La Seducción Del Conde

La Seducción Del Conde

Cap 1

Piel Desnuda

Te voy a hacer mía, lo prometo.

Me embriagaré de tu piel

Y besaré los pliegues de tu alma.

Tomaré tu mano

Y te guiare a la perdición de mi boca.

Provocaré una explosión entre nuestros cuerpos

Y terminaremos ardiendo juntos.

Él apreció, con todo el deleite que a sus pupilas inundaba, cómo la luna se

reflejaba en la piel desnuda de aquella dama tentadora.

Las manos le ardían ansiosas después de encontrarla al llegar al lago, en

busca de algo que calma

se

 sus pensamientos y lo dejara dormir. Ya era de

madrugada, probablemente media noche, y ahora tenía más que claro que su

cabeza desecharía todas aquellas preocupaciones sobre finanzas y

  se

centraría solo en la mujer que se daba un baño en su propiedad

Matthew estaba escondido en un arbusto mirando cómo la tierna piel se

fundía en las ondas marinas que reflejaban todas las constelaciones del

cielo.

 A la orilla de este logró divisar las prendas que antes cubrían el cuerpo

desnudo, y para su sorpresa, las telas parecieron ser de una excelente

calidad, quizás, si hubiera más luz, podría haber asegura donde que era de seda

La joven debía ser de buena cuna, dedujo rápidamente, y buscó su rostro

intentando averiguar de quien era hija, pero no encontró en sus rasgos ni un

parecido con los nobles que conocía, y eso era mucho decir, a sabiendas de

que se enorgullecía de regocijase con todos los de su clase.

 Quizás fuera una extranjera o una bella joven que aún no era presentada al

mundo.

Sonrió de lado con malicia.

Esas eran sus favoritas.

―¿Se encuentra agradable el agua?―se atrevió a preguntar mientras salía

de su escondite.

 La chica se paralizó ante las palabras que llegaron por sorpresa a sus oídos

y por un momento sintió que el alma se le hundía hasta el fondo del lago.

Se volteó, totalmente rígida hacia

 el lugar oscuro del que había provenido

el sonido.

Un hombre se dejó ver entre las sombras. Su gruesa silueta reflejándose en

las ondas del agua. Era imponente y bajo la luz de la oscura noche, se veía

casi aterrador. El único rasgo que divisaba a la perfección, era aquella

sonrisa peligrosa que adornaba sus gruesos labios.

En aquel momento, ella fue consciente

de dos cosas: la primera, estaba

desnuda

 en el estanque y nada la podría salvar de que ese hombre mira su piel expuesta;

 ni muchísimo menos de que le contase a su padre que de

nuevo se había escapado por la noche y en segunda, se percató de que la

mirada que él le brindaba, hacía que le temblaran los pies que estaban

sumergidos dentro del lago.

―Perdone, señor. Yo solo...

―Milord.

Corrigió el hombre sonriendo con más ímpetu y solo con ese gesto, la

joven palideció, dándole envidia a la blanca luna.

―Milord―repitió ella como si necesitara decirlo para creerlo.

El susodicho comenzó a acercarse hasta la orilla, con pasos que para ella,

fueron una tortura. Tenía la cara pintada de vergüenza y su mente trabajaba

a toda potencia buscándole una salida.

«Dios, sácame de ésta, por favor». Imploró mirando cómo los ojos verdes

del hombre brillaban como si tuvieran

 luz propia.

Tembló.

―Es curioso, ¿sabe?―comenzó a hablar él, mientras se cruzaba de

brazos―. Cuando adquirí esta propiedad, no sabía que una bella dama

venía incluida en ella. Ya veo por qué me salió tan costosa.

Sí, en definitiva era un completo imbécil. 

Tras sus palabras, la joven supo que la única salida era nadar hasta la orilla,

donde él estaba, y tomar sus prendas. Respiró profundo, armándose con

toda la valentía que tenía en el pecho, y comenzó a ir en su dirección, a

sabiendas de que intentaba jugar con ella y no debía caer.

―¿Tan rápido se va?―comentó Matthew mientras veía el patético intento

de la dama por salir de allí.

Llegó a la orilla y maldijo por no tener el brazo tan largo para alcanzar sus

prendas.

―Oh, viene por esto

—se percató él mientras se inclinaba y

 lo pescaba con

las manos.

