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Cuando crecí, lo estuve muy agradecida a los señores Davis, con apenas 18 pude independizarme, me enfoqué en buscar trabajos por mi propia cuenta, ya no quería ser una carga para ellos, puedes formar parte de la institución hasta que logres emprender, y trabajar en la corporación, sin embargo no quería hacerlo, quería ver cuanto podía soportar por mi cuenta, pero eso no duro mucho cuando dos años después con las deudas a tope, la Señora Alisson Carloni vino por mí, dijo que necesitaba mi ayuda, que creía en mi potencial, y que tenia el trabajo perfecto para mi…

Ser la secretaria de su hijo…

Alexander Davis, el chico que había conocido cuando llegue a la corporación, que al principio se me hizo algo fastidioso, pero después entable una amistad con él, jugábamos todo el tiempo, hacíamos travesuras juntos, éramos unos locos niños de 9 años ejecutando las más grandes locuras. Sin embargo, cuando ya llegamos a la adolescencia nos separamos, cada uno hizo su camino.

El se fue a estudiar al exterior y no regreso hasta cuando cumplió 22 años, cuando yo ya estaba próxima a irme de la corporación, y ni siquiera me recordaba, ya no era el mismo niño, con el que solíamos jugar horas y horas, ahora era un hombre enfocado en mujeres y negocios.

Su madre insistió mucho, estaba tan inundada en deudas, que cuando me dijo el monto, apenas lo analicé, acepté en un vaivén.

Pero había una condición, y esta era: Ser lo menos visible para él y no enamorarme…

Fácil, pensé en ese momento. Pero ahora, ahora es diferente.

Y fue así como me convertí en la secretaria de mi crush de la infancia.

Logre salir adelante, y ahora estaba a un paso de graduarme, gracias a mi jefe: Alexander Davis.

Suspire recordando a ese empresario irritable. Egocéntrico, frío, demandante, déspota, y un sinfín de sinónimos negativos que se encargarían de describirlo a la perfección; sin embargo, me trague mis palabras, él puede ser malvado el resto de mujeres, pero conmigo se podría decir que hasta me respeta, incluso cuando hace bromas sobre mi ropa y mi… virginidad.

El al principio actuaba todo malvado, pero aun así me acogió con el tiempo, e incluso me enseño como ser su secretaria, aprendí, por supuesto, pude lidiar con su agenda y salvarle el pellejo cuando estaba en aprietos. Le soy leal, cuando se trata de el mi boca es una tumba, y eso es algo que le agrada en sobremanera, por eso me trata bien, y yo no podría estar más que agradecida con él, Es un hombre difícil de tratar, pero amable, aunque gran parte del tiempo, me saque de mis casillas.

Si existe algo de lo que pudiera hablar por horas, si existe y eso es: La belleza de mi jefe. ¡Santo Dios! Y que belleza, Es un hombre lleno de cualidades que jamás se voltearía a mirar a una mujer como yo.

Cabello castaño, ojos grises con una tonalidad profunda que te incentivan a continuar mirándolo sin parar, su rostro es perfecto, perfilado, sin contar con su cuerpo, sus hombros anchos, su abdomen marcado que en ocasiones he tenido la dicha de observar, todo eso seria capaz de hacer que una mujer caiga rendida a sus pies, y yo no lo niego, de nada serviría que lo hiciera, puedo decirlo muchas veces he fantaseado en ser sometida por él, pero solo quedaban ahí: en fantasías.

Por mas que me derritiera Alexander Davis, él no me vería de esa formar, y además su temperamento posesivo, dominante, machista y burlón, no podría lidiarlo en una relación, y… ¡Dios me libre de aquello!