Viaje.

La adopción de los cinco niños se llevó sin ningún contratiempo, así oficialmente ellos se volvieron hermanos de Amelia, de nuevo estaba junto a esos pequeños que le hicieron tanto bien.

—Amelia, está hecho. Tienes a tus hermanos y me gustaría aclarar algo— un poco incómodo habló el duque.

—Le agradezco padre, y dígame ¿de qué quiere hablar conmigo?— extrañada, preguntó Amelia.

—La verdad lo que quiero decir, es que por ningún motivo te puedes enamorar de ninguno de los niños que escogiste como hermanos. No quería que supieras aún esto, pero es necesario que te lo diga, al lugar dónde irás se encuentra un chico que se eligió para que sea tú futuro esposo. El rey de aquel lugar dejó libre a tu madre con esa condición, todo tiene que ver con una profecía en sus sagradas escrituras.— Intentaba explicar el duque a su pequeña hija.

—Estoy dispuesta a hacer lo que sea para mantener a salvo a mí familia y si debo cumplir con aquello que se acordó, lo haré— decidida afirmó Amelia.

El duque se sentía orgulloso de en quien se había convertido su pequeña hija. Él también haría lo que fuese para protegerla y alejarla era la mejor manera.

Pasó una semana completa desde que Amelia regresó y con sus hermanos ya en la mansión, se decidió que viajarían pronto a aquel lugar desconocido.

—Amelia, niños. En su viaje llevarán como guardia al menos a cien de mis mejores hombres, sin embargo al llegar a la frontera de aquel lugar, ellos no podrán cruzar y los dejarán solos a partir de ese punto. Sé que suena peligroso, pero les aseguro que todo estará bien, no deben de tener miedo.— Aunque intentaba ocultarlo, el Duque si estaba preocupado.

—Yo confío en mi hermana y si ella está con nosotros, sé que estaremos bien— dijo Art y corrió a abrazar a Amelia.

—Claro que siempre estaré con ustedes, también me encargaré de protegerlos junto con Liam— acariciando la cabeza del pequeño, Amelia había hablado.

Obviamente tres de los niños eran mayores que Amelia, estos eran Liam y Félix de doce años, Max de once años, los otros dos eran menores y casi tenían la misma edad, Art y Arlo de nueve años.

Ese día prepararon todo para la partida de los seis niños, irían todos en un solo carruaje, en otro carruaje irían todas las cosas que necesitarían y en otro más iría la servidumbre que los ayudaría en lo que se necesitara hasta llegar a la frontera.

Los soldados estaban acostumbrados a ese tipo de viajes así que con ellos no había ningún problema.

Preparado todo, llegó el día de partir.

—Amelia, por favor promete que te cuidarás y si llega haber algún problema, rompe el cristal que está junto a tu collar, eso hará que yo aparezca ahí de inmediato, solo funciona una vez, así que por favor utilízalo si de verdad es necesario. Te amo tanto mi pequeña— con los ojos llorosos, el duque despedía a su pequeña hija.

—Padre, prometo que me cuidaré y estaré bien. No dejaré que nada me lastime, no debe preocuparse por nosotros— Amelia abrazó a su padre y así se despidieron, sin saber cuándo sería la próxima vez que se verían.

De esta forma el viaje de los seis niños dio inicio. Aunque no sabían a dónde se dirigían, los cinco niños estaban muy felices por poder viajar, pues estando en el orfanato nunca tuvieron esa oportunidad.

—Hermana, ¿tú sabes a dónde vamos?— muy intrigado preguntó Art.

—Si soy honesta, solo sé que es un lugar donde estaremos a salvo y mejor. Lo más importante es que estaremos juntos— con una sonrisa explicó.

—¿Estás segura que estaremos bien?— con algo de temor preguntó Arlo.

—Por supuesto, además daría mi vida por protegerlos, no deben preocuparse por nada— abrazando al pequeño, Amelia lo reconfortó.

—Si Amelia lo dice debe de ser cierto, yo confío en ella y ustedes también deberían de hacerlo— así apoyó Liam a su hermana.

—Es cierto, yo también confió en ti pequeña, no es por nada pero desde que apareciste en nuestras vidas, estamos mucho mejor— también se escuchó el apoyo de Max.

Amelia se sentía muy feliz por estar rodeada de sus hermanos, así pasaron dos semanas hasta que pudieron llegar a la frontera del imperio Country, que era el imperio humano.

—Señorita, ni yo sé que es lo que les espera del otro lado, desde aquí se puede ver qué está todo bien, pero es solo una barrera que los habitantes de ese lugar pusieron para que no sepamos que hay del otro lado. Por favor cuídese mucho y de verdad espero que les vaya bien.— De está manera, el capitán del escuadrón de soldados, se despidió. Solo observó como los niños cruzaban aquella barrera y desaparecían. Dando así por terminado su trabajo. Aquellos soldados y sirvientes eran tan leales al duque que tomaron una medicina hecha por magos que hacía que perdieran la memoria a corto plazo, de esta manera no recordarían absolutamente nada sobre el viaje y mucho menos sobre la hija de su señor.

Al entrar al nuevo lugar, Amelia y sus hermanos se maravillaron al ver lo hermoso que era. Estaba rodeado de naturaleza, plantas y flores de todo tipo, se veían cascadas y un río a lo lejos, simplemente parecía que habían llegado a un paraíso.

—Mira Amelia, esta flor es hermosa— Art había tomado una de las flores que allí había, pero al mismo tiempo comenzó a respirar con dificultad. Al parecer era una flor venenosa.

—¡No toquen nada y mantengámonos juntos!— gritó, asimismo fue de inmediato a dónde se encontraba su pequeño hermano. Entre Liam y Félix, cargaron al pequeño Art y lo llevaban lo más rápido posible por el camino, que al parecer los dirigía a un poblado. Cuando llegaron a la entrada, se veía a guardias muy bien armados.

—Señores, por favor avisen a su señor que Amelia Grant ha llegado y necesito su ayuda.— Ella suplicaba por ayuda para su hermano.

Al avisar quien era, no tardaron mucho en abrir las puertas y dejarlos pasar. Todo parecía normal, pero eso cambió cuando quién curaría al pequeño Art llegó, era lo que en el mundo que Amelia conocía llamaban monstruo. Un ser con cuernos, pero su forma era humana.

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