Celo

Marion llegó como pudo a su casa, por el camino más de un lobo soltero la acechó, pero saben que ella ya encontró a su mate. Las hembras lobo, suelen desprender un olor a dulce cuando están en etapa del celo, lo que las hace más apetecibles, no solo para su pareja, sino para todo macho que se encuentre cerca. Es por ello que la marca es de suma importancia, ya que he ahí que se reconoce el sentido de pertenencia de ambas partes.

Como venía diciendo, la rubia llegó a su casa con la temperatura corporal mucho más elevada de como había salido de la mansión. Abrió la puerta de manera abrupta y pudo enfocar a su objetivo, que había salido de la cocina para fijarse en quién había hecho tal escándalo. Los ojos de los dos se encontraron y él notó que los ojos de la loba estaban dorados, había un leve gruñido que en vez de asustarlo, atacó con una punzada justo, en su entrepierna.

La loba camino despacio, preparada para cazar a su presa. Lo miró de arriba a abajo y se relamió los labios ante su delicioso bocadillo.

- Me temo que te voy a raptar, así que no pienses huir. - amenazó.

Pierre tragó grueso ante el significado de aquellas palabras. Él también deseaba poseer a esa bella mujer frente a él. Desde el mismo momento en que la vio luego de transformarse en su presencia. Y no, no era por su desnudez, era algo mucho más complejo que lo atraía a ella, convirtiéndolo en la polilla atraída por la luz.

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Amelie y Armand se hallaban en la misma situación, la linda parejita se había encerrado en su casa desde que se sintieron agobiados por la primera ola de calor.

- Armand, te necesito, quítame este dolor. - suplica con su vocesilla cantarina.

- Si mi pequeña Omega, te voy a quitar ese horrible dolor.

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Por otro lado, Yira llevaba sobre su lomo cual costal de papa, al inocente Pierre, quien se hallaba anonadado por lo salvaje del suceso que estaba viviendo. Jamás en su vida pensó, siquiera imaginó que los seres sobrenaturales existieran y mucho menos que él entraría a ser parte de los mismos.

La loba se detuvo, como pudo se bajó, al estar erguido, se dio cuenta de que estaba en el bosque. Frente a ellos se erigía una pequeña cabaña con acabados rústicos.

- Te necesito. - le dijo al oído, Marion. - Necesito que me hagas tuya y que tú seas mío.

Pierre volvió a tragar grueso, tomó la mano de la chica y subió las escalinatas de la entrada a la cabaña.

Al estar dentro, sin más, Marion arrancó la ropa de Pierre, dejando ver un sexy torso, que ella comenzó a saborear, provocando jadeos y gruñidos en el rubio.

- Eres tan delicioso, me encanta y enloquece tu olor. - le decía muy sensual - Mmmm... te voy a comer enterito mi hermoso compañero.

Se le trepó cual koala, enredando sus largas piernas alrededor de las caderas de Pierre, mientras que él la sujetó por las nalgas.

- ¿Dónde está la habitación? - preguntó como pudo, pues la loba estaba lamiendo y besando su cuello.

Sin despegar su boca del cuello, señaló con una de las manos hacia una puerta. Efectivamente era la habitación que no era muy grande, pero si bastante acogedora. Los recibió una cama queen, ataviada con sábanas blancas y un edredón floreado.

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Amelie subía y bajaba de la masculinidad de Armand, dando gemidos de placer por sentirlo adentro. Armand la tenía tomada de las caderas para ayudarla a aligerar los movimientos. Sus pechos se movían al compás de su ritmo de cadera.

- Eres mía, solo mía Amelie. - le decía mientras levantaba su torso para quedar sentado y que sus pechos se juntaran, mientras devoraba su boca. - Te amo mi hermosa Omega.

- Y tú eres mío, mi alfa, también te amo.

Así ambos alcanzaron el primero orgasmo del inicio del celo, que durará cerca de 3 o 4 días.

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Marion y Pierre estaban a punto de alcanzar el orgasmo, cuando la loba dejó salir sus colmillos y se los clavó en la unión entre el cuello y el hombro, provocando que ambos se corrieran de manera catastral.

Se quedaron por un momento abrazados uno al otro, sin él aún salir de ella. Había estado con algunas mujeres, no era un promiscuo, pero estaba seguro de que jamás tendría a una mujer como ella en la cama. Se sentía pleno, aunque por alguna extraña razón, sentía ganas de volver a copular con ella, era como si no se cansara. Aunque luego de la mordida, sintió que su cuerpo se relajó, sin darse cuenta, se quedó dormido abrazando a Marion, quien lo contemplaba de manera anhelada.

- Duerme mi amor, yo velaré tu sueño. - Miró por la ventana y contempló el reflejo de la Luna en las hojas de los árboles. - Gracias diosa Luna, sé que no he sido buena hija y aún así me diste la mayor de las bendiciones. Me llevaste a mi destinado, pese a que te recriminé antes.

Con ese pensamiento, se dejó caer en los brazos de Morfeo, absorbiendo el delicioso olor de su mate.

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