Nana

Flor Inés Villamizar

La pequeña se instaló en el set de fotografía. La garza, cómo quedó bautizada Sara, no volvió a intentar acercarse a mi moreno. La chiquilla es una feroz guardiana.

El sábado, llego y pensé que contaba con el apoyo de la bruja de mi futura examiga.

Me saco una y mil excusas para acompañarme, ya llegará el tiempo de cobrármelas, Simón, si aceptó mi invitación al igual que Mateo, mi hermana me saco el cuatro.

La chiquilla me dio una lista de cómo vestir.

*Llevar ropa cómoda, pero elegante

*No zapatos de tacón, no botas…

*Bloqueador y gorro.

*Líquido y Dinero.

*No llevar celulares o serán decomisados.

Lo más importante es la buena actitud.

Ja, ja, ja que se creen que estoy en el colegio, que soy una vieja arcaica.

Primero, recogeré a Mateo, quién vive a 15 minutos de mi apartamento.

Baje de mi auto iba a timbrar cuando mi adorado sobrino sale, me da un beso en la mejilla.

—¿Ya estás listo?

—Sí, tía, vamos, quiero aprovechar todos los juegos. Me toma la mano, halándome.

—¿Jovencito, no se te olvida algo? —Escucho la voz de mi hermana. Mateo, se acerca y le da un beso despidiéndose —¿Y a ti que bicho te pico, qué no saludas?

—¡Pensé que seguías durmiendo! —Sé que Lena, no me ha perdonado, por haberla puesto en medio de René y yo, pero es la única persona en quien confío.

—Hola, ¡y ese look! Me dirás qué fue también la idea de Gaby —expresa la abogada, con una sonrisa burlona, la cual odio.

—No, decidí remodelar mi guarda ropa —le digo en medio de una mueca hipócrita. Estoy vestida con: una camiseta blanca con cuello en v, un jean, chaqueta de jean, gorra, y zapatillas blancas.

—ok, fingiré que te creo —dice mi hermana.

—¡Cómo quieras! ¿A las 8:00 lo regreso? —pregunto

—¿Tía pensé que nos quedaríamos en tu casa? ¿Qué haríamos una pijamada con Simón y Gaby?— cuestiona Simón. Son muy pocas las veces que ellos se han quedado en mi casa. Tengo hasta la noche para pensarlo. Ya veré.

—¿Conoces a la chiquilla? —pregunto

—ee — Mi hermana, no deja que el chiquillo me contestará

—Se les está haciendo tarde, váyanse, Sabes que a la niña no le gusta la impuntualidad.—manifiesta Lena, mientras nos empuja para que subamos, al auto. Observo que se acerca al oído de Mateo y le susurra algo, que no alcanzo a escuchar. No me afano, tengo todo un día para averiguar que se trae.

Busqué saber si Mateo conocía a la pequeña, pero me cambiaba el tema, decidí no insistir, tenía un día para averiguar y quizás, la noche.

10 minutos después recogemos a Simón, la traidora salió junto con él.

—Buenos días, Flor, te ves hermosa, no te veía vestida así desde la universidad.— Se acercó, me dio en la mejilla el beso de Judas, pero la ignoré.

—Hola tía, concuerdo con mi mamá, te ves preciosa. —dice Simón.

—¡Oh, qué hombre tan adulador! Quizás si tuvieras 30 años, más serias mi príncipe. —respondo

—Ja, ja, ja. Gracias al cielo mi pequeño es un adolescente y está fuera de tu radar o lo tendrías, andando por la calle de la amargura. —Pronuncia la que pronto estará haciendo parte de la lista negra. Sonrió de medio lado.

—Todo listo príncipe, —él asiente y se despide de su madre.

—¡Ahora te dedicarás a ignorarme! Cuando lo que te hice fue un doble favor, —exclama, Karla.

—Hubieras tenido la delicadeza de avisarme, quién sería el fotógrafo, pero no.

—¿Sí, te lo hubiese dicho, lo hubieses aceptado? Además, en mi defensa puedo decir que te di pistas. —dice la mala amiga. Le regaló una mirada de aléjate.

—Hoy estoy en modo feliz y paciente, por favor no arruines mi estado —digo,

—Veo que Gaby, ha hecho cambios increíbles, —la miro con intriga, por sus palabras, —Darío me está llamando, me tengo que irme —huye la muy cobarde, antes de responderme lo que quiero saber.

Nos subimos, al auto los chicos, se saludan, comienzan sus pláticas, miro mi reloj y aún vamos a tiempo por la señorita.

40 minutos, después, estamos en casa de Gaby, timbro, quien abre la puerta es Ròse.

—¿Te vas a quedar ahí parada, en vez de saludarme? ¿Parece qué hubieras visto un fantasma?—exclama Ròse. Realmente me sorprendió verla, ella fue nuestra empleada doméstica. Quién era como nuestra madre, una mujer que ahora tiene unos 65 años. Por los días que me separé de René, su hija había dado a luz; ella renunció. Desde ahí jamás supe más de ella.

—Me sorprende muchísimo el verte, te llamé, pero nunca mis llamadas entraron. —digo, mientras ella me abraza.

—Lo imagino, son muchos años. En mi pueblo la señal es muy mala, además mi teléfono se dañó. El joven me busco cuando la niña Gaby nació y aquí estoy — manifiesta mi viejita. Eso quiere decir que ella sabe quién es la madre.

—Me alegra mucho verte, ¿más adelante puedo pasar por una de tus deliciosas tazas de café?

—Claro mi niña, siempre habrá una para ti.

—Gracias. — digo. No me había fijado que la chiquilla estaba allí esperándome. Su atuendo es muy parecido al mío, Camiseta blanca corta, chaqueta, jean, gorra y zapatillas blancas.

—Nana, hasta luego, te cuidas, no te esfuerces mucho, te quiero mucho. —le dice la pequeña con mucha ternura en medio de un abrazo.

—Hasta luego viejita cuídate, me tendrás por aquí más pronto de lo que imaginas. — me despido también. Ella es quien me resolverá muchas dudas que tengo.

Gaby, se saluda muy fraternalmente con los chicos, algo que me confirma que se conocen, ¿de dónde? ¿Cuándo? Preguntas que rondan mi mente. ¿Todos estuvieron en contacto con René?

—Antes de que preguntes, nana no me cuida, por qué está enferma, además ella no me podría orientar con mis trabajos —espero eso aclaré tus dudas. — dice la señorita —¿Nos podemos ir? —asiento. Ella toma el puesto del copiloto. Coloca música, en el recorrido se va cantando con los chicos.

Ya Amalia me había comprado los brazaletes, solo tenía que reclamarlos en la ventanilla, otra que me saco excusas para no acompañarme.

Una hora Después estamos ingresando, al parque de diversiones, ahora que recuerdo, jamás he ido a uno.

—Chicos sus brazaletes. Se los entrego. Pasamos la máquina que nos da el ingreso. Aquí no se nada. Así que ustedes dirán. Les digo.

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