Incoherentes

Dicho eso regresé junto a él a mi casa. Me sentía extraña y nerviosa tenerlo tan cerca, tener toda mi esperanza sobre los hombros de aquel que anhela devorarme ¡Pero que sarcástica es la vida!

Cuando entramos enseguida comenzó a mirar hacia los lados y parecía estar olfateando algo invisible en el aire. En otros términos Darren tenía la misma actitud de un perro cazador.

–¿Hola? –dijo mi abuela desde la puerta de la cocina y mirándolo atenta.

Este solo ignoro la cortesía que está presentaba "Estúpido amargado" ni de modales sabe.

–Lo siento abuela, vinimos a resolver un asunto. Está muy concentrado –Comente.

–¡Ah entiendo! –Exclamo ella.

Y allá iba él, subiendo las escaleras sin nuestro consentimiento.

–Abue por favor, distrae a mamá, no quiero que ande de preguntona –dije guiñándole un ojo.

–Cuenta con eso –Aludió volviendo a la cocina.

Fui rápidamente en busca del chico sabueso, el cual se encontraba afuera de la habitación de mi abuela.

–¡Mierda como apesta! –Se quejó.

–Esa cosa deja ese olor desagradable –Corroboré– Si quieres puedes pa...

Ni siquiera me dejó completar la frase, ya que, este había pasado. Lo vi acercarse a la ventana, luego a la cama de mi abuela, y seguido a eso a la pared.

–¿Esto tiene un ático? –Preguntó.

–Si –respondí– Parte de él, queda encima de esta habitación.

–Llévame –Exigió.

Caminamos por el estrecho pasillo hasta llegar a la compuerta que estaba por encima de nuestras cabezas. Acto seguido jalé el cordón que está poseía y de inmediato cayó una escalera, a lo que Darren subió rápidamente.

Hace tiempo que no subía a ese ático, daba miedo. Un trauma de niña me hizo no querer volver allí nunca más. De repente di un pequeño salto cuando Darren asomó la cabeza, este tenía las manos y la boca llena de sangre, un punto más para mi susto.

–¿Por qué tienes la boca llena de sangre? –

–Me acabo de comer una rata, tienes un problema de plagas aquí ¿Lo sabías? –

Eso me hizo reír al mismo tiempo que me asqueaba un poco el imaginarlo devorando al roedor.

–¿Encontraste otra cosa aparte de ratas? –Cuestione viéndolo masticar.

–Sí, hay un pentagrama en una de las pequeñas paredes –Comentó– Parece ser que alguien hacia brujería aquí.

¿Brujería? Eso sí que me dejó desconcertada, no creo que mi abuela o mi madre fuesen capaz de eso ¿Quizás alguien que vivía antes en esta casa? Debía preguntar eso con urgencia.

Darren bajo y dibujo el pentagrama en una de las hojas que yo le ofrecí. Lo guardé como muestra de evidencia, mientras esté se enjuagaba la boca en mi baño. Por un momento esto me pareció un dejavu, pues nos encontrábamos en el sitio donde fui mordida por él ¡Ya Mel, por favor deja de pensar en esas cosas! ¡Concéntrate en resolver este problema!

–¿Qué pasa? –Su voz gruesa retumbó mis sentidos y me hizo despegar la vista de mi cama.

–No, nada. Yo aquí pensando ¿Quién pudo haber dibujado eso en el ático? –

–La otra pregunta es ¿Si esto está en las demás casas? –

¡Claro! ¡Era cierto! Debíamos averiguar si en la casa del señor Thomas y Cassie, estaba este mismo pentagrama. Teníamos tanto por hacer y eso me tenía con los nervios a mil, porque el tiempo se agotaba y la vida de mi abuela se hallaba en cuenta regresiva.

–Vamos a la casa de Cassie –Ordené.

–Te sigo –

Íbamos de salida cuando nos topamos con mamá, está nos miró de manera sorprendida como si Darren y yo estuviésemos haciendo algo malo; sin embargo, antes de que abriera la boca y comentará lo que no era, me apresure a hablar.

–¡No es lo que crees! Luego te explico –Dije pasándole, por un lado, con mi acompañante.

Salimos aún con la tenue claridad de las seis de la tarde inundando las calles solitarias. Únicamente éramos él y yo en camino hacia una aventura terrorífica. La casa de la señora Cassie, se hallaba con cinta amarilla de seguridad, dando a entender que no se podía pasar, además que puertas y ventanas las habían clausurado con tablas.

–¿Y ahora que? –

Cierto, no me acordaba que me encontraba con un chico sobrenatural. Este se fue por atrás de la casa y con un solo golpe partió las tablas de la ventana de la cocina. Pasamos sin ningún inconveniente y ya al estar adentro nos percatamos que el olor a putrefacción no se había ido del todo.

Darren hizo su trabajo, subió al ático y en cinco minutos de observación ya estaba abajo corroborando otro pentagrama, no obstante, este parecía ser diferente.

–Es diferente –Comenté señalando las diferencias entre triángulos y esquinas.

–Sí, parece ser un rompecabezas –Opinó tomando las hojas y encajando cada pieza en su lugar, aunque hacían falta parte de la misma.

No perdimos más tiempo y fuimos a casa del señor Thomas, y lo mismo paso en esta. Todo se encontraba conectado, todo parecía tener un motivo. Había oscurecido y aún estábamos los dos junto a las escaleras sacando nuestras propias conclusiones.

–Esto es mucho más grande Melanie –Admitió él observando con detalle las hojas.

–Si, pero necesito resolver esto antes que mi abuela muera –dije preocupada.

–No te estreses y piensa –Sugirió– En todos los asesinatos siempre fue lo mismo ¿Por eso crees que van en orden?

Entonces me enfoqué en meditar y me di cuenta de un pequeño detalle. Cuando presencié la muerte de Marck ¡Había alguien allí! Escuché su voz; sin embargo, no percibí ese olor fétido por estar en el baño, además parecían conocerlo, y desapareció de la nada.

Ese dato revelado se lo comenté enseguida, a lo que él contestó con un comentario muy lógico.

–Puede que se trate del mismo ser, solo que tome diferentes apariencias para no ser descubierto –Asumió– Tranquila tu abuela estará protegida por los momentos, mientras seguimos investigando.

–¿Cómo lo sabes? –Pregunté.

–Deje un rastro de mi aroma en su ventana –Confesó– Sea lo que sea que venga por ella, tomara eso como una señal de reclamo.

Suspiré y no dudé en agradecerle; sin embargo, este se hizo el duro, al parecer no le agradaba la cursilería.

–Por cierto, no es que sea mi problema pero ¿Quién te regalo ese collar? –Cuestiono señalando el presente que me había obsequiado Josh.

Tome el collar entre mis dedos, al mismo tiempo que lo apreciaba como de costumbre.

–Un amigo me lo obsequió el día de la feria –

–¿Un amigo? –Repitió con sarcasmo, lo que enseguida despertó mi curiosidad en saber ¿Por que tan interesado en el mismo?

–Si ¿Por qué? –

–¡Pero que ilusa eres! –Exclamo levantándose.

–¿Por qué lo dices? ¿Qué pasa? –dije también levantándome para seguir sus pasos, pues este ya se marchaba – ¡Darren! ¡Darren!

Sin más, desapareció entre la niebla dejándome con aquella inquietud.

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