Capítulo 12

Ya de noche, Charlotte estaba en una habitación que fue acondicionada con magia para que hiciera frío, aunque a esa hora del día ya estaba con menor temperatura que durante todo el día. Está sentada en su cama y piensa una y otra vez en el beso que le dio Darcy. Toca sus labios, todavía tiene la sensación de aquella acción, logrando que se sonroje un poco. Que el fuese el que se atrevió a dar el paso no se lo esperaba, pero su relación funciona bien y se llevan excelente. Mira el cielo lleno de estrellas y suspira, solo quiere que con la llegada de la protagonista no cambie la situación que están ahora ella y el príncipe. No supondrá en eso por ahora, va a confiar en él, de eso se trata estar con alguien.

Iban pasando los días, la emperatriz estaba cada vez mejor gracias a la magia de Charlotte, así que ya salía de su habitación, pero solamente podía estar dentro del palacio por su salud. Ellas se han hecho muy cercanas, ahora estaban tomando un té con galletas en la habitación de Elizabeth cuando sienten golpear la puerta y entra una joven de cabellos un poco rosados y ojos rojos, se parecía mucho a Darcy.

—Hola madre, veo que ya ha mejorado muchísimo.

La emperatriz se levanta y la abraza con mucho amor.

—Hija ingrata, cómo no has venido a ver como se encontraba tu madre.

La joven peli rosada se avergüenza un poco. Observa que su madre tiene un acompañante y supone quién es.

—Debe ser Charlotte Bennett— Hace una reverencia elegante— Me presento, soy la princesa Cassandra Harvey, es un gusto conocerla y estoy muy agradecida por todo lo que ha hecho con mi madre.

—Igualmente, es un honor conocerla.

La observa y nota su vestimenta, es un traje de los guardias de palacio, así que lo que le dijo Darcy es verdad, aquella joven sí que estaba enfocada en ser parte de la guardia. Lo que tenía entendido es que justo dos días antes que ella llegara Cassandra fue a un entrenamiento alejado de todo y todos para concentrarse y volverse fuerte. La emperatriz la invita a que comparta con ellas y esta acepta.

—Majestad, ¿cómo le fue en su entrenamiento? El príncipe me dijo que no estaba cuando llegué y quería presentármela, debe sentirse orgullosa en representar de esa manera a las mujeres que somos capaces de hacer lo que nos propongamos.

La peli rosada se asombra por las palabras que le dedica la peliblanca. Tenía un prejuicio debido a que las señoritas de acá solo les importaba el dinero y estatus. Su hermano sí que supo elegir a la indicada.

—Fue un duro entrenamiento, pero logré pasar la prueba y oficialmente soy parte del escuadrón de la guardia del palacio.

—Felicidades, majestad. Espero que con eso más mujeres se motiven a hacer distintas actividades que muchas veces impiden que la realicen porque deben “cumplir con sus deberes”.

—Tiene razón, señorita Bennett.

Conversan un poco más, pero Cassandra ya debe retirarse, se despide de las damas presentes y sale de la habitación de su madre. Camina por un pasillo que la lleva a la oficina de su hermano, golpea y escucha un pase por parte de él, así que ingresa y lo ve leyendo documentos aburridos.

—Hola hermano, tanto tiempo.

Él levanta la vista y se ríe. Es verdad, hace tiempo que no ve a su hermana menor desde que se fue a ese entretenimiento quién sabe donde.

—Veo que estás de buen humor, traes una sonrisa y eso me da mala espina.

Ambos se ríen. Se han llevado bien desde siempre, pueden confiar en el otro sin dudarlo. Así que ella habla que conoció a Charlotte, provocando un sonrojo leve del rubio, algo que nota Cassandra y se burla.

—Elegiste bien. Pude comprobar que no es como las otras mujeres que se acercan a ti solamente porque eres el príncipe heredero. Me agrado mucho, por lo que si le haces daño seré la primera en la fila para castrarte.

—No pienso separarme de ella ni hacerle daño, puedes estar tranquila, voy en serio con ella.

Más asombrada estaba Cassandra por la respuesta que dio su hermano. Está enamorado de la peliblanca, de eso no hay duda. Casi se le olvida que debe contarle algo importante.

—Otra cosa, debo contarte que me tope con nuestro primo, Scott.

Hace muchos años que no escuchaba su nombre. Recuerda que cuando niños jugaban en el palacio cuando lo visitaba seguido, ahora ni siquiera una carta les han mandado para darles alguna noticia que si sigue vivo o no. Su madre es hermana de la suya, por eso tienen ese parentesco, pero ahora parecen completamente desconocidos.

—Hablamos y me contó que conoció a una señorita que tiene magia, hija de unos condes. Lo más extraño es que ellos no poseen algún tipo de magia. Quise saber más, pero él solo se molestó y se fue. Sus tierras estaban cerca del lugar donde entrené, por eso me lo topé en el pueblo cuando fui a comprar provisiones.

El príncipe se queda un momento en silencio, pensando en la información que le dio su hermana. Su padre había aclarado hasta con Charlotte que todas las personas que poseen magia deben registrarse, pero no están obligados a trabajar para ellos, son libres de decidir qué quieren hacer con su vida, pero como en el territorio no es normal practicar magia, prefiere evitarse malos entendidos.

—Trata de averiguar si está registrada.

—No lo está.

Frunce su seño. Sus ojos rojos parece un iceberg y su aura se vuelve pesada.

—Tráela ante al emperador para que explique sus motivos de por qué no está inscrita. Si resulta ser la persona responsable que hirió a mi madre, no dudaré en matarla.

El príncipe no es de carácter impulsivo, es serie y prudente, pero ahora perece que quiere asesinar a la primera persona que vea. Le comenta que ella ya llamó aquella señorita a que debe venir a palacio a dar su explicación por el mismo motivo, algo que el rubio se tranquiliza un poco. Solo espera que no sea la responsable de lo que le sucedió a la emperatriz, no quiere lastimar a su primo, a pesar de que ya no se comunican, todavía le tiene aprecio. Dejará que su hermana se encargue de todo, no le interesa estar implicado a menos que sea necesario.

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