Farmacéutica

..."Una colección de pensamientos debe ser una farmacia donde se encuentra remedio a todos los males."...

...—Voltaire....

El día se encontraba tranquilo, las aves volaban y el sol acariciaba suavemente la piel; mi padre, Isabel y yo partimos al amanecer hacia la ciudad, nos había concedido una reunión el líder de los comerciantes, debido que para poder comerciar los medicamentos que vaya creando, necesito un permiso especial por parte de esta institución, mismos que tienen la mala fama de no permitir la venta de nuevas personas.

Al llegar pudimos observar un edificio gigantesco, él solo ocupaba la manzana, cerca de unos 100 metros cuadrados, además de tener cinco pisos de altura, pero un tanto limitado en arquitectura, no era más que un cuadrado gigante, aunque perfecto para oficinas, algo adelantado a su época me atrevería a decir, probablemente el inicio de la burguesía fue en un sitio como este.

Las personas nos veían extrañados al ingresar en el edificio, no era para menos, sobre todo porque era tan solo un chico de trece años en un sitio plagado de negociantes con los pensamientos más avaros del mundo, pero proseguimos hasta la oficina del líder, donde se encontraba un recepcionista que nos informó que ya se encontraba esperándonos, pero al entrar nos sorprendimos.

Era una habitación amplia, con buena iluminación que no entraba directamente, un par de estanterías a cada lado repletas a topes de libros y registros contables, pero todo de una forma muy organizada, en el centro un escritorio con una pila pequeña de papeles, pero muchos objetos fascinantes, detrás de él yacía una mujer, con unos ojos penetrantes, era más que evidente sus años de experiencia.

Era una joven, de no más de 25 años, blanca como la nieve, con una cabellera risada de un tono oscuro, pero más importante su mirada verde penetrante, que resaltaba con su vestimenta de esmoquin, su temple era evidente, debía de impresionarla o jamás obtendría la posibilidad de comerciar los medicamentos, pero para situaciones como está tenía un haz bajo la manga.

Luego de las trivialidades de rutina por la época, la joven se dirigió a mi padre, –Me sorprende que el médico de la corte quiera comerciar, ¿no le alcanza con lo que pagan?–, a lo que mi padre algo egocéntrico le contesto, –Se equivoca señorita Helena, aquí quién quiere ser comerciante es mi hijo, Alexander–, cambiando inmediatamente su semblante, apuntando esa mirada hacia mí.

—Bueno, bueno, ¿qué quieres vender? –dijo incrédulamente Helena.

Lo que no esperaba es que gracias a mi vida anterior, por los miles de pacientes que tuve que atender, además de los cientos de malas noticias que tuve que dar, y un par de juicios por mal uso de recursos, estaba preparado para cualquier ataque que me lanzará, así que sin perder más el tiempo, le mostré las gráficas, los planes de acción que había realizado sobre la tienda.

Se había quedado impresionada por qué un adolescente le hablará en términos tan técnicos, con tal naturaleza como si lo hubiese realizado toda su vida, sin embargo, no podía simplemente aceptar a ciegas, donde quedaría su estándar de no aceptar a nuevo, por lo que me atacó con un montón de preguntas sobre el funcionamiento, el personal, la producción y los costos.

Era momento de utilizar mi arma, así que ignore sus preguntas para tomar lo que guardaba en mi mochila, tenía que darle el golpe contundente a este negocio, y que mejor que hacerlo en el momento que la señorita Helena pensó que había ganado, saque un cultivo de bacterias que traía, y una ampolla de ciprofloxacino, luego de explicarle lo que había en la caja, procedí a aplicarle una gota, viendo que rápidamente todo retrocedió.

Pese a la impresión causada por la situación, la señorita Helena se había quedado en un punto medio, era sorprendente ver eso, pero como serviría para las personas, así que le expliqué en un pizarrón el cómo seria en los humanos, además de traer como evidencia a Isabel que esperaba fuera de la puerta, haciéndola testificar, que aunque no fue el mismo medicamento, la señorita no tenía por qué saberlo.

Nos pidió que le permitiéramos reflexionar un momento a solas, para pasado unos momentos hacernos ingresar nuevamente, siguiendo con realizar dos ofrecimientos, la primera opción era permitirme vender mis productos en una tienda de algún botánico, cómo habíamos planeado, pero el producto estaría a nombre del comerciante, o la segunda era que ella me tomara como aprendiz.

Le había fascinado mi habilidad para negociar contra ella pese a ser quien era, me veía como una buena adición a su equipo, además que de esta forma me permitiría abrir una tienda directamente con los productos que yo quisiera y todo lo vendido siendo registrado a mi nombre, de forma que cualquiera que deseara replicar mis productos debería pagarme una comisión, con la única condición de apoyarla en sus negocios de llegarme a necesitar.

Era un trato justo, además que de esta forma los medicamentos saldrían directamente a mi nombre por lo que podría regularlos a precios mínimos, así todos tendrían acceso a ellos, sin pensarlo dos veces acepte su trato, decidí convertirme en su aprendiz, hecho que la alegro incluso a ella, mostrándome por primera vez una sonrisa, que rápidamente nos contagió a todos.

Luego de disfrutar una taza de té junto a mi nueva tutora, partimos hacia la mansión, había que iniciar la búsqueda de una tienda pronto, pero también debíamos aumentar la producción y añadir otros productos al catálogo, pero de momento iniciaríamos con este, así que por medio de contactos de mi padre encontramos un lugar adecuado, en un punto central.

Inmediatamente, lo compramos, mi deuda aumentaba, pero según mis expectativas lograría cancelar está en un año a partir de la apertura de la tienda, primero había que adecuarla por lo que comenzamos con la construcción de varios mesones en mármol, unas cuantas estanterías para promocionar los productos, y lo más importante de todo el lugar, el nombre...

...Farmacia Galénica...

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