Un viaje fue necesario para conocerlo; una mirada fue suficiente para enamorarme.
** ** **
No sé cuántas vueltas he dado por toda mi habitación solo para decidir qué ropa usar. Vuelvo a detenerme frente al espejo y deshago el peinado por enésima vez, mi cabello se enreda todavía más. No entiendo, es que nunca voy a entender por qué después de tres meses me sigo poniendo nerviosa cuando se trata de él: Benjamín D' Marco, el chico más simpático que puede existir.
—¡Peque! —Es la voz de mi madre.
—¡Dime! —respondo de la misma manera, gritando.
—¡ Dime! —Elevo más mi voz.
Silencio.
Lo único que hago en estos casos es correr hacia donde se encuentra. Ella está aquí, en la cocina, comiendo su postre favorito.
—Madre —digo de mala gana—, ¿qué decías?
—Ve si hay ropa en el tendedero, creo que lloverá, al menos eso figura en el pronóstico del clima.
—Madre, usamos secadora. —Contengo la risa—. ¿Me invitas?
—No..., pídeme lo que quieras... menos mi torta helada —dice con la boca llena.
—¿Podemos decirle a mi padre que tengo novio?
—No, Juliette, no. Ni lo sueñes. Le prometí que no te dejaría tener novio hasta los 15. —Se pone de pie y camina hasta el refrigerador.
—¡Tengo 15!
—Faltan nueve meses para tus quince.
Me quedo callada. Es verdad, mi cumpleaños es en abril y lo espero con ansias. Quiero que llegue ese día para así poder hablar con mi padre de Min, de cómo lo conocí, de cómo me enamoro, de todo lo que hace por mí, de lo feliz que soy a su lado.
—¿Vas a salir? —No espera a que responda—: Veo que sí, ¿pediste permiso? No.
—Madre, di que sí. Porfis, ¿sí?
—Avísame cuando estés lista.
—Lo estoy, ¿tan mal me veo? —Finjo estar triste.
—No, Peque. Vamos. —Se dirige hacia la silla, donde está su bolso y lo coloca en su hombro izquierdo—. Iremos caminando, tu padre se llevó el auto.
Salimos de casa tomadas de la mano hablando de temas triviales. Caminamos por largas calles durante minutos. Logro divisar un parque, rodeado de pequeños arbustos, solo puedo sentir alivio. Pensé que mi madre no se ubicaría sin Google Maps.
—Es allí —digo agilizando los pasos.
—Espera.
—Madre, tranquila, Benjamín no tardará en llegar.
—¿Segura? —Me mira con desconfianza.
—Sí, madre, segura.
—Está bien.
Por el tono de su voz deduzco que sigue dudando, así que saco mi celular y finjo que tengo un mensaje de mi novio: sonrío y miro en dirección al parque.
—Confío en él. Cuídate mucho, llámame por si necesitas algo. —Besa mi mejilla con cariño. Camina de espaldas agitando ambas manos. Sonriente, como siempre.
Empiezo adentrarme en el parquecito con la mirada en mis pies, esto será más difícil de lo que pensé. Levanto la mirada y me encuentro con la suya, al instante siento un cosquilleo en el estómago y tengo las manos sudorosas.
Está apoyado en una farola. Al verme, da un par de pasos y abre los brazos, una sonrisa se forma en sus labios. Sin esperar más señales me lanzo a abrazarlo, no controlo mi fuerza, terminamos tirados en césped.
Benjamín se incorpora conmigo sentada a horcajadas en sus piernas. Se toca la cabeza repetidas veces, hace una mueca de dolor. Tiro de su nuca para inspeccionar mejor la zona que sufrió más daño, por suerte no tiene ningún chinchón.
—Soñé con tenerte así —dice haciendo que deje su cabeza en paz para enfocar mi mirada en sus ojos, tiene las pupilas dilatadas.
—¿Cómo? —pregunto arqueando una ceja.
—Así como estamos... Q-Quiero decir, a solas, en un lugar tranquilo. Aunque con tu sonrisa me conformo, pero no puedo negar mis ganas por besarte.
—Y yo.
Sin darme tiempo a tomar aire se apodera de mis labios. Es un beso suave, tierno que termina tornándose a uno más, ¿apasionado? Cuando voy a detenerlo, él lo hace por mí y se lo agradezco. Me tumbo a su lado, llevo una de mis manos a su cabello y empiezo a jugar con el.
—Te quiero —susurra mientras roza nuestras narices—, no te imaginas cuánto. Te quiero, de verdad, te quiero.
—Yo también. —Alcanzo a decir antes de volver a sentir sus labios contra los míos.
