Capítulo 3. Después de la muerte

Dentro de una habitación, sobre una cama se encontraba una hermosa chica, de cabello rosa, parecía pálida como si estuviera enferma, a su lado se encontraba una chica que lleva cubierta parte de la cabeza, tenía en las manos un paño y a su lado un balde de agua, cuando ve abrir los ojos a la joven, se asombra y deja caer todo.

─¡Señorita! ─dice exaltada y sale de la habitación.

Sara se queda sorprendida, pero le duele mucho el cuerpo, más su cabeza, trata de levantarse, pero escucha la puerta abrirse de nuevo, ve entrar a una pareja muy peculiar, un hombre de cabello rosa y ojos rojos, con un traje bastante pasado de moda, al igual que la mujer, quien se veía bastante joven, de cabello oscuro, al igual que sus ojos.

─¡Hija! ─se abalanza la mujer ─Estábamos tan preocupados por ti, no despiertas… creíamos que te perdíamos…

La mujer estaba al punto del llanto y Sara se molestó un poco, no le gustaban los abrazos, ni las demostraciones de amor, ni siquiera lo era con su padre, solo con su hermana, pero era muy diferente, en cambio, a esas personas no las conocía.

─Basta mujer ─dice el hombre ─Abrumas a nuestra hija, déjala en paz.

Sara dio gracias a eso, pero cuando se disponía a hablar un dolor profundo la hizo gritar, su cabeza empezó a dar vueltas hasta que se desmayó.

Mientras había sentido el dolor agudo en la cabeza, Sara pudo ver recuerdos raros, como si fuera un sueño, pero lo que más le sorprendió fue escuchar múltiples veces el nombre de Jade y en todas ellas eran dirigidas a ella misma. Cuando volvió a despertar, ya era de noche, se levantó de la cama, traía un vestido blanco o algo así, camino por la habitación, no entendía qué hacía en ese lugar extraño, ni quienes eran esas personas. Al girarse unos mechones pasaron por su vista, algo que la dejó más sorprendida, así que tomó su cabello entre sus manos.

─¡¿Qué?! ─dijo a punto de gritar. Busco con desesperación un espejo y al verse, abrió los ojos como plato ─¿Qué me paso?

Sara toca su rostro, conectando los puntos y de pronto se deja caer al suelo. La chica en el estanque, la época y las cosas que vio cuando le empezó el dolor, el nombre de Jade Hilton, repitiéndose una y otra vez. La chica se agarró la cabeza y lanzó una carcajada, riendo, aunque en el fondo, se sentía una persona estúpida.

Ahora ella era Jade Hilton la protagonista de aquella novela que tanto odia.

“Esto debe ser una broma” Piensa mientras ríe “¡Una maldita broma!”

Sara siempre había sido una mujer sensata y conocida por actuar rápido bajo situaciones poco comunes, pero ahora, todo lo había rebasado.

“Una novela de mierda, ¿En serio?... Tranquila Sara, debes mantenerte calmada, por lo menos estás viva” trataba de levantarse el ánimo.

Sara o mejor dicho Jade, se levantó más tranquila, viendo sus manos y tratando de recordar qué pasaba. A su mente se le vino la imagen de un chico bastante bien parecido, cabello negro y ojos violetas, pero al recordarlo su cuerpo tembló, una imagen de él desnudo, sobre ella le indico que ese era el príncipe, Alejandro Walter.

“Asqueroso cerdo, debería convertirse en un eunuco” Piensa ella. 

Se vuelve a concentrar y ahora recuerda a un chico de cabello rojo y ojos dorados, con una sonrisa encantadora y su corazón da un vuelco, algo que le molesta, pues bien si era guapo, ese debía ser el incompetente del protagonista, el Duque Robert Gilen.

“No está mal, pero le falta más musculatura”

Jade se sienta al borde de la cama, recordando un poco, el último recuerdo, es que ve a esa chica pelirosa, tomar una sustancia bastante rara, mientras llora, así que ya debió pasar la violación y ahora está en la parte donde ella se hunde en depresión y trata de quitarse la vida.

Ella suspira, no entiende, porque no solo el Duque mata al príncipe, aunque pueden investigar, ese mundo tiene magia y podrían borrar todas la huellas, no es como si tuvieran luz ultravioleta o laboratorios para hacer un análisis completo. La chica se acuesta, pues su cuerpo se siente cansado, además siente una sensación extraña en el cuerpo, algo como si hormiguea debajo de su piel.

