Sus ojos comenzaron a abrirse lentamente, se sobresaltó al darse cuenta de que no podía ver debido a que los tenía vendados.
Su primera reacción fue sacarse la venda, pero se dio cuenta de que llevaba las manos atadas hacia atrás. El miedo se apoderó del pequeño y comenzó a llorar y a retorcerse. De pronto una voz suave y aniñada intentó tranquilizarlo.
_ Ssh, Ssh no llores. Tranquilízate no es bueno llorar. Tranquilízate, por favor.
El pequeño Alan comenzó a calmarse lentamente. Mientras la voz seguía hablándole.
_ ¿Eres niño o niña? Pregunto porque no puedo verte, yo también estoy como tú.
_ Soy niño - respondió entrecortado.
_ Yo soy niña, me llamo Julia ¿y, tú?
_ Alan. ¿A dónde vamos? - preguntó comenzando a llorar de nuevo.
_ No lo sé, Alan. No llores, por favor. Recuerda que no debes llorar - le dijo intentando calmarlo - que bonito acento tienes no eres de aquí, ¿verdad?
El niño no respondió. No sabía qué responder.
_ ¿Tú, sí? - preguntó.
_ Sí, soy de Puebla. Creo que seguimos en México. No ha pasado mucho tiempo desde que me subieron a este auto.
En ese momento la camioneta en la que iban se detuvo. Unos hombres comenzaron a vociferar frases casi imposibles de entender. Las puertas se abrieron bruscamente y unas manos se apoderaron de ambos chicos. Alan comenzó a llorar y patalear, mientras que oía gritar a la niña a su lado y pedir que la soltaran. De repente lo arrojaron dentro de algo que parecía ser otro vehículo. Esta vez su cuerpo chocó contra el otro chico. Lo supo porque oyó el quejido de dolor del niño debajo suyo.
Rápidamente, el vehículo hecho a andar nuevamente.
Esta vez el viaje se hizo eterno. De a ratos podía oír el llanto de más de una docena de niños y el suyo propio, que poco a poco iban cesando. Tal vez por cansancio o simplemente porque ya no tenían lágrimas que derramar.
En medio del terror y la desesperación Alan sintió que todo su cuerpo perdía fuerza y se sumió en un profundo sueño.
Lo despertó un calor agobiante. Tenía la garganta seca y áspera quiso hablar, pero no le salió la voz. Quería llorar, más sus lágrimas se habían secado. Sintió que se volvía a dormir cuando oyó a la niña de antes llamarlo por su nombre.
_ Alan, Alan ¿Sigues aquí? - preguntó con voz débil. Su llamado le dio fuerzas para responder.
_ Sí, aquí estoy - dijo casi inaudible.
_ Gracias al cielo, pequeñín. No he dejado de pensar en ti. Mantente fuerte, por favor. Quisiera ver tu cara cuando lleguemos a dónde sea que nos están llevando.
Esas palabras las guardo en su pequeño corazón y le dieron una pizca de esperanza.
Cuando volvió a despertar lo hizo por un brusco movimiento. No tenía idea de cuanto tiempo llevaba dormido. Poco a poco comenzó a oír sollozos. Un olor nauseabundo llegó hasta su pequeña nariz, que lo hizo revolverse en su lugar. Un líquido viscoso y hediondo se impregnó en su ropa y cara. Sintió ganas de vomitar. De repente un sonido hermético y metálico se oyó.
_ Pero, ¿Qué chingados es esto? - dijo el hombre llevándose la mano a la nariz - Maldita sea no se les ocurrió parar y darles por lo menos agua.
El otro hombre se asomó y con expresión de asco retrocedió.
_ No mames. Más de la mitad de la mercancía se perdió. A ver cómo le haces para decirle esto al jefe -le dijo a un a tercer hombre.
_ Tú, trae una manguera. Y vayan sacando a los que aún están vivos - grito con voz de mando, el primer hombre.
Acto seguido, los niños que aún vivían fueron sacados de allí. Luego los rociaron con el agua de una manguera, cuya presión lastimaba sus carnes. Pero que los niños agradecieron abriendo sus pequeñas bocas, intentando captar todo el líquido posible.
Tras un corto viaje llegaron a un lugar, donde la mayoría de las voces que se oían eran de mujer.
Una voz femenina algo rasposa y grave como de fumadora fue quien los recibió. Luego los condujo hasta una habitación donde los desataron y les quitaron las vendas de los ojos.
Los niños lentamente fueron abriendo los ojos. Alan fue el primero en hacerlo. Cuando lo hizo se encontró con la mirada de una mujer rubia, exageradamente maquillada que lo miraba de arriba a abajo.
_ Les traeré ropa limpia. Detrás de esa puerta está el baño - indicó - ahí encontrarán todo lo necesario para ducharse. Dicho eso salió de la habitación dejándolos solos y confundidos.
_ ¿Alan? - dijo una niña de unos trece años mirando a su alrededor.
El pequeño Alan sonrió cuando la vio.
_ Aquí estoy, Julia - dijo levantando su mano tímidamente. Cuando la niña lo vio sonrió de oreja a oreja y apresuró hacia él. Era una niña morena, de cabellos largos y ondulados y unos preciosos ojos cafés.
_ ¡Qué bueno, que estás vivo! - dijo y lo abrazo - Eres más hermoso de lo que imaginé - dijo, haciendo que el pequeño se sonrojara.
Más tarde, una vez que todos estuvieron aseados. Una muchacha en paños menores y cubierta por una bata casi transparente. Les acerco una fuente con queso, pan y frutas y una jarra con agua. Los niños se abalanzaron casi como bestias sobre los alimentos y empezaron a engullirlos sin masticar. Incluso Alan. Una de las niñas, inocentemente pregunto si no había leche en vez de agua a lo que la joven respondió:
_ Come y bebe lo que haya y agradece que puedes hacerlo. Ya no estás en tu hogar, niñita - sentenció mientras salía del cuarto.
Esa noche aunque todo parecía estar tranquilo y todos tenían el estómago lleno y un lugar donde reposar. Ninguno de los niños pudo dormir.
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Comments
Lorena Angulo
mucho desgraciado 😡
2024-04-11
1