—Me encantas. Eres la única persona con la que me siento realmente bien, contigo a mi lado siento que no me falta nada. Gracias por estos tres meses, valió la pena esperar por ti. ¡Feliz aniversario, mi amor! —Sonríe hasta con los ojos.
Me quedo asimilando las dos últimas palabras, ¿me llamó mi amor? ¿Mi amor? «¡Sí, Juliette, no estás soñando!»
—Definir estos tres meses contigo me resulta difícil, ya sabes, hemos pasado por mucho juntos. Pero me gustaría que seamos como las parejas normales, no vernos a escondidas y nada de lo que implica eso.
—Sabes que será por un tiempo. —Besa mi mejilla y se me olvida todo lo que tenía por decirle.
—Tengo un regalo para ti —dice al poco tiempo y se pone de pie para tomar su mochila.
—¿Qué es?
—No seas curiosa, amorcito. —Hace que me ponga roja por la vergüenza y me tiemblen las piernas por los nervios, agradezco estar sentada—. Tú solo cierra los ojos.
Hago lo que me pide. Solo este chico es capaz de hacerme sentir muchas cosas a la vez. Quién iba a pensar que me enamoraría de él, si en un inicio lo odiaba por ser tan escandaloso. Aún no sé qué hizo para tenerme así, cambió mi mundo por completo y ahora no puedo imaginarme una vida sin él; he terminado agradeciendo a mi madre por insistir tanto en inmigrar aquí, en Argentina.
—Ábrelos.
Parpadeo para adaptarme a la luz, como que se tardó mucho. Llevo ambas manos a mi boca, no puedo creer lo que veo. Lucho por contener la emoción. Lágrimas de alegría ruedan por mis mejillas, me lanzo a abrazarlo y su cabeza vuelve a dar contra el suelo.
—Min, eres el mejor novio del mundo. Gracias, muchas gracias —digo dejando besos por toda su carita.
—¿Te gusta?
—¡Me encanta!, ¡es mi saga favorita! ¡Amo los libros!
—¿Y a mí?
—¿A ti qué?
—Yo sí, Juliette.
—¿Tú qué?
—Olvídalo. Aún tengo sorpresas, vamos. —Se pone de pie y me tiende una mano.
*
—Comeremos ahí. —Señala con el dedo una cafetería—. Vamos, crucemos que está en rojo.
—Cafetería «Coffee & amore» les da la bienvenida, buenas tardes —nos saluda una señorita en la puerta. Está vestida con una falda negra ajustada y blusa blanca, tiene el cabello bien recogido. Da una buena impresión, si el café es exquisito definitivamente se convertirá en mi favorita.
—Buenas tardes —saludamos a la vez.
—Tenemos reserva —informa Benjamín.
—¿Nombre? —pregunta ojeando su pequeña libreta.
—Giancarlo Di Marco. —Acomoda mejor la mochila en su hombro.
—Mesa 26, segundo piso. —Señala las escaleras. Suelta una risita cuando le damos la espalda y empezamos a subir.
El lugar es espacioso. Las mesas y sillas están ordenadas por filas a una distancia de dos metros aproximadamente. Grandes cuadros de paisajes adornan las paredes y el olor es muy agradable: una mezcla de limón y lavanda.
—Cafetería «Coffee & amore» les da la bienvenida, ¿qué van a pedir? —dice de mala gana. Se va tirando la carta en la mesa.
—¿Y a este que le pasa? —digo para mí misma. Al ver que algunas personas voltean llego a la conclusión de que lo dije en voz alta.
—¿Qué? —Los mira serio, todos vuelven a lo suyo—. Tranquila —. Toma mi mano, la acaricia con su pulgar—. No hiciste nada malo, preciosa.
—Gracias. —Dos chicas me están mirando fijamente lo que me ruboriza, bajo la cabeza.
—¿Qué pasa? —Se incorpora para tomar mi barbilla y hacer que mire sus ojos.
—Nada. —Me alejo de su tacto—. Solo deja de hacer eso.
Ante su cara de confusión, a la vez de tristeza me apresuro a susurrar —: Es la primera vez que nos vemos en público, estoy nerviosa.
—¡Mozo! —Levanta la mano para llamar su atención sin conseguirlo.
—Disculpen, mi compañero no tuvo el mejor día. —Llega corriendo una chica morena, con una sonrisa.
—¿Puede cambiarme de lugar?
—¿Qué lugar prefiere?
—Uno que esté... a solas.
—Mesa 35, la que está al lado del muro y alejada de las cámaras. ¿Le parece?
—¡Genial!, gracias. —Se pone de pie y toma mi mano para dirigirnos al lugar designado.
