Una tregua.

Gaby Anderson

Salimos de casa de Flor, estaba furiosa con Mateo, quería reclamarle por idiota. ¿Quién se cree para hablarle de esa manera? Cuando él, sabe que sus dudas son normales.

Mateo, de la misma forma en que es bromista y charlatán, cuando se enoja es un ser irracional. Dejaré que se le pase la ira, pero tendrá que escucharme.

En el vehículo me senté en la silla del copiloto, en el trayecto ninguno pronunció ni una sola palabra, papá tomó mi mano intentando tranquilizarme y darme consuelo. Me conoce bien y sabe que quería matar y comer del muerto.

Mateo mantuvo su cara pegada a la ventana. Simón lo abrazó intentando tranquilizarlo, lo cual es imposible con ese Homo sapiens. 

Llegamos a su casa, el bajo y no le quise mirarlo para despedirnos. Cosa que aumento se irá, lo sentí al verlo ingresar a su hogar y escuchar el golpe de la puerta que resonó en mis oídos.

Papá se acercó a la tía Lena, se saludaron con un beso en la mejilla, no tenía ánimo para visitas sociales. Ella lo comprendió y me saludó con la mano a la distancia.

Luego dejamos a Simón, también estaba furiosa con él, siempre le lleva la idea a Mateo en todas sus niñadas. Por lo tanto, tampoco me despedí.

—Gaby, Flor, no es una mujer fácil, ¿estás segura de qué quieres continuar? — Papá interroga.

—¿Cuándo piensas hablar con ella? — Le pregunto.

—Hoy pensaba hacerlo, pero no conté que los planes se frustraran. 

—No debes tardar. Sentir que te engañan debe ser de la patada.

—¡Le estás dando la razón!

—Solo digo que ella merece saber la verdad y ustedes no hicieron las cosas bien.

—¡Mi princesa es, una mujer muy madura! —dice papá apretando mi mano. —Sabes que ella no tomará las cosas bien.

—¿Quién acepta de buena manera que lo han engañado durante 14 años? — Respondo molesta. Siento rabia porque todos la juzgan, pero no son honestos con ella. 

El domingo quería saber cómo estaba, le pedí a papá que la llamara, pero nunca respondió. Pensé en ir, no tenía idea de con qué excusa. El abuelo estaba realizando la mejor actuación de su vida, por lo tanto, no podía salir. No había otra cosa que hacer, sino esperar al día siguiente.

Llame para saber dónde venía, su teléfono sonaba apagado. Me preocupaba ¿qué sucedió?

Llego muy puntual para recogerme, noté en sus ojos tristeza, así que me animé a preguntar, pero mintió. ¡Mateo me las pagarás por estúpido!

Llame a papá contándole que ella estaba triste, que por favor mirara que le paso. Me dijo que averiguaría, lo cual me tranquilizó un poco.

A la hora de descanso lo llamé nuevamente.

📱—¿Papi hablaste?

📱—Hola, preciosa, estuvimos ocupados revisando las fotos de su campaña, además no me dio la mínima oportunidad.

📱—¿Papá, seguro que intentaste hablar del tema?

📱—Hija, ella tiene otras cosas en mente y anda muy feliz con los obsequios que le llegaron

📱—¿De qué regalos hablas? ¿No será que estás celoso? 

📱—Alguien le envió unos tulipanes y no sé qué más y claro que no estoy celoso.

📱—¡Uh claro! Fingiré que te creo. En la tarde averiguaré quién se las envió, sin embargo, deja las excusas y mira la forma de hablar con ella.

📱—Lo haré, princesa.

📱—Cuento con ello papi, nos vemos en la tarde. Chao.

📱—Adiós, pequeña, cuídate. Te amo. 

Ahora solo me quedaba esperar que fueran las dos para que me recogiera.

Papá trata de mostrarse como el hombre tranquilo, pero es igual a la dama De hierro, muchas veces intransigente.

A la hora programada estaba ahí, esperándome.

—Hola, Gaby —me saluda al subir al auto.

—Hola, ¿cómo has estado? —pregunto.

—Bien gracias. ¿Quería saber si tienes mucha tarea o podemos ir al salón de belleza y al spa?

—¡Me estás invitando a una tarde de chicas! —exclamo feliz. Nunca la he tenido. Ella asiente. — ¡Vamos! —grito emocionada.

Le escribí a papá informándole que tendría una tarde de mujeres, me envió un emoji sorprendido.

Primero fuimos al Spa, nos hicieron un masaje de relajación, que cosa más deliciosa. Nos llevaron bebidas para Flor, un coctel y para mí, una bebida refrescante.

Después entramos al salón de belleza, nos realizamos, uñas, pies y cepillado. La decoración que nos hicieron en las uñas fue la misma y fue ella quien la sugirió. «¡Creo que ya me quiere un poquito!»

—Gaby yo escogí las uñas, ¿qué tal si tú escoges los vestidos? —abro mis ojos ante la sorpresa. Todo esto parecía un sueño. 

—¿Estás segura de que me dejaras escoger tu ropa? —pregunto para verificar que no escuche mal.

—Por su puesto hasta donde me he dado cuenta tienes muy buen gusto —dice robándome una gran sonrisa. La tomo de la mano y nos dirigimos a una tienda. Además, ya que está de tan buen ánimo, quiero que me acompañe a comprar ropa interior con papá o con el abuelo es imposible.

Ingresamos al almacén de una marca exclusiva.

—Buenas tardes, —nos saluda la asesora.

—Buenas tardes, —respondemos al mismo tiempo.

—Me colaboras por favor con lo que ella necesite —dice Flor, dándome a elegir.

Escojo dos vestidos similares, para ella y para mí. La reina del hielo, muestra su lado amable.

Me ayuda a escoger ropa interior sencilla. Aun mis senos no son tan pronunciados con top está bien. También escogemos unos cuantos juegos de lencería sexis, los cuales debo ocultar de papá. 

Por último, vamos en busca de un helado.

—¿Cuál es la razón real de la invitación? —indago

—Hay días que como mujeres necesitamos consentirnos y sentirnos bellas, sin esperar que alguien no lo diga —lo expresa con nostalgia y tristeza en su mirada. Quien creería que la Hitler se puede sentir de esa forma.

—¿Por qué a mí? —pregunto.

—Nos merecemos una tregua, aunque mañana vuelvas a hacer la misma chiquilla malcriada, —me dice con una sonrisa.

—Ok entiendo, tiempo de paz. Mañana serás nuevamente la reina del hielo —pronuncio. Reímos juntas.

De esta forma, termina nuestra tarde de chicas.

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Llegamos a su oficina a las 7 de la noche. Encontrándonos con un hombre horrible, ¡porque no es mi padre! La saluda con mucha confianza y coquetería, lo cual me molesta y no disimulo.

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