Grigori Petrovic se encontraba cara a cara con su rival, aquel a quien deseaba derribar en el mundo del crimen organizado. Vincent intentaba desentrañar en su mente si el encuentro era simplemente una coincidencia o si había algo más detrás de todo esto.
—Petrovic, es una sorpresa verte por aquí —comentó Vincent con semblante serio.
—Estoy expandiendo mis negocios hacia nuevos horizontes, y qué mejor lugar que Nueva York —respondió Petrovic con una sonrisa.
La respuesta de Petrovic hizo que Vincent se pusiera en alerta. En ese momento consideró la posibilidad de que hubiera algo más que una simple casualidad en todo esto.
—Me complace saber que estás expandiéndote —respondió el mafioso con calma, clavando una mirada fría y desafiante en Petrovic.
Petrovic se dirigió a Marsella, tomó su mano y le dio un beso, lo que provocó un estallido de furia en Vincent al presenciar ese gesto.
—Disculpe, señorita —dijo Petrovic, refiriéndose a Marsella—. Tú debes ser Marsella Marotti, la primogénita de Marco.
—Sí, un placer, señor Petrovic —respondió Marsella con una sonrisa.
—Solo quería saludarte, Vincent, y hacerte saber que estoy por estos lados. Si necesitas algo, no dudes en contactarme —comentó Petrovic con tranquilidad.
El mafioso era consciente de que aquello no se trataba de una invitación amistosa, sino de una amenaza directa, y lo comprendió perfectamente. Vincent conocía bien a Petrovic, sabía que era un hombre que no retrocedía ante los desafíos, incluso cuando las probabilidades de éxito estaban en su contra.
—No nos quedaremos mucho tiempo, mañana regresaremos a Rusia. Será en otra ocasión entonces —respondió el mafioso, tratando de seguir el juego de la conversación.
—Ha sido un placer encontrarte, viejo amigo. Nos volveremos a ver —se despidió Petrovic con una sonrisa y salió del restaurante con tranquilidad.
Vincent observó a Petrovic hasta que desapareció entre las calles.
—Aún pareces incómodo de ver a tu amigo —comentó Marsella, limpiándose la boca.
Vincent sentía una fuerte necesidad de contarle a Marsella quién era realmente, en qué mundo se encontraba y quién era Petrovic, pero no podía hacerlo. Debía mantener su fachada.
—No digas eso... —expresó Vincent con una sonrisa forzada, intentando ocultar sus verdaderas emociones—. Solo estoy sorprendido de verlo. Tenemos muchas historias juntos —concluyó el mafioso.
—Es bonito que sientas celos de que otro hombre me toque —comentó Marsella, cambiando de tema.
Vincent frunció el ceño ante el comentario de Marsella, pero una pequeña sonrisa se escapó de sus labios.
—Supongo que tendré que ser más discreto —comentó el mafioso.
Marsella sintió cómo sus mejillas se ruborizaban ante el comentario de Vincent, confirmando las sensaciones que él despertaba en ella.
—Amé a Kozlov, pero él nunca logró hacerme sentir como tú, grandulón.
Vincent sonrió y, por un momento, olvidó la presencia de Petrovic en el restaurante. Se acercó hacia el lado de Marsella, sus ojos brillaban mientras la admiraba, y fijó su mirada en los ojos de ella.
—Ninguna mujer en este mundo me hace sentir como tú —dijo el mafioso mientras tomaba suavemente los labios de Marsella y la besaba con ternura.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Marsella a través del beso, y Vincent compartió la misma expresión. Tomó la mano de Marsella y le dijo que debían ir a inspeccionar el terreno donde se llevaría a cabo la construcción. Vincent llamó a la camarera y, sin decir nada, dejó una generosa propina antes de salir del restaurante. Al salir, Vincent escudriñó su entorno como si estuviera buscando algo en particular y se acercó a sus escoltas para decirles algo al oído.
—¿Estás seguro de que todo está bien? —preguntó Marsella—. Te estás comportando de manera extraña.
—Para nada —respondió el mafioso—. Solo me aseguro de que la seguridad esté en orden. —Vincent abrió la puerta del vehículo en el que se encontraban.
—El FBI debería contratarte, serías un excelente agente —comentó Marsella en tono burlón, riendo y subiendo al auto.
Vincent negó con la cabeza, riendo ante el comentario de Marsella, y antes de subirse al volante, volvió a escanear con la mirada cualquier rastro sospechoso.
