Capítulo 8

Sarah Balzac había aprendido a dominar sus emociones. Para sobrevivir tenía que actuar con obediencia y no expresar ningún tipo de vulnerabilidad. Se había reprimido tanto que le era difícil llorar. Si se pinchaba los dedos con las agujas, si se golpeaba por accidente no podía emitir ningún quejido, no podía demostrar dolor. Tenía que seguir trabajando. Con el tiempo Adele Balzac se había vuelto más quisquillosa y estricta.

"No tolero la debilidad" "Las lágrimas no sirven de nada" "Desgracias ocurren a diario y hay que aguantar y callar" "El mundo es horrible" "Los que esperan cosas buenas de la vida y de los demás son tontos".

Todo el día Sarah escuchaba frases como estas. Adele Balzac era una pesimista consumada y Sarah había aprendido desde muy niña a no contradecirla. Aunque internamente Sarah pensaba de otra manera prefería ahogar la voz de su propia conciencia. Por momentos quería creer que el mundo era horrible. Eso le brindaba más seguridad. A lo que más le temía era a la ilusión. Según su abuela la ilusión era algo demasiado peligroso.

A pesar de haber crecido en un ambiente tan áspero, de socializar poco y de estar vestida de forma modesta y anticuada Sarah Balzac era una joven muy bonita. A los quince años Sarah comenzó a salir sola para hacer algunas compras pues Adele tenía dolencias en las rodillas. Obviamente, cada salida fuera de la casa estaba minuciosamente controlada.

-No deberías tardar más de quince minutos. -decía Adele viendo el reloj.

Sarah se apresuraba para llegar a tiempo y casi siempre lograba llegar tras doce minutos. Adele al verla fruncía el ceño, aunque Sarah la obedecía en todo siempre desconfiaba de ella.

Los vestidos de Sarah eran poco atractivos, las telas eran burdas e incómodas y los modelos eran excesivamente anticuados. Mucha gente murmuraba al verla.

-¡Pobrecita! la vieja amargada la viste como un espanto-decían las mujeres tras verla pasar.

Sarah sabía coser muy bien bellos vestidos pero le estaba prohibido usarlos.Adele decía que ella tenía que vestir con modestia y decoro para no provocar la lujuria de los hombres. Muchas veces le dijo que era común que los hombres violaran a jovencitas ingenuas como ella si permanecían más de quince minutos solas en la calle. Sarah trataba de ser muy cuidadosa.

Varios jóvenes miraban a Sarah con admiración y uno de ellos esperaba para verla pasar con mucha emoción. Se llamaba Julien Samain y trabajaba en una librería. Era un joven alto, delgado y de cabello castaño. Muchas señoritas lo consideraban muy guapo y por eso la librería se llenaba de jovencitas interesadas por la lectura. Pero Sarah jamás entraba en la librería, él la miraba pasar y ella siempre parecía tener prisa, aunque sus vestidos eran realmente feos Julien consideraba a Sarah como la jovencita más bonita del lugar.

Aunque Adele Balzac quiso opacar la belleza de Sarah con grises ropajes no podía hacer nada para esconder la belleza de su rostro. Una tarde Julien salió a su encuentro y solo le deseó las buenas tardes, Sarah respondió a su saludo casi sin mirarlo y siguió adelante. Sin embargo, Sarah se había fijado en él desde hace tiempo. Le parecía guapo también como a las demás chicas. Sin embargo, las palabras de su abuela resonaban en su mente. La ilusión es un peligro...

Julien se estaba interesando en Sarah seriamente y hasta había considerado pedirle matrimonio. La había seguido saludando, intercambiaron algunas frases y él aprovechó para decirle que estaba interesado en ella y que quería visitarla como un pretendiente formal.

Esa tarde Sarah llegó con diez minutos de retraso. Adele estaba furiosa y al observar a Sarah supo que algo estaba pasando. Era el mismo rostro de Rose cuando estaba enamorada del marinero...

Sarah pensó que era mejor decirle la verdad a su abuela y le contó de las intenciones del joven Julien Samain. Adele quería gritar de rabia, pero pensó que debía actuar con más astucia.

-Bueno si quiere hablar conmigo que lo haga-dijo Adele Balzac con frialdad.

A Sarah le pareció extraño que su abuela accediera tan rápido. Esa noche Sarah se permitió un poco de ilusión. Tal vez se casaría pronto, pues claro era lo natural. Su abuela envejecía y no podía estar sola el resto de su vida. Tal vez Julien podría vivir con ellas y acompañarlas.

