capitulo 4 El contrato. parte 3.

En la mansión.

Albert Stronger estaba sentado frente a una mesa de madera tallada en la habitación de Celia. La luz de la tarde se filtraba por las cortinas, bañando el lugar con un cálido resplandor dorado. Frente a él, sobre la mesa, reposaban dos bolsas de monedas: una contenía el botín obtenido de aquellos aventureros desagradables y la otra, sus ahorros personales.

Con un gesto despreocupado, Albert abrió la primera bolsa y comenzó a contar.

—Veamos cuánto obtuve de esos tipos… —murmuró para sí mismo mientras separaba las monedas.

Tras unos minutos de meticuloso conteo, llegó a la conclusión: 50 monedas de oro, 30 de plata y 45 de bronce. No era una fortuna deslumbrante, pero suficiente para considerarse un golpe de suerte. Sumándolas a las 150 monedas de oro que ya tenía, su patrimonio total ascendía a 200 monedas de oro.

Guardó las monedas con cuidado en el inventario del sistema y suspiró aliviado. El gasto de 10 monedas en la habilidad Contrato Espiritual parecía ahora un precio insignificante.

Un susurro suave interrumpió sus pensamientos.

—¿Dónde estoy…?

Albert alzó la mirada hacia la cama. Celia acababa de despertar. Sus ojos parpadearon confundidos, mientras observaba el techo familiar de su habitación.

—¿Celia? ¿Te encuentras bien? —preguntó Albert, acercándose con preocupación.

Ella se sobresaltó al escucharlo y lo miró con ojos grandes y tímidos. Un ligero rubor apareció en sus mejillas.

—Sí… estoy bien, joven maestro —respondió con voz baja, bajando la mirada.

Albert desvió la suya, algo avergonzado. Aunque sabía que había hecho lo correcto al usar ese método, no se sentía culpable porque era lo correcto, y también usó la teletransportación para llegar a salvo a la mansión. Había sido una decisión impulsiva, pero necesaria.

—Me alegra escucharlo. —Su tono era suave, pero firme. Luego, añadió mientras se levantaba—: Necesitas descansar un poco más.

Celia intentó incorporarse, pero Albert levantó una mano para detenerla.

—No. Es una orden. Tienes que descansar hasta que te recuperes por completo.

Ella asintió, aunque a regañadientes.

—Sí… como ordene, joven maestro.

Albert se giró para salir, pero antes de cerrar la puerta, dijo con una leve sonrisa:

—Descansa bien.

Celia se recostó de nuevo, pero algo en su mente no encajaba. “¿Cómo llegamos a la mansión tan rápido?”, pensó. Sin embargo, decidió no cuestionarlo. El cansancio aún pesaba sobre ella. Cerró los ojos, recordando vagamente los eventos anteriores, y un leve sonrojo se dibujó en sus mejillas mientras una pequeña sonrisa curvaba sus labios.

Rumbo a la Academia Fall Ford.

El carruaje avanzaba lentamente por el sendero empedrado. A través de la ventanilla, Albert observaba cómo el paisaje cambiaba. Los jardines que rodeaban la mansión daban paso a una carretera arbolada que conducía a la ciudad. El aire fresco llenaba el interior del carruaje, pero Albert apenas lo notaba, absorto en sus pensamientos.

Activó el sistema con un simple pensamiento, y un panel holográfico apareció frente a él:

> [Sistema del Mejor del Mundo]

Usuario: Albert Stronger.

Nivel: 1.

Habilidades: [Teletransportación (S)], [Sigilo (C)].

[Contrato Espiritual (S)], [Infundir Miedo (E)].

Estadísticas: [Mana: 4], [Agilidad: 5], [Fuerza: 5].

[Vitalidad: 5].

Albert suspiró mientras revisaba los números.

—Ni siquiera puedo usar un hechizo básico con este nivel de maná… —murmuró, frustrado.

Entonces, notó el mensaje pendiente en el sistema. Al abrirlo, su rostro se iluminó con sorpresa:

> [Información del Sistema]

Subir de nivel desbloqueará nuevas funciones.

Cada nivel incrementará todas las estadísticas en +1.

Al llegar a cierto nivel, se desbloqueará la segunda fase del sistema: Personalidad.

Alcanzará una fase final: Cuerpo.

—¿"Personalidad"? ¿El sistema comenzará a hablar? —se preguntó, tocándose la barbilla. Luego añadió con una sonrisa—: Esto se está poniendo interesante.

Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue la posibilidad de subir de nivel. “¿Será eliminando monstruos? ¿O completando misiones?”, pensó.

Antes de que pudiera analizarlo más, el carruaje se detuvo.

—Joven maestro, hemos llegado a la Academia —anunció el cochero desde el exterior.

Albert bajó del carruaje, agradeció al cochero y observó la imponente estructura frente a él. Fall Ford era una de las academias más prestigiosas del reino, con edificios de piedra blanca rodeados por altos muros cubiertos de enredaderas.

Con un último vistazo al carruaje que se alejaba, Albert ajustó su ropa y caminó hacia la entrada.

—Bien, hora de buscar al espíritu atrapado…

Un escalofrío recorrió su espalda al recordar su misión en este mundo. El mundo escondía secretos, y él estaba dispuesto a desenterrarlos.

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