Maximiliano se encontraba en su residencia, necesitaba un baño y ropa limpia, después de ello volvería a buscar a Bernadette.
Anthony, el mayordomo del joven, entro con una bata en las manos — Excelencia, lo buscan en el recibidor, dicen que son noticias importantes — Max, se levantó inmediatamente, se puso la bata, salió descalzo del baño y aun escurriendo agua hacia el recibidor, dónde se encontró con uno de sus guardias y una mujer de aspecto enfermizo y piel grisácea.
Con un poco de vergüenza se ajustó la bata — Mi señor, está mujer, nos dice que tiene información sobre su prometida, se negó a decir algo más, dijo que solo hablaría con usted en persona — Max frunció el ceño, se puso la bata, salió del baño incómodo y molesto, bajo las escaleras descalzo y con el pelo mojado, la mujer estaba junto a dos de sus guardias, al ver cómo vestía se dio cuenta qué era una plebeya, tal vez alguien que venía del pueblo.
Camino hacia ella y con expresión sería dijo — La escucho, más le vale que no me haga perder el tiempo — advirtió de manera frívola.
— Su prometida se estuvo quedando en mi casa, bueno mi cabaña, mi esposo la encontró en el bosque y la ayudo, permaneció ahí por cinco días y ahora se encuentra de camino a la frontera — Grisella de una bolsa algo vieja y desgastada, saco la pulsera que Bernadette le había regalado — Su prometida es Bernadette Winston, la nieta del duque Edmundo Winston, ¿Verdad? — Grisella le entrego el brazalete, Max lo examinó con cuidado y pudo darse cuenta de que era una de las joyas que él le había regalado.
— ¿De dónde lo obtuvo? — pregunto.
— Ella me lo regaló, pero — dio un paso hacia él — Estoy segura de que su excelencia, el archiduque, será mucho más generoso conmigo.
— Dime lo que sepas, a cambio te recompensaré con todo lo que nos pidas — ella sonrió complacida.
— Mi esposo la llevará a una posada cercana a la frontera, se llama “Posada de ensueño” ahí supongo que se quedará un par de días mientras consigue los documentos para cruzar, siendo sincera, no sé si mi marido regrese hoy, él se volvió muy protector con Bernadette, incluso ahora están juntos — Max abrió mucho los ojos sorprendido y a la vez molesto, mientras él la buscaba sin descanso, ella pasaba sus tardes en compañía de otro hombre.
— ¿Cuál es su nombre, el de usted y su esposo, también dígame a que se dedican? — pregunto.
— Yo me llamo Grisella, mi marido es Castel y es un leñador — dijo rápidamente.
Max se giró hacia los guardias — Lleven a la dama a su casa — después, miro un instante a la mujer antes de decir — Nos pondremos en contacto con usted, en cuando encuentre a mi prometida se le entregará lo que quiera — a toda velocidad, Max subió las escaleras en dirección a su habitación, su objetivo era ponerse algo de ropa y salir inmediatamente hacia esa posada.
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Bernadette y Castel habían llegado al lugar donde la joven nieta del duque se quedaría mientras conseguía todo lo necesario para establecerse en el reino vecino.
— ¿Estarás bien? — pregunto Castel.
Antes de responder, Bernadette suspiro — Creo que sí, es momento de vivir sola — respondió no tan segura de sus palabras.
— Entonces aquí nos despedimos — ella asintió sonriendo.
— Te agradezco muchísimo la ayuda que me brindaste estos días, por supuesto también a Grisella, espero que se cure — Bernadette inclino levemente la cabeza.
— Cuídate mucho — añadió Castel con su típica voz fría, antes de subirse a su caballo e irse, sin mirar atrás y a todo galope, se alejó rápidamente de la posada, mientras Bernadette aún seguía parada ahí. Una vez que pudo reaccionar entro con la pequeña maleta que Grisella le había preparado.
— Buenas tardes, me gustaría alquilar una de sus habitaciones — se dirigió a la moza que estaba en el mostrador.
— No creo que este lugar sea el adecuado para usted — contesto con voz cansada.
— ¿Disculpe? — Bernadette la miro con molestia.
— Está posada, es de paso, no es apropiado para una dama respetable como usted — explico negándose a admitirla.
— ¿Quién le dijo que soy una dama respetable? — pregunto en tono despectivo — Soy una cliente como todos los demás, quiero una habitación, le pagaré el doble.
— Tengo prohibido ofrecer el servicio a quienes me parezcan problemáticos o fugitivos y usted parece ambos — Bernadette soltó una risita nerviosa.
— Por favor, necesito un sitio donde dormir, solo serán un par de días, no soy una ladrona — dijo con desesperación.
— Disculpe, pero no puedo — la moza la miro unos segundos pensando en cómo podría ayudarla — A unos cien metros hay otro lugar, es limpio y no hacen muchas preguntas ni tampoco piden algún requisito para alojarse, si gusta puedo mandarle traer un carruaje para que la escolten — Bernadette asintió, le dio unas cuantas monedas de plata a la mujer y salió hacia el exterior donde se sentó a esperar el carruaje, que quien sabe a qué hora llegaría.
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De regreso a su cabaña, Castel se topó con Maximiliano y sus guardias, quienes estaban peligrosamente cerca de la posada donde estaba Bernadette.
— ¿De casualidad vio a esta mujer? — un guardia le mostró un retrato de la joven.
— No — respondió secamente.
— ¿Está seguro? Es mi prometida, llevo días buscándola — dijo Max.
— Dije que no sé quién es — agrego Castel, alzando la voz.
— Gracias, siga su camino — añadió el archiduque, avanzando con sus hombres.
Preocupado, Castel dio la vuelta entrando por el pueblo, cabalgaba lo más rápido que su caballo le permitía, si ese hombre encontraba a Bernadette ella sería llevada de vuelta a la mansión de su abuelo.
— Carajo, ¿Por qué la dejé sola? — grito molesto consigo mismo.
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Comments
Lizbeth Avellaneda
no eres nada de ella, así que no te metas
2024-04-01
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