Capítulo 5

Mientras desayunaba, Helena pudo ser más consciente de su entorno, aquella casa no solo era grande, sino que también estaba completamente vacía, no había ni un empleado, en realidad, Helena noto que el único que limpiaba y se encargaba de casi todo, era Alfonso, parecía ser un amigo cercano de Apolo, pero al parecer era un empleado de este.

Aunque al parecer solo cocinaba para ella, ya que ninguno había ingerido algún tipo de alimento desde que ella había llegado, otra cosa notoria. Alfonso si dormía de vez en cuando, pero a Apolo solo lo había visto dormir una vez, este tenía un libro cubriendo su rostro, pero a penas Helena entro a la habitación este se despertó de inmediato.

Helena estaba desayunando de mala gana, pues, Apolo estaba enojado con ella, lo hacía tan evidente que lograba hacer que Helena se sintiera miserable, ni siquiera le sostenía la mirada.

-¿Por qué luces tan enojada tan temprano en la mañana? -pregunto Alfonso con un tono amable.

-No es nada -respondió Helena.

-Si tú lo dices, está bien.

Helena observó el rostro sereno de Alfonso con cierta curiosidad, según sabia, Alfonso había cometido un terrible pecado, pero Alfonso no parecía malo, al menos no tanto como decía ser, pues, este tenía un rostro amable y una sonrisa encantadora, aunque debía admitir que la mirada de Alfonso le daba la sensación de que ocultaba algo más.

-¿Por qué razón Apolo es tan cortante?, al principio creí que era una buena persona con una personalidad extraña, pero al parecer ni siquiera es una persona.

Alfonso cambió su expresión por una más seria, al parecer la pregunta que planteo Helena era un tanto incómoda, pero recordó las palabras de Apolo, por lo que no tuvo problema en querer dar una breve, pero concisa respuesta, claro, intentando ser lo más prudente posible.

-¿Sabes cuál es el precio de la inmortalidad? -preguntó Alfonso con una mirada tensa-. Probablemente, jamás has pensado en ello, pero es horrible, mucho más si estás condenado a pagar por tus pecados, es como vivir cargando un saco de piedras sin descansar. Es solo un precio que pagar, tu corazón se enfría; dejas todo atrás y con el paso del tiempo te conviertes en una sombra más, somos seres que decidieron dejar su corazón atrás.

Helena miró con cierto pesar a Alfonso, pues, aunque este no mostrará ningún signo de tristeza, era evidente que su corazón ocultaba mucha amargura.

-Muchos desean vivir más o eternamente, al parecer ustedes son la gran excepción.

-Mientras más vives, más ganas tienes de dejar todo atrás, eso también es causado por las vivencias, puedo asegurarte que Apolo tiene muchos más recuerdos malos, que recuerdos buenos o memorables.

Helena sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo, la mirada de Alfonso se había vuelto sombría, al punto en que ella sintió que debía cambiar el tema, sentía que algo incomodaba su pecho, más allá de la mirada de Alfonso o el ambiente de la conversación, por alguna razón ella sentía una grave incomodidad en el pecho.

-Apolo… ¿Cuál pecado cometió? -preguntó Helena con cierta curiosidad, su voz pausada remarcaba su curiosidad y confusión-. Hasta ahora repiten qué los castigos dependen del error, imagino que ambos debieron hacer algo malo.

Alfonso guardó silencio y desvió la mirada, al parecer podía responder todo, menos eso.

-No necesitas saberlo.

-¿Por qué eres tajante?.

-Pregúntale a Apolo, puedo contarte sobre mí, ya que me agradas y me hace falta hablar con otro ser vivo además de Apolo, pero no te diré nada sobre él -dijo Alfonso con seriedad.

Helena hizo un leve puchero, simplemente suspiro con amargura y volvió a fijarse en su comida, la cual estaba fría.

-Me siento extraña, ustedes no me cuentan nada, todo me lo dicen a medias y actúan extraño, ni siquiera logró entender que hago aquí. La mirada de Apolo me da curiosidad, al principio tenía miedo, pero ahora solo tengo dudas.

-Bueno, no sé qué decir -dijo este tras un suspiro.

-¿Qué fue lo que hiciste tú?.

-Oh, ¿yo?, algo terrible, ni siquiera puedes imaginarlo. Pero seria bueno contártelo.

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