LA LLEGADA

— Teresa, mi Tere buenos días, ¿cómo estás?

— Alegre de que ya estés en casa. Han sido meses solitarios, tristes, sin ustedes. Todo fue tan inesperado. O bueno, jamás estamos preparados para las cosas inesperadas negativas.

— Tú me entiendes, mejor que nadie.

— Si mi niña, también quede viuda y sola. Sin ningún familiar.

— Gracias al señor benjamín que se compadeció de mí y me trajo con ustedes, a este paraíso.

— Recuerdo que benjamín, estando de viaje por América, me envió una carta y me decía que te había conocido, me contaba tu historia, que estabas sola en el mundo. Y él pensó que nosotros estábamos solos y que nos caería bien tu compañía y ayuda.

— Bueno, Tere, tenemos que planear que vamos a hacer.

— Bueno, aunque ya tengo algunos planes, magníficos.

— Me imagino,

— Te voy a contar, debemos tener cosechas por estaciones. Ya las planifiqué

— Debemos, comprar animales de granja, hacer establos.

— Un huerto con una cantidad de plantas medicinales para poder fabricar los jarabes, brebajes y demás para el consultorio que voy a colocar en la ciudad.

— Emilia, tienes excelentes planes, la cuestión es que para tantas cosas, no te dará el tiempo.

— Tere, sabía que me dirías tal cosa, pero, pero también pensé en esa parte, debemos conseguir un mayordomo y uno o dos empleados.

— ¿qué dices?

— Sí, así debemos hacerlo. Y bueno, ¿has pensado en algún mayordomo?

— Tere, antes de regresar, envíe una carta al señor, Ramón de Normandía, benjamín confía en él para esa cuestión de empleados.

— Y el día de hoy quedo de enviar 3 empleados. Así que debemos estar atentas para recibirles y poner todo a funcionar.

— Tere debemos ir a arreglar la casa de empleados. Esa casa tiene años que no se ordena, debemos sacar los colchones viejos, para colocar los nuevos y tener todo listo para ellos

— También pensé en una joven para que nos ayude en la cocina. Tu sola ya no podrás con tantas cosas.

— ¿Tere, que opinas?

— No creí en que necesitara, una ayuda en la cocina.

— Tere, lo digo por qué ya seremos más y el trabajo de la casa se aumentará, es pensando en tu bienestar.

— Niña Emilia, si está bien, me gusta la idea

— y si vemos, que necesitamos más personas, según la necesidad vamos contratando.

— Pero teresa esa joven, si la debes buscar, y sabes que lo debes hacer, porque ella debe estar bajo tus órdenes. En todo lo de la casa, el huerto y los animales del jardín de normandy.

— Bueno, escribiré al ama de llaves del Márquez del Riscal, la señora helena, es mi única amiga.

— Vamos a preparar algo de desayuno para estos caballeros y bueno para nosotras.

— Emilia y sabes quienes son esos 3 hombres, o sea te enviaron sus cartas de presentación.

— Sí, hace unas semanas, me las envió a portuense. Los 3 han trabajado para el duque, algunos condes y marqueses.

— Y si es así han trabajo para esos nobles, ¿por qué venir a trabajar en Normandy?

— Teresa, entiendo tu pregunta, el señor ramón me explicaba que ellos, trabajaban para el Márquez de Urrutia, pero este lo ha perdido casi todo en apuestas y juegos.

— Claro entiendo. ¿Y a qué horas estarán llegando?, en la última carta que recibí, me indicaban que si no había contratiempo estarían llegando a media mañana del día lunes, o sea hoy.

— Pero sabes, teresa sus cartas de referencia, no sé qué las hice, creo

Que las deja en Portuense. Ya pedí, me las enviarán, pero llegarán en unos días.

Por ahora, esperemos que estén acá. Necesitamos que Normandy empiece su nueva etapa.

— Teresa, anoche sintió los truenos

— Claro, pensé que iba a llover. Pero por normandy no llovió, ¿Quién sabe en las otras vereda?

— Siempre que truena pienso en los valles de la soledad. Ellos se inundan y los lugareños sufren por las cosechas. Siempre pasa lo mismo y el ducado no ha hecho nada.

— Pero bueno, vamos a nuestros deberes.

La noche fue algo tormentosa para el duque y sus acompañantes, ellos habían acampado en el valle de la soledad. Llovió fuertemente la zona donde acamparon, se inundó. La gran mayoría del equipaje estaba lleno de lodo y mojado, lo único que se salvaguardó fue la alforja de Felipe, él la había colocado sobre un tronco viejo y la había cubierto con un cuero de buey.

— Javier, Felipe, que vamos a hacer, para cambiarnos, estamos empapados. Y estas ropas, si no las cambiamos, nos vamos a resfriar. Y nuestra ropa está inservible.

— Señor dice Felipe, mi ropa está seca, si no le incomoda la ropa de este humilde servidor, se la pueden colocar.

— Felipe, hombre, claro que las utilizaremos.

— Señor, es ropa humilde, pero está limpia y huele bien, mama Martina la coloca lavanda.

— Claro Felipe, sé que está limpia y huele bien, solo es que nos quede buena,

— Si, señor, les quedara, vamos a cambiarnos.

Así que los tres precedieron, a cambiar sus ropas. Y ya listos para partir a Normandy.

Duque empezó con estornudos y algo de tos.

— Señor Bernard, la noche pasada por agua le afecto.

— Algo Javier, pero esperemos que solo sean estos estornudos, que a medida que se vaya el frío de la mañana, pase esto. Así que vamos mis estimados, aún nos faltan algunas horas.

