III - La dolorosa verdad

Capítulo tres

Rocío se recostó en la bañera, dejando que el agua tibia calmara su agotamiento. Las reminiscencias de aquellos momentos iniciales con Marcelo fluían en su mente. Recordaba la mezcla de sorpresa y desconcierto cuando él mostró interés en ella, una mezcla de sensaciones que se desvanecieron pronto con la noticia del embarazo.

El peso de sus decisiones se reflejaba en cada esquina de su memoria. La decisión apresurada de casarse, la presión de las expectativas familiares y las dificultades económicas que enfrentaron al inicio de su matrimonio, solo eran una parte de la historia. Aun así, ella había apostado a esa relación, después de todo ninguna era perfecta. Por lo que debía aceptar que tal vez eso era lo que le tocaba a ella. Pronto sus hijas crecerían e irían a la universidad. Por lo que empezaría a tener más tiempo para ella. Aunque ya no sabía en qué lo iba a terminar usando. Hacía demasiado que había dejado de ser Rocío, para convertirse en mamá y esposa.

Su mente vagaba entre recuerdos mientras el agua calmaba sus pensamientos. El amor inicial se había transformado en una mezcla de compromiso, responsabilidad y anhelos aplazados. Los sueños de finalizar su educación, de perseguir una carrera profesional, se habían desvanecido en medio de las demandas de la vida familiar.

El ruido del timbre la sacó de su ensimismamiento. Secándose rápidamente, Rocío salió del baño con la esperanza de que fuera Marcelo quien finalmente había regresado. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró con la oscuridad de la noche y la ausencia de su esposo.

La decepción se sumó a la carga emocional que llevaba consigo. El dolor y la incertidumbre sobre el futuro de su matrimonio se intensificaban con cada minuto de espera. La presión acumulada de los últimos días pesaba sobre ella, sintiendo que las expectativas de felicidad se desvanecían rápidamente.

Con un suspiro, se dirigió a su habitación. El silencio en la casa la envolvía, agudizando su sensación de soledad. El reloj marcaba las horas mientras Rocío se sumía en un estado de introspección y desasosiego.

En la penumbra de su cuarto, Rocío se encontró reflexionando sobre las decisiones que la habían llevado a ese punto en su vida. El sacrificio de sus propios sueños por el bienestar de su familia había sido una constante, una carga que llevaba con resignación, pero también con cierto resentimiento acumulado.

Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras una mezcla de emociones encontradas inundaba su corazón. La sensación de haber perdido el control sobre su vida se afianzaba, contrastando con la responsabilidad que sentía hacia sus hijas.

Victoria llamó tímidamente a la puerta de su habitación. Rocío secó rápidamente sus lágrimas y forzó una sonrisa antes de permitir que su hija entrara. La niña se acercó y la abrazó, mostrando una preocupación genuina por el estado de su madre.

—Mamá, ¿te sientes bien? —preguntó Victoria, con una mirada llena de cariño y preocupación.

Rocío le devolvió la sonrisa y asintió. Le aseguró que simplemente necesitaba descansar y que todo estaría bien. Con un abrazo reconfortante, Victoria se despidió, dejando a Rocío sola en la habitación.

La casa estaba sumida en un silencio sepulcral cuando Marcelo finalmente regresó a altas horas de la noche. Rocío, fingiendo estar profundamente dormida, escuchaba cada paso de su esposo al ingresar. Prefería fingir, dormir, que tener que discutir con él por llegar a esa hora y no avisar.

Justo cuando el silencio parecía ser absoluto, el teléfono de Marcelo sonó, interrumpiendo la quietud de la noche.

—Hola, cariño —dijo Marcelo, contestando la llamada en voz baja, probablemente tratando de no despertar a Rocío—. Sí, llegué, hace un rato… Fue un fin de semana increíble. Sabes que me encanta escaparme contigo.

Las palabras de Marcelo resonaban en la habitación, penetrando en el corazón de Rocío como dagas afiladas. La voz de la otra mujer, llena de complicidad y cariño, se filtraba por el auricular, desgarrando la ilusión de un matrimonio estable y fiel.

Rocío contuvo la respiración, fingiendo seguir sumida en un sueño profundo, mientras las palabras de Marcelo se volvían más íntimas y reveladoras. El nudo en su garganta crecía con cada afirmación de amor y afecto hacia la mujer en el teléfono.

El dolor y la incredulidad se entrelazaban en su pecho, una tormenta de emociones que luchaba por contener. La realidad de la traición se materializaba frente a sus oídos, rompiendo cualquier ilusión que quedara de un matrimonio sólido y comprometido.

—Claro que te extrañaré esta semana, pero nos veremos pronto, ¿de acuerdo? Te quiero, cariño —susurró Marcelo antes de colgar.

Rocío, sintiendo que su mundo se desmoronaba a su alrededor, mantuvo su fachada de sueño sin moverse ni hacer ruido. Cada palabra de su esposo resonaba en su mente, confirmándole la realidad que no quería enfrentar.

Una vez que el silencio volvió a reinar en la casa, Rocío abrió los ojos, sintiendo una mezcla de dolor y determinación. El engaño de Marcelo había sido expuesto frente a ella, marcando el comienzo de una nueva realidad que tendría que enfrentar. Aunque como toda esposa engañada, lo primero que se le vino a la mente fue el temor de ser responsable por ese engaño.

Tal vez no me cuidé suficiente, o no le presté atención, tal vez la rutina. Tantas frases que no tenían sentido se apoderaron de su mente que necesitó abandonar la cama que compartía con ese hombre y después de tomar las llaves del coche salió de la casa y anduvo durante toda la noche sin rumbo.

¿Qué haría después de eso?

¿Qué pasaría con sus hijas si decidía separarse de su esposo?

¿Cómo se mantendría si se separaba? Ella estaba desempleada.

¿A dónde iría a vivir con sus hijas? Su madre ya la había rechazado en el pasado cuando ella le pidió irse a vivir de nuevo con sus padres después de una gran pelea que habían tenido con Marcelo cuando Andrea solo tenía un año de vida. Sin importar lo que ocurriera, estaba casi segura de que su madre se pondría del lado de su esposo y no de ella.

Autora: Osaku

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