Safiye se encontraba en los dormitorios, poniéndose su uniforme para salir a entrenar. El joven tomó su espada y se la acomodó en el cinto. Caminó junto a los demás reclutas y se dirigieron al campo de entrenamiento.
Safiye examinó los blancos en los diferentes postes. Una mujer de semblante duro se puso frente a ellos.
—Soy la capitana Sagra Mousse, y estoy aquí para encargarme personalmente de su preparación. No tolero debilidad y espero que les quede claro —caminó de un lado a otro frente a las filas—. Los quiero en posición —señaló los arcos sobre la mesa.
Safiye se aproximó al igual que sus compañeros a tomar su arco. La mujer les clavó la mirada, analizando cada movimiento. El joven de mejillas rosadas, con algo de nervios, colocó la flecha. Sagra se detuvo frente a él y observó su identificador cerca de la solapa.
—Valentine.
El joven se enderezó.
—Un paso al frente y haga una demostración. Demuestre que tiene lo necesario para ser un Dragón.
El joven asintió con la mirada y dio un paso al frente para colocarse en la línea de referencia. Safiye sujetó el arco y tiró de él, con la mirada fija en el poste más cercano, dejando que su respiración se estabilizara.
—No tenemos todo el día. Lance la flecha de una vez —dijo la mujer con el ceño fruncido.
El joven soltó la flecha, y esta salió proyectada hacia su blanco. Con casi algo de suerte, logró pegar muy cerca del centro de la diana. La capitana se cruzó de brazos y sonrió altiva.
—Casi, Valentine. Tendrá que esforzarse si quiere estar a la par de sus colegas.
—Gracias por la recomendación, capitana. Lo haré.
La mujer se dio la vuelta y se paró frente a ellos de nuevo.
—Los demás. Adelante.
Los estudiantes se encontraban en la clase de cocina. Con el libro de recetas en mano, los equipos se dividían los pasos para realizar su tarea.
—Nunca he horneado un pastel. Y no me hace gracia tener que cocinar —Caddy tomó la harina y se la pasó a Dennett.
—La verdad, yo tampoco sé mucho de cocina. Mi papá siempre se encarga de eso porque no soy muy amante de cocinar. Siempre dejo la comida salada.
Caddy rió.
—No esperaba eso de ti. En mi caso, tengo cocineros en casa, no necesito hacer esto.
La rubia dirigió su mirada a Rupert del otro lado, el joven se acercó a tomar algunas cosas de los estantes mientras leía el procedimiento.
—Debes estar contento, Ru. Este es tu fuerte —mencionó Caddy.
—Vaya que sí. Estuve esperando mucho por esta clase. ¿Cómo van ustedes?
—Haciendo el intento —dijo la morena mientras rompía los huevos.
El joven soltó una risita.
—Yo les recomendaría tamizar la harina —se dirigió a Caddy.
El joven se alejó con una sonrisa.
—Su madre trabaja como cocinera en mi casa.
—Eso explica por qué tiene más experiencia —sonrió la morena.
Más tarde, los panes estaban listos. Dennett se acercó y abrió el horno para sacar el suyo. Yagurth se acercó por la misma razón.
—Ese pan es nuestro —el joven defendió su creación—. Ese es el de ustedes —señaló un pan agrietado.
Dennett miró la bandeja y se dio cuenta de que el joven tenía razón.
—Con gusto podemos pasarles la receta —dijo en tono burlón.
Dennett tomó su bandeja y sin decir nada, regresó a su mesa.
Al terminar de decorar, los estudiantes se prepararon para probar sus creaciones. Caddy observó el pastel de los ciervos; este se veía apetecible y con buena pinta. Los búhos miraron el suyo y el piso pequeño de arriba resbaló y cayó sobre la mesa.
—Creo que fue demasiada humedad —mencionó uno de sus compañeros y se acercó a mirar el pastel. El pan estaba demasiado húmedo.
—Podemos arreglarlo —Caddy hizo uso de su glifo para volver a colocar el piso del pastel—. Ya está.
Los jóvenes partieron sus pasteles y se los repartieron entre su grupo. Los ciervos miraban con gracia mientras disfrutaban de su pieza. Caddy dio la primera mordida y miró a Dennett con una expresión de desagrado.
—Les dije que no debíamos humedecer el pan en exceso —dijo uno de sus compañeros.
—Tomen. Disfruten de un verdadero postre —Rupert se acercó a las chicas y les compartió el suyo.
Caddy comió de inmediato, y su rostro reflejó alivio y satisfacción. Dennett probó un poco y miró al joven en señal de aprobación.
Más tarde, los jóvenes se encontraban haciendo ejercicio en el patio.
Nahir reía cada vez que veía a los GO.
—Vaya, que son una desgracia —miró a Yagurth.
—Ya madura, Nahir. No es como si hayas aportado mucho en la clase anterior —el joven continuó haciendo abdominales.
—¿Qué te pasa, hisopo? Tú y yo siempre fuimos un buen equipo.
Yagurth se detuvo y una expresión de molestia le dio un empujón y lo tiró al suelo.
—Si vuelves a llamarme así, vas a terminar en la enfermería. ¡Te lo aseguro, Nahir!
Yagurth tomó su toalla y se alejó. Los demás chicos se burlaron y otros solo observaron en silencio.
—Alguien tenía que ponerlo en su lugar —dijo Caddy en voz baja.
Dennett siguió a Yagurth con la mirada hasta que se perdió y continuó en lo suyo.
Más tarde, los jóvenes tomaron sus cosas para volver a casa. Un auto lujoso se aproximó a la entrada de la escuela.
—¿Caddy, mira quién llegó? —Rupert le tocó el hombro con el dedo.
—Ahora mismo, deseo morir —murmuró.
—Ve, no hagas esperar al chófer —se mofó.
—Cuídate, nos vemos mañana —Dennett la despidió con un abrazo.
La chica apresuró el paso y se subió al auto de inmediato para evitar que la vieran los demás. Detrás, otro auto se estacionó; Yagurth se aproximó y subió. Dennett y él volvieron a cruzar miradas; el vidrio del auto subió y continuó su camino.
Dennett y Rupert caminaron juntos.
—Tu pastel quedó delicioso. Eres muy bueno, Ru.
—Gracias —sonrió—. Tuve que hacer uso de algunos tips de mi madre.
—Caddy me dijo que ella trabaja en su casa.
—Así es. Mi mamá ha trabajado con los McGregor desde muy joven, por eso Caddy y yo somos muy cercanos. La familia de Caddy es gente muy amable, aunque no lo creas. A pesar de su posición, a mi madre y a mí, nos han tratado bien. Ellos nos tendieron la mano y ayudaron a mi mamá cuando mi papá nos abandonó —suspiró.
La joven le miró con empatía.
—Lo siento, Rupert. Espero no haberte abrumado.
—Descuida. Si bien me dolió en su momento, ahora pienso que mi madre y yo estamos muy bien sin él. Nos tenemos el uno al otro y eso es suficiente.
Dennett le puso una mano en el hombro, y compartieron un gesto de alegría.
—Bueno, nos vemos mañana. Por cierto —Rupert sacó de su bolsillo una hoja doblada—. Espero que te sirva. Si necesitas algún otro consejo, no dudes en decirme.
Dennett tomó el papel, y el joven se alejó.
Al llegar a casa, la morena abrió el papel y leyó en él algunos tips para evitar que su comida quede salada, entre otros consejos básicos que le serían útiles.
—Gracias. Los pondré en práctica.
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