El viaje transcurrió en total calma. Bernard estuvo pensativo, tenía la ansiedad llegar a Normandy. Quería conocer todo, lo esplendoroso que había escuchado.

— Señor, si observa esa espesa arbolada, ahí está Normandy, desde acá se ve lo hermoso del sitio, resalta en este valle, parece de cuento.

— Sí, tienes razón, esos árboles así como están se ven hermosos.

Todos los linderos eran árboles, y estaban perfectamente alineados, se veía una figura geométrica, en esos inmensos valles. Cada vez se veía lo majestuoso de esa arbolada y Bernard entraba en más ansiedad. Cuando estuvieron en los portones del sitio, se veía un sitio de ensueño. Para Bernard, era una experiencia nueva, había viajado por todo el mundo, él había visto maravillas, pero esta era una maravilla diferente, era como un paraíso, el que pensaba que tal vez así hubiese sido el paraíso que Dios había hecho, antes que Adán y Eva pecaran.

A medida, que avanzaban, se veía lo hermoso del lugar, aves de varios colores, tamaños, especies, flores como rosas, jazmines, orquídeas. Él estaba encantado con la cantidad de colibríes, danzando sobres las flores, el beso de las mariposas que le daban al aire fresco de la mañana. Las liebres que desde sus madrigueras los veían como los espías más intrépidos. Entre más avanzaban, se acercaban a la fuente de agua, la veía como una de las maravillas del mundo. Ella tenía 4 brazos en forma de caracol que llevaba el agua a varios canales y estos a su vez la llevaban por toda normandy.

Cuando estuvieron en el corredor, descendieron de sus caballos.

— Teresa dice Emilia, ya están acá, han llegado las 3 marías, ja, ja, ja, vamos a recibirles.

Emilia y Teresa, al sentir la llegada de los caballos, salen al encuentro de estos tres caballeros.

—Bienvenidos, los estábamos esperando, gusto saludarles. El señor Ramón me había informado de su llegada, muy puntuales.

Los tres se miran asombrados.

— ¿Cómo así que nos estaban esperando?

— sí, acaso, ustedes no son los tres recomendados de don Ramón de Normandía, él me dijo que llegarían, hoy en horas de la mañana.

— Ahhh, si claro somos nosotros responde duque.

El duque observa a las dos mujeres, en especial a Emilia, ella debe ser quien decía Felipe, es lo que imaginaba, única en su belleza, esa piel dorada como el trigo, su voz dulce, pero a la vez dominante, ella debe ser.

En ese momento se le llegaron tantas cosas a la cabeza.

— Mucho Gusto, me llamo Bernardo, mis acompañantes son Felipe y Javier.

— Mucho gusto somos Teresa y Emilia.

— El gusto es nuestro.

— Bueno, bienvenidos a Normandy donde la tranquilidad no tiene fin.

Javier y Felipe se miraban y no entendían por qué el señor duque no se presentó como debería ser.

— ¿El señor que pensara hacer?, Javier habla con él, yo no entiendo

— Ya hablo con él. Espérame ya vengo.

— Señor, excelencia, usted que está haciendo.

— Nada Javier

— ¿Cómo que nada, señor usted es el duque?

— Si Javier, pero ella no sabe quién soy, y yo solo sigo lo que ella dice,

— Señor muy fácil decirlo y mañana cuando debamos ir a los llanos a trabajar usted que va a hacer, recuerde ella estaba esperando empleados para que les ayuden, dígame señor me perdonará, pero la lluvia de anoche le sentó muy mal, está delirando

— Ja, ja, ja, ja, ja, ja, no deliro mi estimado Javier.

— ¿Qué vamos a hacer?

— Javier, acá vinimos a trabajar, eso vamos a hacer.

— Señor, ¿cuándo los verdaderos empleados lleguen que haremos?. Excelencia cordura.

— Javier, ya he pensado en eso.

— Y que ha pensado, que debemos estar atentos y hablaremos con ellos para así poder trabajar los 6

— Excelencia usted no va a ordeñar vacas, labrar la tierra.

— Claro que lo haré

— Es imposible lo que escucho. Y el ducado, tenemos dos meses, si no perderá su lugar. Señor, se lo imploro.

— Javier desde acá gobernaré.

— ¿Señor, como hará tal cosa?

— Ya he pensado

— Señor, y a qué horas reflexiona tantas cosas.

— Déjame, vamos a terminar de conocer el lugar y colocarnos a las órdenes de las señoras, vamos entremos, yo tengo hambre, ¿usted no?,

— Señor, yo tengo angustia.

— Calmado.

Emilia y teresa, servían el desayuno para sus invitados, los llamaron

— Venid todos a la mesa.

— Deben tener apetito. Vamos sentémonos. Vamos, esto se colocará frío, sin pena.

Javier y Felipe no querían, hacer tal cosa, como iban a comer en la misma con el duque, eso era una falta de respeto. Sería el despido de ellos.

Bernard se sentó cómodamente, al igual las damas, pero ellos no.

— Bueno, y es que ustedes no suponen ayunar, les dice Emilia.

— Mi señora, nosotros no estamos acostumbrados a comer en la misma de nuestros señores.

— A no acá, todos deben comer en este comedor, no importa raza, credo, clase social, rico, pobre, el rey, el duque, bueno, esos señores por acá no vendrían, Ellos ni saben que existimos, ellos solo saben que existen los impuestos ja, ja, ja, jajaja.

— Así que vengan, sentados acá.

— Haber compañeros vengan a comer, esto está delicioso, bueno, eso veo, apresuren.

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