Por algo me gustas.

...Adalet....

Salí de esa fiesta muy enojada, mi hermano si sabe cómo ponerme de mal humor. Se me olvidó que no traje mi auto, ¿y ahora como salgo de aquí? Tenía que tomar un taxi.

— ¿Te llevó? — William habló detrás de mí.

— ¿Sabes a dónde quiero ir?

— No. No lo sé. Pero igual te llevó.

— Muy bien. ¿Cuál es tu auto? — El señaló un Lamborghini de color negro. — Tienes buen gusto.

— Claro. Por algo me gustas.

— Si vuelves a mencionar el tema no me iré contigo.

— Está bien. No digo nada. — Me abrió la puerta y yo subí. — ¿A dónde te llevó?

— Quiero patinar.

— Muy bien. — En el camino yo tenía mucha curiosidad, y no me abstuve de preguntar.

— ¿Eres amigo de Fabiola?

— Si.

— ¿Desde cuándo y por qué?

— No tengo interés romántico en ella. Si es lo que te preocupa.

— No me preocupa. ¿Por qué me preocuparía?

— Tal vez te gustó.

— No me gustas.

— ¿Y por qué estás preguntando?

— Soy curiosa.

— Deja de serlo.

— Te invito a cenar si me dices.

— ¿Esa es tu forma de invitarme a una cita?

— No será una cita. Será una cena.

— Está bien, pero primero iremos a la cena. Y despues te contaré lo que quieres saber.

— No me parece justo.

— ¿No aceptas? — Esté tipo es muy...

— Si. Si aceptó. Pero no debes omitir detalles.

— De acuerdo.

William me llevó a un restaurante francés, no puse quejas por el lugar, amo la comida y los postres franceses.

— Bueno ahora sí puedes contarme.

— Primero debemos ordenar la cena. — El miró el menú, yo también lo observé para ver qué delicias habían aquí. Ordenamos y luego el me contó cómo se conoció con Fabi, que es médico de su abuelo y se tomaron cariño. Aclaró de todas las formas posibles que sólo la ve cómo una amiga.

La cena me pareció muy agradable, pasar tiempo con William es algo que disfrutó, me gusta su forma de tratarme, de hablarme, y de sonreírme.

— Okay, te agradezco la información, ahora que ya terminamos me iré. — No debo pasar mucho tiempo con el, es un peligro para mí.

— No he terminado de cenar. Y falta el postre. — William impidió que me pusiera de pie. Tuve que esperar a que el terminará, una vez que lo hizo pensé en marcharme, pero llegó el postre y no pude resistirme. Mientras el comía yo no le quitaba los ojos de encima, sus labios se veían apetitosos. Adalet controlarte. Me regañe por tener pensamientos que no debo. ¿Cómo puedo querer besarlo?

— Ady.

— ¿Qué?

— ¿Te gustan mis labios.? — Gracias por ser tan obvia Adalet, ahora el se dió cuenta.

— No.

— ¿Y por qué no dejas de verlos?

— Yo... Pues yo los veo por qué tengo ojos.

— Tus ojos me dicen que deseas probar mis labios.

— Claro qué no.

— Yo no me opongo a que lo hagas. — Acercó un poco su rostro.

— Si no quieres una bofetada en tu rostro es mejor que te apartes. — El con una sonrisita se alejó.

— Yo sé que te gustó. ¿Por qué no aceptas salir conmigo?

— Los gustos duran poco.

— ¿Y si hago que te enamores de mi?

— ¿Por qué querría amar a alguien que no me ama? — Dije con una sonrisa burlona, mientras tomaba un poco de café.

— ¿Cómo sabes que no te amo? — Eso que dijo casi me hace escupir el café, me lo tomé pero empecé a toser. William me dió pequeños golpes en la espalda.

— Eres un tonto. ¿Cómo se te ocurre decir algo tan ridículo?

— ¿Te incomodó?

— Si. Y mucho.

— Lo siento.

— Sólo no vuelvas a decir ese tipo de tonterías. Y por cierto ya me voy.

— Espera. Deja que te llevé a tu casa

— No es necesario.

— Ady. — El le impidió irme.

— Está bien. Llévame.

El me dejó en la puerta de mi casa, le agradecí por traerme y luego bajé del auto. El también se bajó, y antes de que yo entrará el me robó un beso. Yo intenté alejarlo, pero la sensación de sus labios me gustó tanto que unos segundos después correspondío su beso.

— ¿Cómo te atreviste? — Pregunté fingiendo que estaba molesta.

— Por qué soy valiente. Gracias por no pegarme.

— ¿Cómo sabes que no lo haré?

— Tu mano está inmóvil. — La obseve y parecía congelada. — Hasta aquí llegué, no te quiero volver a ver. — Entré a mi casa haciendo una rabieta, cerré la puerta y ví que el aún seguia ahí, con una sonrisa muy alegre. Eso me hizo querer ir a pegarle. Pero me contuve por qué si me vuelve a besar, seguro volveré a ceder antes sus labios.

Me fui a dormir, y en mis sueños apareció ese idiota de William, ya ni dormir tranquila me deja. Tuve que levantarme a caminar para cansar mi cuerpo y que me diera sueño, bajé al jardín y me encontré a mi hermano y Violeta peleando.

— ¿Sabes lo difícil que fue soportar los comentarios de tu hermana? — ¿Los míos? Supongo que no le gustaron mucho.

— ¿Qué más te da lo que diga Adalet? Ella sólo quiere molestar.

— No me hubiera importado tanto, si no hubiera notado como mirabas a esa tipa.

— No se de qué hablas.

— Nunca me has visto cómo a ella. Nunca te he visto tan celoso por mi. Tú todavía la amas.

— Claro que no. Ella es mi pasado. Tú eres mi presente, y quiero que seas mi futuro. Por algo te pedí que nos casemos.

— ¿De verdad me amas?

— Claro que te amo. — No puedo creer lo mentiroso que es mi hermano. Y si ella le cree estaría pecando de ingenua. — Por favor no sigamos peleando. Tú eres mi única mujer, quiero pasar mi vida contigo. — Violeta no va creer en eso.

— Lo siento, es que mis celos me ganaron.

¿Enserio? ¿Y así se supone que voy a creer en el amor? Los hombres son unos mentirosos. Y las mujeres que les creen unas estúpidas.

— Ya lo aclaramos. — El la abrazó. — No dudes de mi, yo sólo te quiero a ti. — Hombres hijos de su... Tranquila Adalet, recuerda que tú y ese idiota comparten a la misma madre. Nunca me voy a enamorar. Decidido. Borraré esa palabra de mi diccionario para siempre.

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