer)
Sin decir nada más, se dio vuelta y salió nuevamente por la puerta, tardó mucho tiempo en volver, cuando ingresó, vio la comida servida en la mesa y la vio a ella desnuda parada contra una pared cercana. Ahora que había limpiado su cuerpo, podían verse mejor las heridas y moretones de todos los colores.
Caminó lentamente hasta la mesa y se sentó, observó la comida y luego la observó a ella, otra vez estaba cabizbaja, temblaba visiblemente y no hacia frio en absoluto
- Eju rekaru haguã (ven a comer) – retiró una silla y le indicó que se sentara
Ella lo hizo, Luriel le pasó un pedazo de carne asada, ella lo tomó y trató de cortar con los dientes un pequeño trozo, pero el dolor por la mandíbula hinchada no se lo permitió.
Luriel le tomó el mentón y se lo giró para poder observar mejor, un corte en la zona inferior, en la línea del hueso era lo que le generaba el dolor. Le corrió suavemente el cabello que le caía sobre el rostro, volvió a levantarse y regreso con un recipiente que le mostro…
- Nde rembosako’i omonguera haguã che herida (lo preparaste para curar mis heridas) – su voz sonaba más ronca de lo normal
Ella lo miró a los ojos y una triste sonrisa apareció en su semblante. Había crecido con ese hombre, le tenía cierto cariño, pero jamás podría amarlo, lo supo después de conocer a Mario.
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Elizabeth Sánchez Herrera
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2023-11-28
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