Capítulo III

Mark

Me había puesto a la altura de una niña, ¿qué pasaba conmigo?, pero, sabía que mi subconsciente lo había hecho para probar lo que me decía mi intuición y sobre todo, para ver que tan buena sería.

—Estás jodidamente obsesionado —Escuche a mi lado mientras le contaba lo que había pasado.

—No, simplemente Leah es la mujer adecuada para ser la madre de mis hijos. Sin embargo, sus padres son un pequeño problema, especialmente su padre. Aunque no es empresario, tiene conexiones poderosas que podrían hacer lo que él quiera en un instante. Además, si Leah se convierte en mi esposa, esto nos daría una ventaja social. He escuchado que su personalidad es buena, a pesar de que su expresión puede parecer seria. Su amiga Eleanor es mayor que ella por un año y algunos meses, y este año tendrá una gran fiesta, lo que ayudará a la familia de Leah.

—Mark, cada día me doy cuenta de que tienes poder, mucho poder.

—Lo tengo, pero tenerlo significa saber manejarlo, no debo comportarme de manera egoísta para obtenerlo, además, ella es perfecta para mí, y sabes que sí. Espero que ella acepte, y que su familia me acepte, lo que me gusta de ella es que se adapta fácilmente, eso me trae ventajas, y por sus notas sabe de qué habla, su primo me dijo que es medio, grosera, y agresiva, no le gusta demasiado el contacto humano a menos que ella del primer paso.

—Quiero que me respondas algo —Mire a Adrián —¿por qué ella?, de tantas mujeres, ¿por qué ella?

—No lo sé, he tenido a muchas mujeres, las he tenido a mi merced, muchas trataron de amarrarme, pero ella tiene algo que las demás no tienen.

—¿cerebro? —Lo miro de manera seria, y él suelta una carcajada —Dos de tres mujeres que te has acostado este último mes, eran de excelente cuerpo, la mayoría operadas, solo te querían por el dinero, o porque tienes conexiones, ninguna utilizo su cerebro para saber que contigo no se puede ganar de esa forma. Además, Mark míralo de esta forma, ¿cómo vas a convencer a ese remolino de que tenga un hijo tuyo?, ¿qué se case contigo?

—Dos cosas mi amigo, la necesidad lleva hacer muchas cosas, ella dentro de poco cumplirá 17 años, faltando meses para la universidad, sus padres no tienen esa suma de dinero para la universidad, aunque su hermano está trabajando iniciando su propio negocio, aún es pequeño para ayudarla tanto, tienen que pagar costos para la hermana menor, no creo que sea problema.

—¿y la segunda? —preguntó dudoso Adrián.

—Eso, es una pequeña sorpresa.

—¿cómo es que te ves tan tierno, carismático y eres un jodido demonio?

—Solo es apariencia, y gracias a este rostro piensan que me van a ver la cara, muchas veces trataron de hacerlo haciendo relucir mi verdadera forma de ser —él niega mirándome.

—¿cómo es que nos hicimos amigos?

—Porque es diferente, soy un demonio en negocios, en mi vida social soy un encanto —Le sonríe de lado, y el volvió a soltar una carcajada más fuerte que la anterior.

—Esa chica te pondrá patas arriba, y si ganó… Me darás una casa.

—Tienes suficiente dinero para eso, mejor te pagó tu boda cuando te cases —Solté divertido.

—Tú sabes que yo no me comprometo, no seré tú, no quiero ningún divorcio, ni nada parecido.

—Eso lo dices ahora, habrá alguien que te ponga loco, y estarás tan enamorado que no habrá quien te frené.

—No funciono contigo —lo miro, él se encoge de hombros —La amabas, la amaste, y creo que lo harás toda tu vida, ella fue quien te hizo saber que era el amor, pero la dejaste, a pesar de que solo era esfuerzo, la dejaste Mark, estabas enamorado, y aun así le dijiste adiós.

—Es diferente, yo era muy joven y ambicioso.

—Aun así, no tienes tanto derecho en hablar de enamorados, porque tú estándolo, pusiste tu empresa, tu dinero antes que eso, y ahora maduro de mente, ves tu error.

—Lo sé, no tienes que decirlo a cada rato.

—Lo digo, porque eres muy inteligente, eres excelente en los negocios, pero a la hora de sentir, a la hora decidir sobre el corazón, sobre decisiones que no son relacionadas con negocios, eres un desastre —Tomé de mi café mirándolo, y lleve mi cabello hacia atrás un poco enojado.

—Lo sé, lo sé Adrián, sé que fui un idiota al dejarla, sé que no debí escoger el dinero, sé que solo era un pequeño esfuerzo más, pero no, decidí primero mi empresa, mi sueño, en vez de hacer sueños juntos.

—No te enojes, que puede que al final era lo que tenía que pasar. Pero, ten en cuenta que no habrá nadie como ella, ella murió, no volverá —lleve mi rostro hacia atrás.

—No sabes cuanto me duele eso.

—Simplemente, sea lo que sea que vayas a hacer, no la decidas a ella porque se parece a Savannah, es diferente.

Me quedé mirando fijamente un punto en la oficina después de que Adrián se fuera. La extrañaba terriblemente, especialmente porque debería haber estado allí con ella. Recordarla me hizo querer llorar. Sus ojos, su boca, sus mejillas, su sonrisa llena de vida que siempre intentaba dedicarme. Estaba siempre a mi lado, incluso me quedaba despierto hasta tarde viendo las fotos que ella me enviaba. Siempre estaba sonriendo, aunque podía ser muy malhumorada cuando quería. Pero su sonrisa cálida siempre tenía algo que decir acerca de todo. Hace cinco años, cuando la busqué para vernos de nuevo, fue cuando me enteré de que había muerto defendiendo lo que creía.

Suspire mirando el cielo desde las ventanas, me levante yendo hacia él poco a poco.

—Te extraño, tanto… extraño, tu sonrisa, tu manera de ser, tus consejos.

Savannah fue la mujer más valiente que había conocido. Odiaba la injusticia y siempre luchaba contra ella. Estaba estudiando derecho para contribuir a la creación de un sistema legal más justo y quería ser fiscal para detener los abusos de poder y proteger a los menores. Su vida se centró en la lucha contra la violación infantil, y murió defendiendo a una niña de ese terrible crimen. Esa niña era Leah, y así fue como la conocí, leyendo su archivo cuando descubrí la muerte de Savannah. El agresor le dio un golpe en la cabeza, lo que fue una tragedia, ya que Savannah siempre había sido imprudente, pero nadie podría negar que estaba orgullosa de haber detenido el abuso, aunque el culpable aún no haya sido encontrado y esto siga siendo un dolor para ella.

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