NORMANDY

—  Señor, dice Felipe, hice las averiguaciones de las personas

que tienen aves y en especial aves exóticas.

—  Dime Felipe, ¿encontró al dueño del papagayo?

—  Señor estuve en un lugar llamado Normandy, es una

vereda que está a 6 horas de la ciudad y es muy hermosa.

—  ¿Por qué hermosa?

—  Señor, se divisa una zona boscosa, parece inhóspita, pero a medida que se va a entrando, es muy florida, muchos árboles, flores hermosas, animales grandes y pequeños, mariposas, muchos colibrís. Color

mucho color. Cuando se entra a la vereda hay una fuente de agua. Después hay aves de todo color, tamaño y especie, los árboles de ese sitio tiene una infinidad que no sé cómo describir, lo que vi.

—  Señor, parece cuento de los hermanos Grimm.

—  ¿Me hablas en serio Felipe?

—  Sí, señor. No tendría por qué mentirle.

—  Bueno, y aparte de lo hermoso del sitio,

encontraste a la persona encargada del lugar.

—  No, señor, espere unas horas a las afueras de la

casa, no llego nadie.

—  Señor, estuve mirando por las ventanas, las

cortinas no estaban cerradas. Y se ve un lugar tan acogedor. Quería quedarme.

Observe un cuadro con una fotografía de una dama hermosa.

—  ¿hermosa? ¿Te refieres a qué hermosura? Se ve que

es una mujer joven, cabello negro a la cintura, cara ovalada, ojos negros, cejas angostas, labios carnosos, una piel del color de la canela. Señor, solo observé su rostro en esa fotografía.

—  Felipe, agradezco por tu labor. Ve a descansar.

—  Sí, señor, que tenga una buena noche.

—  Bernard, ahora si había entrado en más cavitaciones, la ansiedad aumento, ya quería que

amaneciera, para partir a ese lugar.

Paso gran parte noche imaginando ese sitio. Quería estar ahí.

En horas de la madrugada logro conciliar el sueño. Pero él no esperaba dormir profundo.

Para poder salir temprano. Pero no fue así.

Cuando despertó ya estaba el sol, en su ventana.

—  Ooohhh, ya es muy tarde, Felipe, Javier, Martina, por favor donde están, ya es muy tarde. ¿Por qué? ¿Por qué?, no me han levantado, no me llamaron.

—  Señor, sabemos que hoy es la fiesta y está bienqué esté motivado, pero aún no son las 6 de la mañana.

—  Javier ya deberíamos haber partido.

—  ¿A dónde Señor? ¿Teníamos algún viaje?

—  Javier, debemos viajar, ya sé de donde es el papagayo.

—   Señor, no podemos viajar a ningún lado, los invitados estarán llegando sobre las 6 de la tarde.

—  Javier, debemos hacerlo, es de vital importancia.

—  ¿Señor, de vital importancia saber de un papagayo?

—  Javier entiéndeme debo ir.

—  Señor, pero deme una razón para esto.

—  Javier, siento la necesidad de ir a ese sitio,

      Javier necesito hacerlo.

—  No, señor, no podemos. Hacer esto. Mañana podemos partir, pero hoy no.

—  Señor, podemos esperar un día.

—  Javier, no sé qué me pasa, pero hay algo que me dice que debo ir a tal sitio.

—  Señor lo entiendo, pero cálmese.

—  Javier, si tienes razón, mañana viajaremos.

Emilia, regresaba a casa, después de estar fuera de casa, por unos meses. Había sido un

viaje muy largo y agotador, había estado de viaje por la ciudad natal de su

difunto esposo, cuando este murió, había estado casada por 15 años.  Cuando ella se casó vino a vivir a Normandy  porque su esposo era criador y cuidador de aves, él

había comprado el terreno y lo había hecho un hábitat de diversidad de aves y

también de otros animales. Juntos trabajaban la tierra y cuidaban todos sus

animales, eran felices, hasta que Benjamín enfermo y tuvieron que viajar a su

país de origen.Emilia aún estaba acongojada por la partida de su esposo. Pero sabía

que tenía que regresar, era doloroso volver al sitio donde había sido tan feliz.

Normandy para ella se convertiría en un nuevo reto, ahora que estaba sola.

En el ducado, todo estaba en furor, los empleados corrían de aquí para allá,

preparando todo para la gran fiesta. Bernard está sumido en su oficina

trabajando, pero pensaba en esa mujer que había descrito Felipe. Cada minuto

que pasaba aumentaba  la curiosidad. Pero

él sabía que debía trabajar, también esperaba ver a esa mujer, en horas de la

noche, él creía que asistiría a la fiesta.

—  ¿Javier, todo listo?

—  Sí, señor.

—  ¿Y usted, está preparado, para recibir sus invitados e invitadas?

—  Javier  que cosas dices.

—  Recuerde señor, el motivo principal de este fiesta.

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