Casi a medianoche Max y sus hombres comenzaron por su cuenta a buscar a Bernadette, como militar experto, el joven dividió a sus hombres en cuatro equipos de búsqueda y cada uno de ellos peinaría alguna zona del reino, con suerte encontrarían Bernadette antes que el duque Edmundo.
Max tomó la iniciativa de buscar por los alrededores del pueblo, tal vez vería a la joven cenando en el mercado nocturno o incluso podría ver los registros de huéspedes en las posadas cercanas.
— Mi señor — dijo uno de los guardias que lideraba el segundo equipo de búsqueda.
— ¿Qué haces aquí? — pregunto Maximiliano.
— Preguntamos a las afueras de la ciudad, lejos de la civilización, ahí encontramos un par de granjas, como usted dijo, sobornamos a las personas que nos parecían sospechosas y por suerte uno de los granjeros dijo que vio a una joven en un caballo negro, ella pasó cerca de sus tierras y se dirigía al bosque — con una sonrisa en los labios Max miro agradecido al guardia.
— Planea cruzar la frontera, es más lista de lo que pensé — añadió burlonamente.
— ¿La seguimos? — el guardia lo miro fijamente, esperando nuevas órdenes.
— Por supuesto y está vez iré yo contigo — Max, junto con los otros seis hombres, salieron del mercado nocturno, a toda velocidad, los plebeyos que se ganaban la vida en el mercado, observaron detenidamente cómo William, Edmundo y ahora el archiduque, habían preguntado exactamente lo mismo, si alguno de ellos había visto a una joven de cuna noble por los alrededores, era más que obvio que algo había sucedido en la familia Winston, tal vez, por fin alguna de las nietas del duque había decidió hacerle frente.
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Cuando Bernadette ingreso al bosque, pudo darse cuenta de que las cosas no serían tan sencillas como ella había supuesto, la realidad era que todo estaba más que oscuro, había ruidos por doquier, tal vez de animales que notaban su presencia y no estaban cómodos con ella, incluso Galatea se rehusaba a seguir cabalgando en tales condiciones.
Bernadette bajo del caballo y con la poca luz de luna que las altas copas de los árboles permitían alumbrar, juntó algunas ramas para tratar de encender una fogata, inmediatamente deshecho está idea, pues no traía consigo pedernal, tampoco cuerda ni siquiera tenía un tronco, era una tonta si creía que con esas ramitas que había recogido, la fogata aguantaría toda la noche.
— Nos vamos a congelar — dijo mirando a la yegua, el sonido de una rama rota y de algunos pasos en dirección a ella la alertó — ¿Quién anda ahí? — pregunto sin obtener respuesta.
El sonido de los pasos se hacía cada vez más fuerte, con miedo, Bernadette comenzó a buscar la daga que había empacado, pero al haber tantas cosas en la pequeña bolsa no podía encontrarla.
— Sepa usted que estoy armada — hablo con nerviosismo.
— ¿De verdad? — una voz masculina salió de entre los árboles, cómo había tanta oscuridad, era imposible que ella viera al dueño de esa voz.
— Solo siga su camino y no le haré daño — una risa franca resonó por casi todo el bosque, un joven de aproximadamente veinticinco años avanzó hacia ella.
— ¿Está perdida? — pregunto, con mucho arrepentimiento, Bernadette suspiro, asustada, hasta ese momento se había dado cuenta de lo que había hecho, se puso en peligro tontamente, en ese momento ella estaba sola en el bosque con ese hombre, sola y sin poder defenderse si él intentaba hacerle algo.
— Estoy dónde quiero estar — respondió fingiendo estar tranquila.
— ¿Segura? — el hombre misterioso la miro de arriba a abajo dándose cuenta de que el vestido que usaba no era común, por más oscuridad que hubiera en el bosque se podía ver tanto por la forma de hablar de la joven como por lo nerviosa que estaba, que tal vez era hija de algún noble.
— Solo, váyase — murmuró.
— No puedo, estoy cazando conejos, pero su respiración y todos los ruidos que hace los asustan — ella, frunció el ceño sin entender.
— ¿De noche? — lo cuestiono sin creer en lo que decía.
— Mi esposa está enferma, por el día me quedo en casa a cuidarla y por la noche vengo de caza para tener que comer — cómo él vio que ella aún tenía desconfianza, añadió — Vivo cerca de aquí, tengo una cabaña en el bosque, venga conmigo, si te quedas aquí morirás de hipotermia.
— Estaré bien — con una sonrisa en los labios, el hombre saco un cuchillo bastante filoso y se lo entrego.
— Para que me tengas confianza — ella temerosa lo acepto, ambos caminaron juntos durante un rato hasta llegar al caballo que él tenía amarrado cerca de una fogata.
— ¿Iremos a pie? — pregunto.
— Sí, vivo bastante cerca — ella lo siguió en silencio, los pies le dolían mucho, pero no se quejó, a lo lejos pudo ver una cabaña, justo en ese momento se calmó.
— No te pregunté cómo te llamas — con algo de culpa lo miro fijamente.
— Castel — respondió secamente — ¿Y tú? — pregunto.
— Me llamo Adette, gracias por traerme aquí — sonrió ella.
El tomo a su caballo y el de ella, los amarro en un establo improvisado que tenía cerca de la cabaña — Espero que a tu yegua no le incomode el lugar.
Ambos entraron a la cabaña, Bernadette miro con detalle lo cálido que se sentía y aunque era más pequeña de lo que pensaba, sonrió.
— Sé que no es lo que acostumbras, pero es lo único que tengo para ofrecerte — Bernadette se sentó en el sillón junto al fuego, en ese momento una mujer de aspecto enfermizo salió de la habitación — ¿Quién es ella? — Castel, al ver a su esposa corrió para ayudarla — Es una joven que me encontré en el bosque, no podía dejarla hace mucho frío — ella asintió.
— Me llamo Grisella, eres bienvenida aquí — Bernadette la miro agradecida.
— Gracias por la hospitalidad, prometo que me iré en cuanto amanezca — Grisella negó con la cabeza.
— Tonterías, puedes quedarte cuánto tiempo necesites, veré si tengo algo de ropa cómoda para que puedas ponerte — la esposa de Castel se levantó para ir a su habitación.
— ¿Tienes hambre? — Bernadette negó con la cabeza.
— Comí hace rato, gracias — justo en ese momento Grisella entro con una muda de ropa — Aquí tienes — Bernadette tomo la ropa.
— Ya es tarde, puedes dormir en el cuarto de huéspedes, está un poco lleno de madera, pero es mejor que dormir en el suelo — Castel la llevo a la habitación, le dejo un balde de agua caliente para que se limpiara y la dejo sola para que pudiera descansar.
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