Una luz en medio de la tormenta

Al amanecer Bernadette se despertó al escuchar ruidos provenientes de la cocina, recordó dónde estaba y que hacía ahí, se puso feliz al saberse lejos de su familia y salvó del matrimonio.

Se levantó de la cama, doblo con cuidado su vestido y vistió las ropas que con mucha amabilidad le había ofrecido Grisella, un rico aroma impregnó la habitación en la que se estaba quedando, por lo cual opto por salir — Buenos días — dijo alegremente a Grisella, quien estaba cocinando. 

— Buenos días, ¿Dormiste bien? — pregunto con amabilidad. 

— Dormí como nunca, es muy tranquilo por aquí, de nuevo gracias — Grisella le ofreció un cuenco con avena y leche, algo de pan tostado y un poco de mermelada de mango — ¿Puedo? — pregunto Bernadette con timidez.

— Claro que sí — Grisella se sentó junto a ella para desayunar. 

— ¿No esperamos a su esposo? — Bernadette no estaba acostumbrada a cenar sin la presencia de su abuelo, por ende no sabía si esas mismas reglas aplicaban aquí. 

— Él desayuna más temprano, tiene mucho que hacer en la cabaña, por lo que se levanta casi de madrugada, va por leña, recolecta bayas o va al pueblo para traer suministros, después se queda conmigo todo el día, cuidándome — Bernadette pudo ver cómo Grisella se sentía culpable. 

— Lo lamento mucho, estoy segura de que estarás bien — sonrió cálidamente. 

— Me gustaría pensarlo, pero el tratamiento es muy caro, Castel hace lo que puede, pero no es suficiente, me asusta dejarlo solo, ojalá pueda encontrar a alguien que le dé lo que yo no pude — Grisella la miro fijamente mientras hablaban, Bernadette sin saber qué hacer o que decir comenzó a comer. 

— Está delicioso — dijo para romper el silencio. 

— ¿Puedo preguntar por qué escapaste? — la nieta del duque abrió mucho los ojos con sorpresa. 

— ¿Es tan evidente? — Grisella asintió, Bernadette suspiro asustada — Mi abuelo quiere que me case con un hombre que no conozco, yo quiero otra cosa, viajar, aprender, conocer, experimentar, quiero algo diferente, él no lo entiende así que escape la noche del compromiso.

— Algunas veces el amor viene después, tal vez este matrimonio no sea tan malo, si es un hombre rico, ¿Qué más puedes pedir? — Castel entro, en ese momento, Bernadette se sintió muy incómoda por las duras palabras de Grisella. 

— Iré al lago por agua, ¿Quieres venir? — pregunto dirigiéndose a la joven.

— Si, gracias por la comida — Grisella asintió mientras miraba fijamente a Castel, este salió primero de la cabaña y poco después Bernadette lo imito, teniendo que correr para alcanzarlo. 

Caminaron en silencio durante un par de minutos, él tenía la mirada perdida, parecía estar pensando en algo, ella lo noto, pero no quería incomodarlo. 

— Es muy lindo por aquí — dijo.

— Sí, es tranquilo, no hay personas molestas — contesto mirándola. 

— Me disculpo por todo, más por la conversación con su esposa — Castel se rio un instante. 

— Grisella era la hija de un Vizconde, yo el hijo de un leñador, nos conocimos y nos enamoramos, escapó conmigo y su familia la repudio, ahora está enferma y seguro se arrepiente de haber huido con un don nadie como yo, tal vez por eso te dio ese consejo, deberías tomarlo — Bernadette suspiro. 

— Yo soy la hija de un barón, mi abuelo es un duque, él nos adoptó a mi hermana y a mí para que tuviéramos un título y pudiéramos casarnos con personas importantes, yo personalmente puedo decirte que esa vida de lujos que él nos dio, nos salió muy cara, golpes todos los días, regaños, gritos, odiaba eso, si tuviera una cabaña como la tuya y pudiera alejarme de todo y de todos lo haría. 

— Eres una noble, esto no es vida para ti, estás molesta, pero estoy seguro de que regresaras a toda esa comodidad, no conoces otro lugar — enojada, Bernadette lo miro. 

— No conozco nada más, porque no se me permitió conocer, mi deseo ahora es cruzar la frontera y empezar de cero, como la gente normal — La joven le arrebato uno de los baldes para llenarlo con agua limpia, mientras él con una sonrisita en los labios la seguía. 

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En la mansión del duque Edmundo, todo estaba fuera de control, el pobre hombre estaba como loco, gritaba y rompía cosas por lo frustrado que se encontraba.

— ¿DÓNDE CARAJOS ESTA? — Camille negó con la cabeza, el cuerpo le temblaba, mientras con lágrimas en los ojos trataba de aguantar lo más que podía. 

— Ella no sabe nada — intervino Rena.

— Es su hermana, ¿Cómo es posible que no sepa nada? — alzó la voz, mirando nuevamente a su nieta menor. 

— Te juro que no sé, nos dejamos de hablar desde que el archiduque la prefirió a ella — Edmundo empujó con fuerza a Camille haciéndola caer al piso, rápidamente Rena se apresuró a ayudarla.

— ¡Papá, ya basta! — alzó la voz, llamando la atención del duque. 

— ¿YA BASTA? — gritó fuertemente — Tu hija nos tiene en esta situación, escapó como fugitiva, en medio de la noche ¿QUÉ VAMOS A DECIRLE AL ARCHIDUQUE O AL REY? — Pregunto.

— Ofrécele a Camille, después de todo ella es la que quiere casarse en primer lugar — Alysse hablo desde el fondo de la habitación. 

— ¿Crees que acceda? — la miro con dudas.

— Nunca lo sabremos si no lo intentas, ahora déjalas en paz — la duquesa, camino hacia su hija y su nieta, las ayudo a levantarse y las acompaño al comedor lo más lejos posible del duque. 

— Gracias mamá — hablo Rena con lágrimas en los ojos. 

— Me gustaría hacer más, estoy muy preocupada por Bernadette — Camille la miro con timidez antes de preguntar.

— ¿Yo me casaré con el archiduque? — Rena y Alysse la observaron, ambas veían como sus ojos se iluminaban ante la idea de ser ella la esposa de Max en lugar de su hermana.

— Todo es decisión del archiduque, nada podemos hacer — dijo Rena. 

— Te recomiendo que no seas tan codiciosa, te recuerdo que él, aún sigue buscando a tu hermana, de encontrarla seguro, ella será su esposa — con voz más firme y a manera de regaño, Alysse le recordó su lugar.

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