Al instante me relajo.
Tomamos asiento y la mesera nos brinda la carta manteniendo su bonita sonrisa. Deberían existir más personas así en el mundo, transmite una vibra única.
—Un momento, en seguida les tomo el pedido —dice para retirarse dando zancadas. Este trabajo debe ser agotador, pues están todo el día de aquí para allá, y encima tienen que lidiar con un montón de personalidades.
—¿Estás más cómoda? —pregunta Min mirándome a los ojos.
—Sí, gracias, Min. —Me incorporo para besar su mejilla—. Eres único, estoy agradecida por tenerte. —Sonrío.
—Y tú eres preciosa e increíble. —Acaricia mi mejilla, deposita un beso en mis labios.
—¿Tienen listo su pedi-? Disculpen —dice la chica deteniéndose en seco.
Mis mejillas arden, puedo asegurar que estoy roja como un tomate. Vuelvo a tomar asiento.
—Me trae un café y una empanada. —Sigue mirando la carta—. Disculpe, ¿qué es "Coffee and Amore"?
—Es una orden para parejas, contiene dos capuchinos, dos cupcakes a base de maní y dos cajitas de chocolate.
—¿Ordenamos eso? —pregunta Min.
Asiento sin dejar de cubrir mi rostro; no entiendo cómo Benjamín puede contener la vergüenza.
Nuestro pedido llega después de cinco minutos. Comemos en silencio. No somos capaces de romperlo hasta que la mesera nos da la cuenta para pagar en caja. Nos atiende un joven muy amable. Salimos satisfechos y agradecidos por su buena atención. «Coffee & amore», mi cafetería favorita desde hoy.
Estamos en la parada de autobuses. Min no ha sido capaz de soltar mi mano en todo el trayecto, lo que provocó que transpire. Pero nada de eso importa, me transmite seguridad. A su lado me siento inmensamente feliz. No puedo imaginarme la vida sin él, aunque es obvio que él no lo sabe. Me cuesta expresar mis sentimientos, pero los demuestro.
El bus va a velocidad, el aire me pega en la cara con fuerza haciendo que se me erice toda la piel. Mis cabellos cubren mi rostro, los acomodo tras mi oreja. Volteo.
—¿Puedes dejar de mirarme así?
—Tienes los ojos cerrados, ¿cómo sabes que te estoy viendo?
Sonríe e ignora por completo mi pregunta—: ¿Estás bien? —Lleva nuestras manos unidas hasta sus labios.
—¿Dormiste?
—Eh... ¿Por qué lo dices? —Cierra la ventana, el aire cesa en segundos.
—Tienes la voz ronca.
—No... Bueno, quizás un poco. ¿Puedo pedirte algo?
—Sí.
El bus frena de repente y la puerta se abre de inmediato.
Bajamos todavía de la mano. Benjamín no deja de mirarme lo que me pone alerta, conozco esa mirada y sé que está apunto de vengarse. Hace poco le hice una broma, le dije que me regresaba a New York para siempre y por primera vez vi sus ojos cristalizarse.
—Juliette, tienes... Tienes los labios hinchados —dice preocupado.
—No juegues con eso, Benjamín.
—Lo digo en serio. Están un poquito hinchados.
—Mentiroso. —Me pongo delante suyo, alcanzo su cuello poniéndome en puntillas. Río tras alejarme, el pobre abre los ojos sorprendido y ante la mirada de un grupo de chicas se ruboriza por un segundo, literal.
—Cuando tu padre sepa de mi existencia, te dejaré los labios hinchados.
—Mi padre te matará.
Seguimos caminando calle abajo, entre risas.
Nos detenemos dos cuadras antes de mi casa, él me dice que entre y yo le digo que se vaya para entrar. Discutimos un largo rato por lo mismo, al final gano yo.
Abro la puerta sigilosamente. Veo la cabellera rubia de mi madre, tiene los codos apoyados en sus rodillas y la cabeza entre sus manos. Al sentir mi presencia me mira con ojos llorosos, se limpia las lágrimas con rapidez.
—¿Qué pasa, madre? ¿Por qué lloras?
—¿Así que llegaste?, ¿en dónde estuviste? —Aparece mi padre con una bandeja, trae vasos de refresco. Sí, aún no nos adaptamos al mate.
—Fui a hacer un trabajo con mis compa-
—Un trabajo con tus compañeras. —Suelta una carcajada—. ¿Qué hacías con un chico en la cafetería?
Miro a mi madre esperando alguna señal . Ella asiente levemente confirmando que mi padre sabe de Benjamín.
Ahora, ¿qué hago?
¡Ayudaaa!
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