Mientras se dirigían a Manhattan, donde se llevaría a cabo la construcción de los edificios V.C., Vincent y Marsella discutían sobre el proyecto y debatían cómo mejorarlo. En un momento dado, un silencio llenó el automóvil, y Marsella posó su mano en la entrepierna del mafioso, tratando de mantener una expresión seria mientras miraba hacia adelante. Después de unos segundos, Marsella notó cómo la entrepierna de Vincent comenzaba a endurecerse.
—Marsella... —comentó el mafioso con tono burlón.
Marsella dejó escapar la risa contenida, siendo consciente del efecto que tenía sobre Vincent.
—Está bien, está bien. Seré educada. —respondió Marsella con una sonrisa.
Vincent estacionó en un semáforo y se inclinó hacia Marsella, oliendo su cuello. Marsella se estremeció al sentir la imponente presencia del mafioso en ese espacio reducido. Luego, Vincent llevó sus labios al cuello de Marsella, arrancándole un gemido, y susurró al oído mientras su mano se posaba en su entrepierna.
—Cuando llegue el momento, no te arrepentirás de lo que te espera, Marsella. —dijo con voz profunda y seductora.
Marsella se estremeció ante la advertencia de Vincent, cuya respiración acelerada reflejaba la intensidad del momento. Con una sonrisa en el rostro, Vincent se reincorporó al volante y puso en marcha el coche. Sin embargo, antes de que pudieran continuar, Marsella dejó escapar un grito desgarrador.
—¡Cuidado, Vincent...!
De repente, todo se volvió oscuro. Un camión impactó violentamente el vehículo, haciendo que diera varias vueltas hasta finalmente chocar contra la esquina de un edificio y quedar inmóvil.
Aunque dolorido, Vincent permanecía consciente. Sentía un intenso dolor en el costado izquierdo y en el brazo. Con dificultad, desplegó las bolsas de aire y murmuró el nombre de Marsella. Con esfuerzo, logró liberar las bolsas y encontró a Marsella inconsciente, con una herida sangrante en la cabeza. El mafioso comenzó a sentir desesperación y gritó pidiendo ayuda, mientras sus escoltas acudieron rápidamente y lo sacaron del vehículo. Vincent ordenó que se ocuparan de Marsella de inmediato.
—Está inconsciente, pero tiene pulso. Ha perdido mucha sangre —informó uno de los escoltas.
Aunque el dolor seguía presente, Vincent olvidó por un momento su propio malestar. Levantó a Marsella en brazos y ordenó a su escolta que preparara uno de los vehículos para dirigirse al hospital más cercano.
El escolta obedeció y se dirigieron rápidamente hacia el centro médico. Vincent, con Marsella en sus brazos, pateó la puerta de la sala de emergencias, causando un sobresalto entre los presentes por su actitud agresiva. Depositaron a Marsella en una camilla y de inmediato varios médicos se acercaron.
El mafioso respiraba con dificultad, y uno de los médicos notó que Vincent mostraba signos de dolor.
—¿Se encuentra bien? —preguntó el médico acercándose.
—Estoy bien —respondió Vincent, aunque se quejaba por el dolor.
—Permítame revisarlo, señor —insistió el médico, pero Vincent se negaba.
El médico tocó el costado del mafioso y vio cómo su rostro se contorsionaba de dolor.
—Señor, debemos atenderlo. Podría tener una costilla rota y, si se mueve demasiado, podría perforar un órgano vital —advirtió el médico.
—No me importa. ¿Cómo está la chica? —preguntó Vincent con angustia.
—Aún la están evaluando, pero usted necesita atención médica —respondió el médico, llamando a otros profesionales para atender al mafioso.
A regañadientes, Vincent se acostó en la camilla, cediendo ante la insistencia de los médicos. Sin embargo, no dejaba de escuchar las conversaciones sobre Marsella.
—Las pupilas de la chica no reaccionan, parece haber un sangrado interno. Necesitará cirugía. Preparémosla de inmediato.
Vincent, desesperado por llegar hasta Marsella, forcejeó para ponerse de pie, pero los médicos se lo impidieron, sujetándolo firmemente. Sin embargo, el mafioso no se rindió y continuó luchando, empujando a los médicos que se interponían en su camino. La tensión aumentaba hasta que un médico, en un acto desesperado, rápidamente introdujo una aguja en el hombro de Vincent, administrándole un sedante que lo hizo desvanecerse. La inconsciencia finalmente les permitió a los médicos tomar control de la situación y atender tanto a Vincent como a Marsella.
—J. Reyes.
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Comments
Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ♥️
Ese Petrovich es muy inteligente
2023-06-25
1
Gene
OMGG Todo eso fue a propósito 😭🥺
2023-06-01
1