Luego de un almuerzo fuera de lo común, la familia Greco siguió caminando por las estridentes y coloridas calles. Cada tanto se detenían a comprar alguna que otra cosa que se les apeteciera.
Tras un largo rato caminando Leonardo vio que su hijo George se restregaba los ojos en señal de cansancio, lo tomó del brazo y lo subió a sus hombros.
El pequeño George era el tercer hijo de la pareja. Desgraciadamente, no contaba con muy buena salud. Había adquirido un virus de niño que debilitó gravemente su sistema inmunológico, haciendo del un niño enfermizo y frágil. Por lo que la mayoría del tiempo era el centro de atención de sus padres y hermanos. Los cuales entendían la situación delicada del pequeño y por ello prestaban mucha atención. Mucha más de la que pequeño Alan recibía. Quien era el menor de todos, pero los mimos y las atenciones especiales siempre eran para George. Sobre todo de parte de su padre.
El pequeño no entendía, la forma en que lo trataba. Siempre se mostraba mucho más frío y distante con él que con el resto de sus hermanos. Había algo más que él, en su ignorante inocencia jamás podría vislumbrar.
Por suerte, su madre y abuela, siempre intentaban llenar esos espacios llenándolo de mimos y atenciones cada vez que podían.
Alan al ver la acción del padre se quejó.
_ Yo, también quiero que me cargues, papá - dijo extendiendo sus pequeños y regordetes brazos hacia su padre.
_ No puedo. ¿No ves que llevo a tu hermano? Está cansado. Déjalo que descanse un poco y luego te cargaré -añadió tratando de suavizar su tono. Leonardo era consciente de que a veces perdía la paciencia muy rápidamente con el muchacho.
El niño frunció el rostro como si fuera a llorar, se le pusieron los ojos humedos y algo vidriosos.
_ Por favor, cárgame papi - repitió extendiendo sus brazos. _ Cárgame, cárgame, papito.
Leonardo lo miró con exasperación. Justo cuando iba a gritarle Sara tomó de la mano al niño y lo trajo hacia ella.
_ ¿Quieres que te cargue mami? - le pregunto cariñosamente.
El niño miró a su padre y vió el disgusto en su cara, se volvió a su madre y asintió con la cabeza. La dama lo alzó en brazos y le arrojó de reojos una mirada fulminante a su esposo. Siguieron caminando por unas cuantas cuadras cuando llegaron a un colorido puesto donde vendían unas telas artesanales preciosas de diseños originales.
_ Oh, mira Leo ¡Qué bonito es todo aquí! ¿Qué te parece si le llevamos algo de aquí a tu madre? Dijo mientras bajaba al niño al piso.
El esposo asintió con ánimo. Los niños también estaban encantados con todo lo veían. Se entretuvieron con unas esferas acrílicas de colores brillantes que simulaban ser piedras preciosas.
A Alan, en cambio, no le interesaba lo que veía y se apartó un poco ante el breve descuido de sus padres. Estaba ensimismado con unas estatuillas de madera hechas a mano, cuando de pronto sintió una mano en su hombro. Volteó y se encontró con un rostro amigable pero desconocido.
_ Hola, amigo ¿Te gustan las estatuillas? - dijo sonriente. Era un niño de no más de diez años quien le hablaba.
El pequeño Alan asintió.
_ Son muy bonitas.
_ ¿Verdad que sí? Mi abuelo hace unas que son para morirse. Las hace de piedras ¿Quieres ver? - preguntó ofreciéndole la mano.
Alan miró hacia donde estaban sus padres, recordando aquello de no ir con extraños. Pero él era pequeño e inocente y quién le ofrecía la mano era un niño sonriente no más grande que su hermano mayor. Así que tomó su mano y comenzó a seguirlo.
Comenzaron a caminar entre la multitud, de vez en cuando el niño miraba hacia atrás y apuraba más el paso.
_ Tranquilo chamaquito ya casi llegamos donde mi abuelo - le dijo el niño ante la aparente resistencia de Alan a seguir caminando.
En eso Sara dio una rápida mirada a sus hijos, enseguida notó la falta de Alan.
_ ¿Y, Alan? -Pregunto mirando a su esposo. Este volteó y miró a su alrededor. De repente el nerviosismo se apoderó de su esposa.
_ ¡Alan! ¡Alan! - Gritó
Leonardo bajó a George sobre una de las mesas _ Quédense juntos -indicó a sus hijos. Se apartó y miró hacia todos lados, de pronto una mujer le señala hacia una dirección
_ Allá van, se lo están llevando - gritó la mujer.
En ese instante, el tiempo se detuvo para la familia Greco. Un grito desesperado se oyó salir de la Sra. Sara. Los niños mayores comenzaron a sollozar asustados y confundidos.
Leonardo comenzó a correr entre la multitud abriéndose paso como pudo, gritando el nombre de su hijo.
_ ¡Alan! ¡Alan!
Cuando parecía que iba alcanzarlo, un hombre en bicicleta se atravesó, haciéndolo caer con mucha brusquedad. Cuando logró levantarse sus ojos se encontraron con los de su hijo que lloraba y extendía sus brazos hacia él. Lo último que vió fue como lo metían a la fuerza en un auto azul sin placa y al pequeño gritando y llorando, mirándolo con un miedo horroroso en sus verdes e infantiles ojos.
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Comments
Norym
woowww... wwoowww, excelente capitulo, y eso que recién es el segundo .
ésta historia creo que me va a encantar /Rose//Rose//Rose/
2025-02-02
1
Andrea Barrionuevo
su distanciamiento y desamor por al pequeño Alan es pq piensa que no es su hijo y es de su hno.
2025-02-04
0
Angeles Loza Felix
piensa que es del hermano
2025-01-11
0