Ella se limitó a ver sus ropas interiores siendo tomadas por sus largos

dedos. De pronto, el agua fresca del lago, no funcionó para apagar el calor

de su cuerpo.

―Demelo, por favor

pidió mientras sus entrañas le rogaban salir

corriendo de allí.

Miró como él sonreía en su dirección y se mordía lentamente el labio

inferior. No todos los días, lord Matthew, tenía una inocente criatura con

quien jugar.

―Lo haré―aseguró cambiando las prendas de mano―, pero a cambió de

algo.

Ella apretó los puños debajo del agua.

― ¿Qué quiere?

―Su nombre.

Tembló. Aquello no era bueno.

― ¿Mi nombre?

Se hizo la desentendida.

El hombre asintió.

―Sí. ¿Cuál es su hombre, bella sirena?

Definitivamente estaba en problemas. Si aquel lord descubría su apellido,

sabía que su reputación quedaría totalmente ahogada en ese lago, aún sin

tan siquiera haber sido presentada en sociedad.

¡Maldita fuera la hora que, por llevarle la contraria a su madre, decidió

darse una escapada nocturna!

―No puedo decirle mi nombre―fue sincera, intentando que él tuviera un

poco de compasión.

¿Compasión?, ¿desde cuándo la fría

 dama quería eso? Bueno, desde que su

reputación colgaba en forma de un camisón blanco, de aquella varonil

mano.

―Entonces creo que no tendrá esto―

respondió él, sonriendo, haciendo que

la mismísima noche

 

alabase

 el brillo de sus imponentes ojos.

―Es usted un cabrón.

Las palabras se le escaparon antes de que pudiera taparse la boca para

detenerlas, y es que a ellamuy en el fondo, no le gustaba que se hicieran

los listos creyéndole tonta

Una de sus aficiones, definitivamente, no era

perder.

―Cuida tu boca, hermosa.

Le anunció entre dientes haciendo que su rostro se viese serio. De nuevo,

ella debía remarcar que era aterrador.

―Deme mi ropa―repitió sin pedírselo, esta

 vez, de forma educada.

―Dígame su nombre.

La voz insistente que salía con aquel tono ronco hizo que la sangre le

hirviera No tenía alternativa. Debía hablar y decirle cómo la llamaban,porque por más que luchara, una mortal no le podría ganar al mismísimo

diablo.

―Violett―habló rendida, cerrando los ojos mientras las palabras salían

corriendo, con un temor interno que le caló el alma.

― ¿Violett qué?―insistió el hombre, sintiendo cómo aquel nombre le hacía

cosquillas a su boca.

―Violetta Whitman.

Y entonces, tras escuchar aquel apellido, supo todo de ella: Era la hija de

los barones Belmont. Su padre era un conocido de años con el que tenía

algunos negocios, y la dama sería presentada en sociedad esa misma

temporada.

Lord Benjamín Matthew, Conde de Montesquieu, no era un hombre que

hablara mucho. Él se consideraba una persona recta, apegado a la etiqueta y

fraternidad solo con los de su clase. No tenía un solo lazo de cariño hacia

nadie, y en el ámbito de las mujeres, hacía años que no se hacía de una

amante.

Aquel cuerpo se veía muy tentador.

Casi le entraron ganas de pedirle que saliera del agua y tomara por ella

misma sus prendas. Quería ver lo que la corriente escondía, pero no debía

asustarla. No aún.

―Ha sido todo un placer conocerla, lady

  Violett

. Sé que pronto nos

volveremos a ver.

Anunció con una sonrisa que abarcó todo su rostro, mientras dejaba las

prendas en el suelo y daba media vuelta para volverse a montar en el

caballo.

Ella miró como él se alejaba y por todos los santos que el nudo en su

garganta se marchó junto con aquellos gruesos labios.

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Comments

Samantha Ivett Olvera Rodriguez

Samantha Ivett Olvera Rodriguez

no valla a salir con que ese tipo de hombres es el protagonista machista fisgón no le gusta las mujeres se crean listas acaso para ser listo tienes que ser hombre es una estupidez

2024-04-08

0

Cruz Mejia

Cruz Mejia

ohh 😱 que trama este hombre, interesante inicio

2024-04-01

0

Suleima Rengifo Londoño

Suleima Rengifo Londoño

jajaja

2024-01-28

1

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