La Visita

Lo esperé en el auto, mientras él iba a ver si ya estaba en el sector de visitas.

Me había pasado un teléfono, no sabía cómo manejarlo, tenía que practicar, era algo nuevo para mí. Y no era nada fácil...

Llegué a saltar cuando sonó la alarma de llamada. --Ven, entra por la puerta que te indique, te pedirán tu cédula de identidad y te la dejarán retenida.

--Acuérdate, que eres amiga de la familia. No hay otro lazo con él.

El guardia te indicará dónde debes entrar. Cuando nos topemos ignorame, yo haré lo mismo. Por si nos vemos.

Pero si algún guardia te pone problemas, y es demasiado el lío en que estés, di que eres amiga del mayor Abreu. No te molestarán más.

Me bajé, le coloque la alarma al auto, como me había enseñado.

Tomé aire y traté de concentrarme, tenía miedo, todo ésto era nuevo para mí. Arreglé mi ropa, me había vestido con un jean y chaqueta negra.

Ver a las personas, que la gente me dirigiera la palabra y no rehuyera mi mirada. Era complicado.

Pero no había nada que no pudiera hacer por mi viejito. Y si por verlo tenía que fingir ser otra persona o lo que fuera, lo haría, él era lo único bueno de mi vida.

Solo le pedí a Dios mucho valor

--Buenos tardes, quiero ver a un recluso.

--El nombre del reo?

--Raymundo Silas Ward.

--Hummm. si tiene visita.

--Su nombre e identidad para inscribirla

--Soy Estela Latorre Martinez, dije con seguridad

--Muy bien señorita, entre, mi colega le indicará la sala de visitas.

--Muchas gracias

Solo ahí pude soltar la respiración.

El policía me saludó y acompañó.

Todo se veía oscuro y frío. Un lugar de cemento. tan diferente a nuestro hogar.

Me hicieron sentarme y esperar. La salita era pequeña y el guardia estaría presente los quince minutos que era el tiempo de visita.

Me dió las indicaciones que no podía darle nada, ningún objeto, ni dinero, pero si podía tener contacto físico, no estaba declarado culpable.

Sentí un ruido de cadenas que se aproximaban.

Sentada e imperterrita esperé que entrara.

Cerré mis ojos y sentí el olor de él. Sabía que no podía ser otra persona. Mis ojos se llenaron de lágrimas, trataba de mantener la compostura, pero era tan difícil.

Me dí vuelta y ahí estaba mi papá, con cadenas en las manos y en los pies.

Que penoso momento para ambos vernos así.

El por su parte, con la barba creciendo sin afeitarse ese día, que era su primer ritual de limpieza de la mañana.

--Buenos días don Raymundo, Soy Estela la hija de Óscar Latorre

Me miró y sus ojos al igual que los míos estaban anegados de lágrimas.

No hacían falta las palabras ....

--Viniste pequeña... porqué no le hiciste caso a tu papá?

--Soy tan terca como él.. Le dije

Miré al guardia y estaba con su teléfono. Habían tres cámaras , me había dicho José, debía darle la espalda.

Me acerque y con ambos brazos lo apreté fuerte. Traté de no hablar, solo le dije.

--Perdón, perdón, perdón.

--Shshshsh. me silenció

--Te recordaba diferente.

--Lo sé. Pero he crecido y ya soy otra persona,

--Esta bien Don Raymundo? necesita algo?

--Si querida, solo que seas feliz.

--Gracias, trataré de serlo, aprendí del mejor padre que la vida me dió.

--Y seguiré luchando.

--Con José apoyándome, lo haré.

--Estela, yo también estoy pagando mis errores, no soy perfecto. Recuerda....

--No es tú culpa, fue mi decisión.

--Es hora , señorita.

Tenía tomada su mano, se la apreté.

Me acerque y le dije bajito al oído.

--No me importa su pasado, me importa lo que hemos vivido juntos y usted es lo mejor de ella.

--Como sea y aunque demore años, lo sacaré.

Le dí un beso. Y esos ojos bondadosos me hicieron ese gesto de amor. Que siempre nos hacíamos entre nosotros. Entrecerrar los ojos y pestañear.

No quería soltarlo, hasta que el guardia lo comenzó a tirar.

Lo sacaron con ese ruido de cadenas siniestras.

Salí caminando, devastada, pedí mi cédula y a la entrada había un alegato.Tanto griterío sirvió para calmarme un poco.

Era esa voz, eran esos gritos. Podrían seguir pasando los años y esa voz.

Era ella

La maldita.

La miré rápidamente, y si era Ivonne.

Pasé por su lado ella no me vió, estaba gritando y los guardias la contenían

Ojalá la detuvieran ella si merecía estar presa.

Llegué al auto, le saque la alarma y me senté en la parte de atrás, me tendí en el asiento a llorar. Recordé esos momentos en el bosque en que solo tenía a mis perros y no era nadie, era un ser invisible.

Sucia, con hambre, sin esperanza ni sueños. Desvalida sóla y huyendo.

Lloraba y no podía parar, recordando cada gesto cariñoso de ese hombre que ahora está preso por mí. Por acabar con la vida de ese otro maldito.

Porqué la vida me castiga así?

Porqué hay personas que la vida es tan fácil ? y para otros tan miserable, como la mía.

Desde que nací no tuve nada bueno, todos mis recuerdos son horribles, habían días en que estaba tan lastima, que no me podía levantar. Ella bebía y me buscaba para pegarme, buscaba cualquier motivo. Desde que tengo memoria y debo haber tenido unos tres o cuatro años que ya sufría maltratos

En esos años ni siquiera tenía a mis perros.

No tuve nada, y en casi cuatro años lo tuve todo y ahora sin él estoy igual que antes, sin lo más importante.......Él.

Maldita!!!, estoy maldita por esa mujer.

Que hago ahora?, aún me faltan meses para cumplir dieciocho años.

Como hago para seguir viviendo?, no puedo seguir en la casa de José, ni tampoco abandonar a papá y regresar al Edén.

Debo buscar donde vivir.

Me dolían los ojos con los lentes, de tanto llorar.

Se abrió la puerta, era él.

Se sentó....

No me habló, ni me dirigió la palabra, solo respetó mi llanto.

Llegamos a casa lo supuse, porque se detuvo.

Me bajé y esperé que el abriera la puerta, escuchaba a mis perros como se movían, sin emitir ladridos.

Pasé directo a mi dormitorio, y me tendí en el suelo con ellos.

Lloré y lloré, de pena, de rabia y de impotencia.

De verlo así, tan correcto y bondadoso como siempre. Sin ninguna mirada de reproche hacia mi.

Después recordaba a la ebria de Ivonne con su escándalo y me subía una cólera, por culpa de ella era todo ésto. Mala mujer, enferma y depravada.

Muéstrame una luz Señor.... ayúdame.

No quiero que él esté ahí encerrado por mí culpa.

Que hago?

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