Distintas clases de hombres

Al llegar al jardín, sintió una profunda nostalgia, se hallaba en una casa que no era la suya, aunque la casa donde vivía anteriormente jamás la sintió como propia. Aunque las cosas no eran igual ahora, allí, ella era prácticamente un mueble, a veces una sirvienta, muchas tantas tenía que soportar los berrinches de Flora y el desprecio de su padre. Su nostalgia no era por ellos, sino por extrañar a su madre a la que había perdido años atrás, y a su abuelo quien estaba hospitalizado desde ese entonces, y al ser él la única persona amada que le quedaba, se vio obligada a pedir la ayuda de su padre, a costa de lo que fuera.

Luego de emitir un largo suspiro, la muchacha caminó por un pequeño sendero cubierto de pequeñas piedras, hasta detenerse frente a una hamaca brasileña, sin dudarlo un segundo se sentó en ella, inhaló profundamente soltando de golpe el aire retenido en sus pulmones, sintiendo cierto alivio en su interior. Con mucho cuidado levantó los pies sobre la hamaca poniéndose cómoda, quedando casi recostada sobre la hamaca, alzó su mirada hacia el cielo nocturno, observando con detenimiento el oscuro manto celestial cubierto de miles de pequeños puntos brillantes. Al hacerlo recordó que de pequeña había adquirido la costumbre de sentarse en el jardín de la casa que compartía con su madre y su abuelo, a observar las estrellas e intentar muchas veces contarlas, era algo que hacía al menos una noche a la semana, generalmente durante las épocas cálidas. Los recuerdos comenzaron a fluir en su memoria de tal manera que de repente Camila se dio cuenta de que estaba llorando. Pero no era para menos, su actual realidad distaba mucho de todas aquellas escenas que ella había imaginado en el pasado que viviría. Secó las lágrimas con sus dedos y cerró los ojos intentando hallar nuevamente el equilibrio de sus emociones.

La noche era tranquila, el aire tibio no hacía otra cosa más que invitar a los sentidos a dejarse llevar, y sin que ella se diera cuenta se quedó profundamente dormida, sin siquiera imaginar que había alguien observándola a la distancia. El corazón de la muchacha se tranquilizó, su respiración se hizo más lenta y acompasada mientras estaba envuelta en los brazos de Morfeo. Un aroma bastante conocido invadió los sentidos de Camila, era una mezcla de madera con sándalo, era exactamente el mismo aroma que había inspirado cuando besó a Adrián.

-¿Adrián?- dijo la muchacha abriendo lentamente sus ojos, y acomodandose en la hamaca, para encontrarse con la imagen de Jackson frente a ella.

-Lo siento, pero no soy Adrián- respondió el joven- aunque me hubiera gustado- agregó sonriendo ganándose una mirada extraña de ella- ¡No lo tomes a mal!- le dijo el muchacho sentándose a su lado para luego explicarle- Me refiero a que eres muy bonita, la madre de Adrián eligió muy bien a su nuera- ella sonrió con timidez, ya que lejos de ofenderla el comentario de Jackson la halagó.

-A decir verdad, ella jamás me vio antes de la boda- refirió la muchacha.

-Bueno, entonces... ¡Adrián ha tenido mucha suerte!- dijo él sacándole otra sonrisa a Camila.

-¡Ja, ja, ja!- se carcajearon ambos.

Una vez que las risas se disiparon, ambos jóvenes comenzaron a charlar sobre sus vidas. A través de esa charla, Camila se enteró de muchas cosas referentes a la amistad entre él y su esposo, supo que Adrián había sido un excelente estudiante en sus épocas universitarias, que ellos dos se conocían desde la adolescencia cuando coincidieron en una clase para aprender a tocar guitarra. Le pareció algo extraño el hecho de que un joven con todo el dinero que su esposo poseía fuese a tomar clases de guitarra, pero Jackson le refirió que su amigo hasta tenía intenciones de formar una banda, sueños que se desvanecieron luego de la muerte de su padre, al tener que dedicarse únicamente a los estudios que hacían al manejo de la empresa familiar. Ella también le contó a él ciertas cosas de su vida, más que nada los bellos momentos que tuvo mientras su madre aún vivía, sus sueños universitarios truncados debido al fallecimiento de esta y la enfermedad de su abuelo. Todo esto sin revelar su verdadera identidad, ni tampoco los motivos de su boda con Adrián.

Luego de una charla muy amena, Jackson se despidió de ella, prometiendo que cuando regresara de visita, la invitaría a cenar. Ella aceptó gustosa, después de todo le había caído bien el amigo de su esposo, parecía ser un hombre sincero y sin malas intenciones.

A paso lento, Camila llegó a la habitación que compartía con su esposo, entró y al verlo allí postrado sintió nostalgia y algo de pena por él, después de todo había dejado sus sueños musicales de lado para poder hacerse cargo de la empresa familiar y ahora se hallaba inmóvil y sin sentido. Se prometió que si el despertaba lo instaría a volver a ellos, siempre y cuando que Adrián no la corriera de la casa al saberse casado sin su consentimiento.

Suspirando se dirigió al baño, decidida a darse una ducha, al terminar, se vistió con un sencillo pijama que consistía en una blusa de tirantes finos y un short bastante corto. Caminó hacia la cama, se sentó junto a su esposo, observándolo como cada una de las noches anteriores para deleitarse en la belleza masculina que él poseía. Además de tener unos rasgos faciales muy bellos, el hombre tenía un cuerpo envidiable, sus brazos, pecho y abdomen estaban muy bien trabajados y tonificados al igual que sus piernas. ¿Cómo lo supo? Fácil, con mucho cuidado y temor, asegurándose de que nadie se atrevería a ingresar a la habitación, quitó las mantas que cubrían el cuerpo de Adrián, desprendió los botones de la camisa del pijama que él llevaba puesta, mordiendo su labio mientras pasaba su dedo índice desde la garganta del muchacho, deslizándose lentamente por el centro de su pecho para detenerse en sus perfectos abdominales. Se sintió tentada a continuar explorando, hasta que el toque en la puerta la sobresaltó y con la velocidad con que un rayo cae desde el cielo en un momento de tormenta volvió a cerrarle la camisa, tapándolo nuevamente con las mantas.