Un largo camino

Cuando llegó a la capilla, Bernadette fue llevada a una pequeña habitación donde esperaría la señal para salir y caminar hacia el altar, a cada minuto que pasaba se sentía más y más nerviosa, pues no había señales de su padre o de su abuelo. 

— Señorita — el mayordomo abrió la puerta, encontrando a la joven sentada en un sillón con la mirada perdida — Cinco minutos señorita Bernadette — dijo el anciano, el cual lucía incluso más estresado que ella. 

— ¿Dónde está mi padre o mi abuelo? — pregunto ella a punto de perder la poca calma que le quedaba. 

— Se encuentran dentro, están sentados en sus respectivos lugares — Anthony hablo lo más calmado que pudo. 

— ¿Que hacen ahí? — lo miro sin entender — Se supone que me deben escoltar hasta el altar — Anthony desvío la mirada, ella supo que algo estaba pasando — Si no viene mi abuelo o mi padre no saldré de aquí — con firmeza se sentó en el sofá, el mayordomo no tuvo más remedio que ir hasta la capilla por alguno de ellos. 

Los cinco minutos habían pasado, Max quién esperaba en el altar comenzaba a impacientarse y eso los invitados lo notaban, un oscuro pensamiento le pasó por la cabeza, tenía miedo de que Bernadette volviera a escaparse. 

— Anthony — llamo al mayordomo, el cual estaba hablando con el duque Edmundo — Anthony — dijo un poco más alto llamando la atención de los invitados.

El hombre caminó hasta él — Dígame, excelencia. 

— ¿Dónde está Bernadette? — pregunto fingiendo sonreír. 

— En la habitación de junto, se niega a salir sin antes hablar con su abuelo — Max, suspiro molesto. 

— Iré a ver qué pasa — Anthony, lo freno. 

— Señor, le aconsejo que no ponga más nerviosa la señorita, no la presione, le aseguro que después de hablar con su abuelo estará aquí — el archiduque frunció el ceño confundido por el cambio de actitud de Anthony para con Bernadette, había pasado de ignorar a la joven a defenderla incluso de él. 

— De acuerdo — termino por aceptar. 

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El duque Edmundo caminó hasta la habitación junto a la capilla. 

— ¿Qué quieres? — le pregunto de mala gana a su nieta mayor.  

— Abuelo, ¿Por qué no venías? — Bernadette se levantó, se acomodó el velo y tomo el ramo, nerviosa camino hasta su abuelo — Vamos — añadió.

— Yo no te llevaré, no puedo hacerlo — la miro con asco. 

— ¿De qué hablas? — sin entender nada ella se le quedó viendo esperando a que le explicará que cosa había hecho mal. 

— Si fuiste lo suficientemente capaz para perder tu virtud antes de la boda, espero que tengas la cara para caminar tu sola hasta el altar, que todo el mundo sepa que tu familia te repudia — alzó la voz, molesto. 

— ¿Perder mi virtud? — confusa pregunto. 

— Si Bernadette, te entregaste al archiduque antes de la boda, te arriesgaste a qué no se hiciera responsable, por suerte es un caballero y accedió a aceptarte — inhalo profundo — Me humillaste, ¿Comprendes eso? 

— ¡Yo no hice tal cosa! — dolida por las duras palabras de su abuelo, los ojos se le llenaron de lágrimas. 

— No hablaré de este tema contigo, no es apropiado — ella asintió. 

— Bien, si no me llevarás tú, que al menos venga mi padre — se limpió los ojos para que el maquillaje no se le corriera. 

— Tu padre está aún más enojado que yo, se niega a verte, vinimos a esta boda por el archiduque, tú nos das vergüenza — la joven soltó una ligera risa nerviosa. 

— Bien, qué bueno, que sé cómo te sientes, respeto a mí, que bueno que me doy cuenta de lo mucho que te avergüenzo — muy enojada le arrojó el ramo de flores al duque Edmundo a la cara — Este negocio se te terminó, espero que lo que lograste sacarle a Maximiliano te dure la vida entera, por qué te prometo que no volverás a obtener nada a través de mí. 

— ¿CÓMO TE ATREVES? — grito el duque poniéndose rojo del coraje. 

— PÉGAME, dame los motivos que me faltan para acabar con este circo — desafiante se acercó más y más a su abuelo, el cual por primera vez se controló y aunque quería castigarla, sabía que ya no podía hacerlo, pues perdería más si tocaba a la esposa del archiduque. 

Anthony entró, viendo el ramo destruido a la joven con los ojos rojos y al duque lleno de cólera — ¿Sucede algo? — miro detenidamente a Bernadette, para asegurarse que nada le había pasado. 

— Nada, la niña que quería despedirse — hablo el duque — Mi preciosa nieta, te esperan en el altar — y con una sonrisa en el rostro salió de la habitación. 

— Perdón, ya voy — Bernadette comenzó a tener un ataque de ansiedad, Anthony al ver a la pobre en tan lamentable estado cerró la puerta para que nadie más la viera así.

— Tranquila, recuerde que la novia habitualmente llega tarde — sonrió, Bernadette hizo lo mismo, al ver qué el mayordomo no estaba molesto ni dispuesto a gritarle, logro relajarla. 

— Ya estoy lista — dijo con tristeza. 

— ¿Quiere que mande llamar al barón Osborne? — pregunto Anthony, antes de abrir la puerta.

— No es necesario — contesto lo más seguro de sí misma que pudo. 

— La esperamos dentro — el anciano corrió para anunciar la llegada de la novia. 

Cuando la música sonó en toda la capilla, Bernadette se cubrió con el velo de novia y con el corazón roto camino hasta la entrada de la capilla, todos los invitados se levantaron para darle la bienvenida. 

Max dejó de lado su enojo cuando vio a la joven caminar sin acompañante directo a él, miro a Anthony, el cual movió los hombros sin saber cómo explicarle sin palabras, lo que acababa de suceder. 

Mientras más avanzaba más largo se le hacía el camino hasta el altar, los murmullos tampoco ayudaban, pues algunas personas no eran tan discretas como pensaban y se expresaban mal de ella a medida que pasaba por sus lugares.

— ¿Por qué nadie la acompaño? — pregunto Gerard a Rena. 

— El abuelo lo prohibió y William se negó a desobedecer — contesto la madre de Bernadette. 

Indignado, Gerard se levantó de su asiento camino hasta Bernadette y le ofreció su brazo, aunque el velo la tapaba, sonrió agradecida. 

— Eres una Winston, no les demuestres debilidad — susurro su tío. 

— Gracias — con la voz quebrada, camino hasta el altar, sintiéndose mucho más protegida, pues al menos alguien de su familia la apoyaba en este difícil momento.

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