A la mañana siguiente, Sarah despertó sintiéndose entusiasmada. Su vida cambiaría pronto pero lo primero que notó es que su abuela había salido muy temprano. Era algo extraño pues Adele Balzac seguía sus rutinas de.manera estricta. Lo que no sabía Sarah era que su abuela había ido a la casa de Julien Samain, habló con su madre y le dijo que Sarah tenía una rara enfermedad mental con la cual era muy difícil lidiar, solo ella podía hacerlo pues era su abuela y no podía abandonar la chica a su suerte.

-He notado que la chica es bastante extraña.Viste muy raro y siempre tiene prisa-dijo la madre de Julien

-Es por lo que le digo. Su enfermedad no se nota claramente, no se nota a simple vista. El infierno comienza en la convivencia con la chica. Yo debo atenderla en todo, pues no sabe realizar ningún oficio sin supervisión. Se ha lastimado gravemente muchas veces. Ni siquiera sabe preparar su propio desayuno-dijo Adele Balzac

-Oh! Pobre chica. Jamás podrá casarse-dijo la madre de Julien.

-¡Exacto! Sarah tiene una condición especial, jamás podrá casarse.Yo la cuidaré hasta el resto de mis días y luego espero que la caridad de la iglesia y de Dios la asista-dijo Adele limpiándose los ojos como si secara una lágrima.

-Es una pena. Lo lamento mucho-dijo la señora sorprendida.

-Creo saber que su hijo tenía interés en ella. Como verá es mi deber decir la verdad. Mantenga a su hijo alejado de mi nieta. Sé que usted desea un feliz futuro para su hijo y velará porque así sea-dijo Adele Balzac.

-No se preocupe. Así será. Puede estar tranquila, hablaré con él cuando regrese de su trabajo. Sé que se sentirá desilusionado pues estaba muy interesado en la joven-dijo la señora con decepción.

Adele Balzac salió de la casa de los Samain muy satisfecha. Las rodillas le dolían pero sin duda había valido la pena el esfuerzo. Estaba segura de haber logrado su cometido y tenía razón. La madre de Julien quedó muy preocupada, tanto que no esperó para hablar con él y fue buscarlo a su trabajo.

Adele Balzac tenía una buena reputación. No era una mujer amigable pero todos pensaban que era una mujer muy correcta. Era muy religiosa y su severo semblante no dejaba lugar a dudas: era una mujer intachable. Nadie pondría en duda su palabra. Si ella decía que su nieta estaba enferma, así era. Una mujer como Adele Balzac jamás mentiría y mucho menos respecto a algo tan delicado como la salud de su propia nieta.

Cuando Adele Balzac llegó a su casa, Sarah y ella continuaron con su rutina. Sarah no le hizo ninguna pregunta acerca de su intempestiva salida, como siempre era mejor callar. Trabajar y callar. Durante varias semanas, Adele Balzac no permitió que Sarah saliera de la casa. Calculó que debía darle tiempo a Julien Samain, tiempo para que aceptara la imposibilidad de su relación con Sarah. Cuando Adele pensó que era conveniente le encomendó a Sarah comprar algunas cosas. Internamente, Sarah se entusiasmó, pensando que vería a Julien.

A Sarah le parecía extraño que Julien no hubiese conversado todavía con su abuela como él le había prometido pero pensó que tal vez no había podido hacerlo debido a sus ocupaciones. Cuando salió a la calle, Sarah se sintió muy nerviosa, más de lo normal. Sentía algo extraño, era como una especie de presentimiento. Cuando pasó cerca de la librería Julien estaba afuera pero no la saludó, ni siquiera la miró. Sarah no supo que hacer, las piernas le temblaban. Ella intentó buscar su mirada pero él la evadió. Tuvo que seguir caminando hacia la tienda de víveres, hizo las compras y al salir volvió a pasar frente a la librería. Julien estaba ahí pero no estaba solo, una joven estaba hablando con él. Ella le sonreía y él solo tenía ojos para la chica.

Sarah se sintió tan mal que por un momento pensó que las bolsas de víveres caerían al suelo. Sarah apuró el paso y Julien la vio de reojo, a decir verdad él se sintió muy mal al ignorar a Sarah pero no podía ilusionarla más. Ella estaba enferma y su relación no era posible. A pesar de todo Julien lo lamentaba por que Sarah le gustaba mucho. Sin embargo, era imposible...

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