Leonardo cayó de rodillas al suelo con la mirada perdida en el horizonte por donde había desaparecido su hijo. De repente Sara pasó corriendo a su lado. Eso lo devolvió a la realidad. Se levantó, corrió hacia ella y la sujetó, sosteniéndola fuertemente entre sus brazos.
Sara se retorcía y golpeaba su pecho, llorando desconsolada, pronunciando a gritos el nombre de su hijo.
De pronto, un montón de personas comenzaron a rodearlos. Entre todos esos rostros Leo pudo reconocer el de sus hijos que los miraban llorosos y asustados. Extendió su brazo hacia ellos y los niños corrieron a abrazar a sus padres, en una agónica desesperanza y desconsuelo.
Sara no pudo soportar más tanto dolor y se desvaneció entre los brazos de su esposo.
Un rato después, Sara abrió los ojos. Miró a su alrededor y el lugar le pareció desconocido. Justo antes de poder pensar en donde se encontraba. Las imágenes de su hijo siendo raptado volvieron a su mente. Comenzó a llorar y gritar pidiendo por él. Inmediatamente un rostro conocido se colocaba frente a ella y la tomaba de las manos.
_ Cálmate Sara - dijo con voz preocupada - esto no te hará bien mi niña. Cálmate, por favor.
_ Mi hijo, mi bebé - exclamó llorando y arrojándose a los brazos de su suegra, a quien quería como si fuese su propia madre. La mujer la oprimió contra su pecho y la acompañó silenciosamente en su llanto.
Mientras Sara se encontraba hospitalizada. Leonardo se encontraba haciendo la denuncia. Conversaba con el detective que había tomado su caso.
Se enteró de la cantidad de niños y mujeres que eran secuestrados a diario no solo en el estado de México si no alrededor del mundo entero.
Sin ánimos de matar sus esperanzas por encontrar a su hijo. Solo habló con la verdad. Le explicó sobre el gran negocio de la trata de personas y de los posibles destinos de aquellos que eran sus víctimas.
El detective al ver el rostro cada vez más ensombrecido del hombre. Trago saliva e hizo una pausa.
_ Obviamente, Sr. Greco. Es muy temprano para pensar en eso. Por lo pronto, esperaremos a que los secuestradores se comuniquen con ustedes. Quédese tranquilo, ya tengo a mis hombres trabajando en esto. Por ahora vuelva con su familia y no se despeguen de sus teléfonos y del teléfono del hotel.
Leonardo se levantó de una forma pesada. Su cabeza daba vueltas todavía no podía asimilar lo que estaba ocurriendo.
_ Muchas gracias, detective Roso. - dijo mientras le tomaba la mano. Tardo un momento en soltar la mano del detective. Sus labios se entre abrieron como si fuera a decir algo. El detective lo miró con preocupación.
_ ¿Pasa algo Sr. Greco?
Leonardo dudó por un segundo y luego preguntó sin soltar su mano aún.
_ ¿Qué debo decirle a mi esposa, detective? ¿Debo darle esperanzas?
El detective lo miró con pena, tomó su mano con ambas manos.
_ A decir verdad, no puedo asegurar que lo encontraremos. Solo puedo decirle que haremos todo lo que esté a nuestro alcance. En cuanto a su esposa no le mienta, háblele con la verdad. Por más dura que sea, siempre será mejor si usted está con ella para contenerla y apoyarla.
El Sr. Greco asintió con la cabeza y se retiró del cuarto con un aire de pesimismo que aplastaba.
Momentos después se encontraba en el hospital explicando a su esposa y a su madre todo lo que el detective le había dicho.
La Sra. Lidia Greco se cubrió el rostro horrorizada, no podía creer lo que escuchaba. Mientras que Sara se ahogaba en llanto contra el pecho de su esposo.
Esa noche Leonardo volvió con sus hijos al hotel y no se despegó del teléfono esperando esa llamada que le daría esperanzas.
Eran las ocho de la mañana cuando sonó el teléfono. Leo dió un saltó y se apresuró a atender.
_ Hola, ¿sí? - escuchó una voz familiar.
_ Hijo, soy yo tu padre. ¿Cómo están?
Leo suspiro con cierta decepción, pero a la vez se sintió feliz de escuchar a su padre.
_ Papá, te enviaré un número nuevo para que podamos hablar. Este debo mantenerlo desocupado por…
Su padre no lo dejó terminar se disculpó y cortó. Leonardo le envío el contacto por mensaje y enseguida un teléfono volvió a sonar.
_ Papá, siento haber olvidado mandarte el nuevo número.
_ No tienes por qué disculparte, hijo. Discúlpame tú a mí, siento que si hubiera aceptado viajar con ustedes como lo hizo tu madre. Por lo menos yo podría haberlos acompañado y esto no habría pasado.
Leonardo negó con la cabeza.
_ No, papá. No pienses así. Esto no fue culpa de nadie. Y mucha menos tuya o de mamá. Ella también se ha torturado pensando en que si no se hubiera quedado en el hotel por su dolor de cabeza, no habría ocurrido.
Los únicos culpables son esos malditos que se lo llevaron. Al finalizar esta frase su voz se quebró. Hizo una pausa y comenzó a llorar. Su padre se quedó al otro lado de la línea impotente, incapaz de encontrar palabras que consuelen la amargura de su hijo.
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Comments
Norym
tercer capítulo y ya mis ojos se llenaron de lágrimas.
tengo la leve impresión que este libro me hará llorar definitivamente /Rose//Rose//Rose//Rose/
2025-02-02
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