07: Ese extraño; un farsante de primera.

Kei se despidió con pesar después de su conversación con Ciaran, dejando un vacío momentáneo en la habitación. Ciaran aprovechó ese tiempo para asearse y prepararse para ir a la cama. Aunque su mente estaba llena de pensamientos y preocupaciones, obedeció las órdenes de Caesar sin cuestionarlas.

Cuando Caesar finalmente regresó, Ciaran ya estaba sumido en un estado de somnolencia. El alfa parecía agotado, su rostro mostraba el cansancio y su ropa estaba salpicada de manchas de sangre y tierra. Ciaran no pudo evitar sentir una oleada de curiosidad y preocupación, pero se contuvo de hacer preguntas.

Caesar se acercó con cautela y se sentó en el borde de la cama, observando a Ciaran mientras se acomodaba bajo las sábanas. El omega pudo percibir la mezcla de olores en el alfa: el aroma de su propia sangre, el sudor impregnado de la actividad física y el distintivo aroma masculino que siempre lo rodeaba.

—Este día… ¿Bien? —preguntó Caesar, desvistiéndose con desgano. Su voz sonaba ronca y cansada por los eventos de la jornada.

—Sí, bien. Kei resultó ser un buen chico —respondió Ciaran después de unos momentos de silencio. Caesar asintió, mostrando una expresión de satisfacción en su rostro. Ciaran aprovechó el momento para plantear su solicitud. Sabía que era ahora o nunca—. Me gustaría pedirte algo… mi mochila. No la he visto desde que me la quitaron —dijo, esperando que Caesar accediera a su petición.

El alfa asintió y salió de la habitación. Ciaran se quedó allí, con la incertidumbre y la esperanza de que su mochila estuviera intacta y todas sus pertenencias aún estuvieran en su lugar. Poco después, Caesar regresó con la mochila en mano y se la entregó a Ciaran con una sonrisa amable. El omega se sintió aliviado y agradecido por el gesto. Caesar se dirigió al baño, dejando a Ciaran con sus pensamientos.

Ciaran buscó ansiosamente dentro de su mochila, con la esperanza de encontrar su preciado celular. Sacó cada objeto de la mochila, uno por uno, examinándolos con desesperación, pero no había rastro de su dispositivo. Una oleada de frustración lo invadió, y sintió cómo las ganas de lanzar todo por los aires lo consumían. Sin embargo, se contuvo. No podía permitirse perder el control nuevamente, especialmente cuando Caesar estaba en el baño, duchándose.

Respiró profundamente, intentando calmar su agitada mente. No podía dejar que la ira y la impotencia se apoderaran de él. Tenía que encontrar una solución, una manera de recuperar su celular y mantener la calma al mismo tiempo. Observó nuevamente la mochila, asegurándose de no haber pasado por alto nada. Quizás se había escondido en un bolsillo o se había deslizado en algún rincón. Decidió revisar una vez más, con más atención y paciencia. Esta vez, fue más meticuloso, explorando cada compartimento y recoveco de la mochila.

Mientras tanto, Caesar salió del baño, envuelto en una toalla, y se acercó a Ciaran, notando su expresión de preocupación.

—¿Todo bien? —preguntó con preocupación. Ciaran asintió, sin revelar el pequeño contratiempo que había enfrentado.

—Gracias por la mochila, pero no está mi celular —respondió, esbozando una sonrisa fingida. Caesar le devolvió la sonrisa, ajeno a la lucha interna que Ciaran acababa de librar.

—Confiscado. No puedo dar a Ciar… —murmuró Caesar, logrando que Ciaran frunciera el ceño con disimulo—. Compra otro, sin problema. —Ciaran quiso arrancarle la lengua en ese preciso momento. Ahora, ¿cómo obtenía el número de su padre? Era muy malo con los números, así que, no lo recordaba—. Estás cansado…

—¿Qué? —inquirió Ciaran al ver que el alfa lo miraba con genuina preocupación.

—Lo siento. No pensé que asustaba a Ciar, puede usar otra habitación si quiere. No dormir conmigo, solo para descansar mejor.

Ciaran admitió que eso no se lo esperaba. La consideración que tenía aquel alfa sobre su persona le pareció sumamente extraña. Sin embargo, no podía alejarse del alfa. Necesitaba recuperar su teléfono.

—Kei me dijo, no culpes a Kei. Me dijo que Ciar no dormía bien por miedo y lo siento…

¿Qué dice ahora después de todo esto? Da igual, no tengo tiempo.

Ciaran era plenamente consciente de la enorme desventaja en la que se encontraba. Su misión se había convertido en una carrera contrarreloj y cada minuto contaba. La preocupación más apremiante era su condición de omega y la posibilidad de entrar en celo sin tener acceso al medicamento adecuado. No tenía supresores a mano y tampoco podía recurrir a inhibidores, ya que podrían tener efectos adversos en su cuerpo y desencadenar un celo prematuro.

La situación se volvía aún más tensa al considerar que dormía junto a Caesar, un dominante. ¿Qué sucedería si sus feromonas ejercían influencia sobre él y despertaban su Rut? Era una perspectiva aterradora que debía evitar a toda costa. Necesitaba hablar con su padre antes de que se acercara la fecha límite impuesta por los secuestradores.

El tiempo se desvanecía rápidamente, dejando a Ciaran con tan solo tres días antes de que su celo se desatara. Era un margen de tiempo estrecho en el que debía actuar con precisión y cautela. Cada hora, cada minuto, se volvían invaluables mientras contaba las horas y movía sus piezas estratégicamente.

La presencia constante de Caesar a su lado se volvía una espada de doble filo. Por un lado, el alivio de tenerlo cerca como un aliado y protector, pero, por otro lado, la constante preocupación de que sus feromonas o algún producto sintético pudieran desencadenar su celo de manera prematura. Era una amenaza latente que debía enfrentar con astucia y previsión.

—No es importante. Solo dormiré aquí sin molestarte —respondió Ciaran y se recostó de costado en la cama, su mirada fija en la pared mientras su mente trabajaba a toda velocidad. La frustración y la impotencia se apoderaban de él, y su corazón latía con fuerza en su pecho. Cada latido era como un recordatorio constante de su difícil situación.

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