Jade se quedó dormida casi al instante, pero su gusto duró poco ,pues empezó a tener una pesadilla y aunque no eran sus recuerdos, su cuerpo reacciono por si solo, eso era normal, sino la chica nunca recibió terapia, luego de una violación una persona era susceptible, temerosa. La chica permaneció pensando y un poco molesta debido al cansancio, se levantó sin poder conciliar el sueño de nuevo, se sentó junto a la ventana, sintiendo la brisa fresca.

“Ahora que estoy aquí, debería hacer algo por mi misma. Ese Duque no me agrada, ¿Cómo puede estar tan tranquilo mientras su ser amado sufre?” 

Jade lo creía así, porque ella no soporta la idea de que alguien le haga daño a su hermanita, la luz de sus ojos y hubiera matado a cualquiera por eso.

“Bueno, hay que ponerlo a prueba” Se dijo decidida.

En la mañana muy temprano, una sirvienta se apareció saludando con cortesía, la ayudó a vestirse, mientras habla de lo feliz que esta, porque ella al fin ha decidido comer con sus padres, Jade permanece en silencio, nunca ha gustado de hablar mucho y cuando lo hace, es para hacer su trabajo, suspira un par de veces, su hermana debe estar triste y se pregunta ¿Quién cuidara de los animalitos? Pues aunque tengan otros veterinarios, nadie los protege más que ella, por suerte tenía todo en regla y su testamento decía que en caso de que ella muriera, Nino sería el dueño de todo, estaba segura de que él jamás le defraudará.

“Y pensar que hice el testamento, solo para que el contador se callara”

La sirvienta terminó y luego ella salió seguida por Jade, la chica estaba decidida en ir en contra de esa absurda y ridícula novela.

Al llegar saluda como lo vio en los recuerdos, sus padres la abrazaron y aunque fue incómodo para ella, los dejo, pues vio que en verdad amaba a su hija. Así comieron los tres, al terminar Jade fue a explorar y se quedó en el jardín, en su vida jamás vio tanto verde. Ella era una chica de ciudad y lo único verde eran los parques o uno que otro árbol en las calles, pero nada se comparaba a ese verde que estaba frente a sus ojos, hasta que una sirvienta interrumpió sus pensamientos.

─Señorita, el Duque ha venido ─dice haciendo una reverencia.

Jade sonríe, pues verá al chico antes de lo pensado.

─Hazlo pasar ─dijo firme.

La sirvienta se fue y al poco tiempo regresó con un hombre alto, tal como lo había visto en los recuerdos, era bien parecido, pero algo le faltaba, no era mucho su tipo.

─Señorita Jade ─saluda ─Me han dicho que ha salido de su encierro.

Jade se acercó y le dedicó una sonrisa.

─Sí, he decidido no temer más… además quería verle.

El duque al escucharla sonrió ampliamente, al fin podía ver de nuevo a su querida Jade, sonriente y alegre.

─Usted dirá.

El chico era amable, pero algo le decía que ese hombre no era lo que buscaba, también porque no quería casarse con él, le había huido a ese compromiso por años.

─Es una pregunta curiosa ─dice acercándose más, para susurrar algo ─Si yo se lo pidiera… ¿Mataría a mi agresor?

Robert se sorprende al escuchar la pregunta de la chica y retrocede un poco, aunque sea la mujer que ama no quiere hacer las cosas de esa manera, por mucho que lo desee, deben dejar que la justicia haga su trabajo.

─No es necesario llegar a tanto, estoy reuniendo pruebas para llevar a juicio al príncipe.

Jade se aleja y se cruza de brazos, dando un gran suspiro.

─Me lo imaginé ─dice sin mostrar nada ─Esta bien Duque, pero no se tiene que preocupar más, ese asunto será resuelto, le contaré a mi padre y él me ayudará.

─Pero la pueden obligar a casarse con él…

La chica cierra un momento los ojos, por lo que ha visto en los recuerdos, el que ahora es su padre, ama profundamente a su hija, así que duda que eso ocurra.

─Eso no ocurrirá, pero agradezco su preocupación. Ahora debo irme.

Jade se va y el chico se queda viendo en la dirección que tomó, no se explicaba qué, pero había algo raro en Jade, antes lo abrazaba y juntaba sus manos con las de él, pero ahora parecía distante, fría, incluso indiferente.

“Debe ser por su accidente” Pensó el hombre y se marchó.

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