Capítulo XVIII

La decoración del salón privado de la villa Belf, era hermoso. Estaba adornado de flores importadas, de un color melocotón. Brillos y los más preciosos cristales. El personal servía el mejor champagne, además de una gran variedad de exquisitos bocadillos.

Y mientras todos a su alrededor se movían con entusiasmo, Tanya continuaba con la mirada perdida, en esa noche amarga. 

—Estás preciosa.—Dijo Victoria, al verla con su precioso y largo vestido.

La chica sonrío a medias y soltó un suspiró largo.

—Esa sonrisa debería ser más grande. Esta es tu noche y debes brillar.—Victoria la atrajo hacia sus brazos, para regalarle un cálido abrazo.—Ahora vamos, qué todos esperan en el salón, por ti.

—¿Todos?—Pregunto nerviosa.

—Así es.

Tanya se enderezó y camino junto a Victoria.

Cuando llegaron al lugar, Tanya busco con la mirada a una sola persona.

—¿Te gusta la decoración?. Olivia siempre es espléndida, cuando se trata de una persona que aprecia. —Dijo Amanda, cuando se acercó a ella. 

Tanya asintió levemente.

Las horas pasaban y la única persona que ella deseaba ver esa noche, seguía sin aparecer.

—Esto te ayudará a relajarte. —Dijo Susan, mientras le ofrecía una copa. 

—Sabes que aquí, no puedo tomar alcohol.

—Bien, ahora vuelvo con un vaso de jugo de naranja y un toque de coñac —Dijo antes de guiñar un ojo.

Tanya sonrío un poco y se dio media vuelta de forma rápida.

—Lo siento.—Se disculpó, después de chocar con alguien.

—Hola.

Ella levantó la mirada, para encontrarse con unos ojos grises que destellaban tristeza.

Tanya abrió levemente la boca, había pensado en mil palabras que formular en ese momento. 

—¡Niña! Es hora de abrir tus regalos.—Amanda interrumpió a la pareja cuando llegó a ellos. Tomó a la chica de la mano y la llevó delante de todos.—Este es el primer regalo de la noche. ¡Ábrelo!.

Tanya tomo la primera caja, para abrirla.

—Gracias, son muy bellos.—Expreso la chica, al ver los lindos pendientes.

—Yo también quiero darte algo especial.—Zachary saco, de la bolsa de su blazer, una caja aterciopelada de un color rosa viejo.—Ábrelo.

La chica obedeció y tomo la caja para abrirla. Dentro de ella, había un brazalete de oro de una marca conocida.

—Al reverso tiene grabado la fecha del día en el que me conociste. Las iniciales de mi nombre y el signo del infinito.—Zachary tomo de vuelta la caja. Saco el brazalete y lo colocó en la muñeca de Tanya. 

—Es hermoso, Zachary.—Tanya toco su brazalete y acarició el signo del infinito.

Zachary no quitaba la mirada de su rostro. Su media sonrisa, disminuyó poco a poco. Esta noche debía guardar la compostura y reprimir sus sentimientos.

Pero estaba deseando con todas sus fuerzas tomarla y estrecharla entre sus brazos.

—¡Ahora es mi turno!.—Hablo Alba.

Zachary dio dos pasos hacia atrás, con la intención de alejarse, pero… 

—¿Tanya?—Pronunció su nombre en voz alta.

En el momento que Zachary comenzó a caminar hacia ella, Tanya entró en pánico.

—Zach...

—Te amo. Y si tienes que volar a otro país u otro continente, para lograr tus sueños, yo te apoyaré y me quedaré esperando por ti. Además, también podríamos viajar para vernos y hacer que esto funcione. 

Al escuchar aquello, el nudo en la garganta de Tanya, exploto.

—¿Tanya?...

Tanya solo miraba a su alrededor. Toda la atención de su familia, estaba enfocada en ellos dos.

—Zachary, cariño.—Lo llamo Amanda. 

Zachary ignoro a su abuela y acuno el rostro de Tanya, entre las palmas de sus manos.

—Mírame solamente a mí.—Zachary se percató de que sus manos temblaban y su corazón no dejaba de golpear con fuerza, su pecho.—Dime que correspondes mi amor y que todo lo malo se quedará atrás. Que haremos que esto funcione ¿Sí?.

Tanya cerró los ojos y exhalo con fuerza. Pequeña lagrimas rodeaban su mejilla

—Lo siento.—Sus palabras salieron en un susurro.

Zachary soltó su rostro. Sonrió a medias y se dio media vuelta, para alejarse de ella lo más pronto posible.

—¿Zachary?

Victoria tomó el brazo de Arthur, antes de que fuera detrás de su hermano.

—Deja que sea Tanya, quien vaya detrás de él. 

Mientras tanto, Susan sostenía su teléfono celular.

—Susan—¡Esto es épico!.

Tanya corrió hasta alcanzar a Zachary, entre los pasillos de la villa Belf.

—Zach...

Grito detrás de él.

Zachary se detuvo en seco. 

Tanya se acercó a él, de manera lenta.

—Pasado mañana me iré a París. 

—Te deseo buen viaje, Tanya. —Dijo antes de querer continuar con su caminó. 

—Tenias razón, esto nunca funcionaría. Solo míranos, somos tontos e inmaduros. Y una relación a distancia, solo terminaría por lastimarnos.

Zachary sentía que moría de tristeza.

— Sí, es lo mejor Tanya. — Pronunció con dolor—Te deseó buena suerte, que logres ser la exitosa arquitecta, que tanto anhelas ser. 

Tanya comenzó a sollozar. 

—También te deseo lo mejor, Zachary. 

El chico le regalo una sonrisa media, antes de irse. Pues no había más que decir en esta noche. 

Por la madrugada, Tanya no dejaba de observar la ventana. 

—¿Estás mejor?. —Pregunto Victoria, cuando se recostaba a su lado. 

—No. —Respondió con un suspiró lleno  de tristeza. —¿Crees que tome la mejor decisión? 

—No podría asegurar eso. Pero si puedo asegurarte que yo siempre estaré para ti, en tus momentos buenos y malos. 

Victoria abrazó a Tanya toda la noche, hasta que la chica se quedó dormida. 

******

La familia Belf, se había reunido en el aeropuerto para despedir a Tanya y a Susan.

Tanya se sintió un poco temerosa cuando Olivia se acercó a ella.

—Qué tengas un viaje Tanya. —Olivia tenía una sonrisa amable.

—Gracias, señora Belf. —Tanya correspondió el abrazo de Olivia. — Lo que paso...

—Tranquila, sé que eres una buena niña y no tengo razones para reprocharte algo.

Tanya volvió a abrazarla, tenía una mezcla de emociones difíciles de explicar.

—Todo estará bien, Tanya. Son jóvenes, todavía tienen muchas cosas nuevas que experimentar.

Tanya levantó el rostro hacia Olivia y con unas pocas lágrimas, asintió.

A 5, 567 km de ahí, Zachary bajaba del avión. Un brazalete de oro brillo en su muñeca, cuando extendió las manos para tomar su maleta pequeña.

Detuvo sus movimientos, cuando la canción Turning Page/Sleeping At Last, volvió a terminar.

Y cuando volvió a reproducirla, continuo con su camino.

La ansiedad y la inquietud de haber dejado algo inconcluso, un abrazo, una larga conversación, palabras cargadas de algo tan profundo, las emociones fuertes, la locura y los momentos sencillos que pasaron a ser gloriosos, se quedaron ahogados en algo, que no pudo ser.

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