Traiciones dolorosas

Kerstin Weber:

No sé cuánto tiempo había estado encerrada, pero sentía que me estaba a punto de volver loca. O quizás ya lo estaba.

Los sucesos con el señor Nakamura todavía inundan mi mente y me atormentan en sueños.

Desde ese momento él ya no había pisado más el sótano. El único que venía a ver mi estado era Haru.

Y hablando de él... se lo veía un tanto distraído, y podía percibir que se peleaba bastante con sus padres gracias a los gritos que a veces lanzaba tras la puerta.

Las paredes nunca me parecieron tan enfermizas como en este momento. Sentía que me sofocaba.

A veces me preguntaba como es que estaba lideando mi madre con todo esto.

¿Me estará buscando? ¿Me extrañará? Ya no lo sé, y quizás nunca lo sabría.

Como era ya habitual, se abrió la puerta y dejó ver a Haru con una botella de agua.

— Toma debes estar sedienta. — me tendió la botella y yo la agarré pero no bebí.

— Pronto va a venir una visita para ti, no pido que seas educada — me informó guardando una distancia considerable.

— Pues eres muy considerado — rodé los ojos.

— Va a venir en unos minutos — avisó agachandose a mi lado y mirándome fijamente.

Bajé mi rostro negándome a ver sus ojos.

— Sabes... cuando llegué por primera vez al salón de clase y te ví, nunca creí que acabaríamos así — susurró cerca de mi rostro, en ese momento lo único que se me pasó por la mente fue golpearlo con mi cabeza pero luego presté atención a lo que me estaba diciendo frunciendo el ceño.

— Pues yo tampoco — contesté maldiciendolo mil veces en mi mente.

— Quiero que sepas que tu muerte no va hacer dolorosa — me dijo mientras me sonreía sinceramente.

¡¿Que mierda con este chico?! ¡¿Realmente esperaba que eso me sirviera de consuelo?!

— ¿Gracias? — esta loco si cree que voy a dejarme morir en sus manos.

— De nada, va hacer difícil por que siempre suelo torturar a mis víctimas un poco, pero juro que solo recibirás un tiro en la cabeza.

Que encantador...

Haru se fue después de eso y yo me quedé una vez más mirando hacia las paredes, no había muchas cosas por hacer en un lugar como este.

Otra vez se abrió la puerta pero no era Haru el causante sino...

— ¡¿Jessica?! — pregunté mirándola atónita mientras ella entraba al sótano y cerraba la puerta tras si.

— Hola Kerstin — me sonrió mientras se paraba a tan solo unos metros de mi.

— ¿Cómo? ¿Qué haces aquí? ¿Estás con ellos?

Ella asintió y yo casi me desmayo.

— Te lo voy a contar todo — se sentó en uno de los sillones que había ahí y me miró. — Sabía que Haru te iba a secuestrar — soltó y yo abrí la boca para protestar pero ella me interrumpió — Lo sabía desde que te enteraste de la enfermedad de mi hermano.

— ¿Hermano?

— Sí, yo soy hija adoptada de la familia Nakamura. — reveló — Así que por ley también soy hermana de Haru.

Yo me quedé un momento procesando toda la información y sin querer se me vinieron a la mente algunos recuerdos de cuando estaba con ella y Haru.

Entonces todo cuadró en mi cabeza. Por eso es que Jessica estaba tan nerviosa cuando estaba con Haru, por eso es que él se la quedaba mirando algunas veces.

— Todavía recuerdo como jugábamos en el patio de nuestra casa en Japón. Pero todo se fue a la mierda cuando a mi padre le diagnosticaron psicósis a la edad de veintiocho años. Yo siempre supe que algo estaba mal con mi él— se paró del sofá y caminó por la habitación sin siquiera mirarme — Pero no lo quise ver, y luego de ese suceso inició la locura. Mi padre empezó atraerle el arte de matar y como las enfermedades mentales en su mayoría son hereditarias, pues mi hermano mayor Hideki también salio con esta enfermedad.

— ¿Y también empezó a matar? — pregunté pensando que nunca había oído el nombre del hermano de Haru. Así que se llama Hideki...

— Claro que si él era igual que mi padre. Mientras que Haru y yo no sabíamos como lidiar con todo esto. Pero un año después él encontró su forma — se río sarcásticamente y luego agarró un frasco de sangre de la repisa y me lo señaló — A Haru le gusta coleccionar estas asquerosidades.

Yo me quedé callada.

— Después de que huimos de Japón y llegamos a Tailandia, me decidí con terminar este lazo que me une a esta familia, hace dos meses ellos me propusieron un trato — posó su mirada en mi — Sí el secuestro sale bien y al final no hay pruebas de nada y ellos logran sacarte del país, me darán 250.000 dólares, eso será suficiente para lograr formar una nueva vida.

— ¿Sacarme del país? — ¡¿Me van a sacar de mi país?!

— Así es, no se a que lugar te va a llevar mi hermano pero no me interesa. Para ese entonces estarás muy lejos de mí.

— ¡¿Quieres decir que ayudaste a que me secuestren?! — le grité mientras me ponía de pie sobre el colchón.

— Sí, así es.

— ¡Maldita hija de perra! — me abalancé contra ella y empecé a pegarle con todas mis fuerzas — ¡Te creí mi amiga!

La puerta se abrió de pronto y a los pocos segundos sentí como unos brazos me alzaban y me alejaban de ella.

— ¡Sueltame! — golpee a Haru quién me impedía soltarme. Trataba de patearlo pero era fuerte.

— ¡Vete Jessica! — ordenó él y ella corrió hasta la puerta y salió, mientras yo trataba de sacarme a su hermano de encima.

Haru me llevó otra vez hasta el colchón y me soltó.

— ¡Cálmate! — gritó y yo lo miré con profundo odio.

— ¡Son unos hijos de puta! — grité y él ni siquiera me miró cuando caminó hasta la puerta y salió por ella, dejándome sola.

Sola, confundida y dolida por esta traición.

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