Episodio 8: Quererte

^^^Naenia Relish.^^^

Mi marido me puso de espalda contra la cama y se posicionó entre mis piernas desnudas. Mi camisón había sido arrancado de mi cuerpo en un parpadeo.

Tragué saliva cuando lo vi en todo su esplendor, tan grande y en cada esquina de su cuerpo había sido llenado por músculos y cicatrices por las incontables batallas que ha liderado.

Mi marido es un demonio en aspecto y personalidad. Mis hijos y el personal de la mansión le temen, pero aunque yo también le temo, sigue siendo mío para poseer.

Mi demonio, mis músculos y mis cicatrices, todo en Draven me pertenece como yo le pertenezco a él.

Siempre me he dicho que sería un error enamorarse de mi esposo, pero creo que llevo amándole desde que dijimos el sí en el altar en el día de nuestra boda. Solo que ninguno de los dos nos hemos dicho un te amo hasta ahora.

—¿En qué piensas, Nae?.—Su mano alcanza mi mejilla en un gesto tan delicado que rompe mi corazón de la mejor manera posible.

—Estoy pensando en el magnífico cuerpo de mi esposo.—Aunque lo digo sin duda me avergüenzo de todas formas.

Draven me entrega una casi inexistente sonrisa de boca cerrada.—Mi mujer también me sorprende. Incluso desde de 9 años sigues tentándome con cada curva de tu cuerpo. Eres lo más hermoso que mis manos han tenido la dicha de tocar.

Mi corazón se estremece ante sus palabras y un segundo más tarde aumenta sus latidos.

—No te vayas, Draven.—Muerdo mi labio inferior porque no se supone que diría eso.

No quiero ser una molestia para mi esposo en su trabajo, pero las palabras habían salido de mi boca sin siquiera pensarlas.

Estaba en el límite cuando mi marido debía irse lejos por unos cuantos meses, pero una guerra tardaría años y no estoy segura de quererlo lejos de mí por tanto tiempo.

Aunque es aterrador en los mejores días, sigue siendo mi pareja y totalmente mío.

Me gusta tener cerca lo que me pertenece y Draven me pertenece en todo el sentido de la palabra.

—El emperador no estaría de acuerdo con tu petición.

—Al diablo con él. Tiene más caballeros a su disposición.—Sostengo mi cuerpo con mis antebrazos en la cama y me inclino hacia él.—Tenemos dinero y tenemos estatus. No necesitas matarte en el trabajo para conseguir más.

—Lo hago porque lo quiero todo para ustedes.—Me frunce el ceño como si no pudiera comprender mi reclamo.

Suspiro porque es lógico que no pueda entenderme, el hombre nunca tuvo una familia que le dedicara la más mínima atención hasta que nos tuvo a nosotros. Incluso ahora nuestros hijos lo evitan porque le tienen miedo.

¿Cómo hacerle entender que no quiero que se vaya porque temo por su vida?

—No quiero que mueras, Draven.—Me explico.

—Es bastante improbable que eso ocurra, pero aunque llegase a morir en batalla no tendrías que preocuparte por el dinero. El emperador te dará una generosa cantidad de oro por mis años de servicio.

Frunzo mi ceño.—¿Piensas que me preocupa el dinero?

—¿Por qué otra cosa no querrías que vaya a la guerra si no es eso?.—Iguala mi ceño fruncido.—Temes porque los ingresos estarían detenidos por un tiempo hasta que consigas manejar las finanzas como corresponde, o hasta que Brendan tenga la edad suficiente para manejar el ducado.

No puedo seguir escuchando sus tonterías, así que salgo de la cama y me pongo mi bata de seda.

—¿Qué crees que haces, Naenia?.—Su tono se encuentra al borde del enfado, pero al diablo con él.

—Dormiré con nuestros hijos esta noche.—Le aviso cuando giro el plomo de la puerta.—Si quieres o no ir a ese derramamiento de sangre ya no es mi problema. Puedes morir por lo que a mí me respecta y seguiré recibiendo dinero.—Siseo la última palabra y salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí con más fuerza de la necesaria.

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