Primer sangrado

Rouse

Siento una luz clara pegada a mis ojos, intento parpadear un poco… ¿Dónde estoy? Siento algo en mi frente y me toco, es una pañuelo con agua… ¿Acaso tengo fiebre?

Miro a mi alrededor pero no conozco nada, no tengo ni idea de dónde estoy, pero parece algo como una casa construida de paja, o algo parecido. Noto que alguien está entrando en mi pequeña cabaña, me pongo tensa y me voy hacia atrás.

-Oh, jovencita, ya te has despertado, que bueno-, me dice una anciana que parece una indigente. -Anoche tuviste mucha fiebre ¿Hoy te sientes mejor?- me pregunta.

-Sí, gracias-, empiezo por responder. -¿Quién es usted?- le pregunto frunciendo el ceño.

-Puedes decirme Mila-, intenta sonreírme, en su forma de hablarme noto que le hacen falta algunos dientes.

-¿Cómo llegué aquí?- le pregunto, ya no me siento tan tensa.

-Estaba buscando comida afuera de los restaurantes cuando al final de las calles te vi en el suelo, empezaste a delirar y tenías mucha fiebre, llamabas a un “Cristian” y poco a poco logré traerte aquí, intenté con algunas plantas bajarte la fiebre y no sabía si despertarías, ¡Me diste un gran susto, jovencita!-, pero al final me sonríe.

-Traje comida-, me dice. -Es pan con fiambre, me lo dieron en un restaurante cerca de aquí- y me lo reparte en dos partes, me entrega una.

-Gracias-, le digo, pero sinceramente no tengo absolutamente nada de hambre.

-¿Y tú no tienes a nadie? ¿Algún mamá o papá para contactar?- me mira.

-No, soy huérfana desde niña y me crié en un orfanato-, es todo lo que digo.

-Bueno, ¿Quieres regresar a tu casa, o como se diga?-, me pregunta.

Y yo empiezo a recordar toda la noche anterior, a Cristian con aquella rubia, ella tomándole la mano y mirándole desde abajo, Cristian colgando mi llamada y siguiendo con la rubia…

-No, por ahora no quiero regresar… ¿Puedo quedarme unos días con usted?- le pregunto con mis ojos húmedos.

-Sí, jovencita, cuando te recuperes buscaremos más comida, mientras tanto yo voy a dormir un rato-, se acuesta allí en el suelo, yo me voy gateando para salir de la pequeña choza y mirar a mi alrededor.

Me sorprende ver que parece ser un refugio, miro a personas que se nota que no son de este país, y la anciana y yo estamos en una pequeña choza hecha de tierra y paja, es muy pequeña pero supongo que eso nos protege de la lluvia y el sol y es lo importante.

Vuelvo a entrar en la pequeña choza y también decido volver a dormir, estar sin mis medicinas me hace sentir tan casada, aunque… quizás si dejo de tomarlas me moriré más rápido y terminaré con este tormento.

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Ya es de noche y Mila me dijo que es hora de buscar comida, así que salimos en la oscuridad, ella empezó buscar en los contenedores de basura pero yo recordé traer mi billetera, así que no tuve necesidad de todo eso, tenía el salario de todo un mes en mi tarjeta, así que voy a comprar una pizza de peperoni y un par de coca colas para ambas.

Pero al salir del restaurante veo a varios autos estacionarse una detrás del otro. Yo decido esconderme en la oscuridad con la comida por si acaso, y ¡Para mi sorpresa es Cristian! Al parecer alguien lo había llamado y él vino a ver, y luego veo que sacan el móvil que yo arrojé a la basura...

-¡Quiero que busquen en toda la zona! ¡Ella quizás esté cerca!- le ordena a todos esos guardias.

Yo decido dar la vuelta y buscar a Mila para ir a escondernos, gracias a Dios la encuentro y corremos hacia nuestro refugio, nos tomo un poco de tiempo pero lo logramos, y tampoco nadie nos siguió. Cuando entramos a nuestra choza, ella me pregunta:

-¿Cómo conseguiste eso?- y sus ojos casi salían de sus órbitas.

-Conocía al dueño- y sé que es una mentira pero no quería decirle a una indigente que tengo dinero.

-Pues buen provecho, jovencita-, y sonríe muy alegre, yo supongo que esto es un banquete para ella. Me enternece un poco el corazón.

-Mila, ¿Qué pasó con tu familia?- aprovecho para preguntar.

-Era madre soltera y mis hijos murieron al nacer, los doctores me dijeron que lo superaría pero nunca lo hice, caí en depresión y aquí estoy-, se encoge de hombros. -Algunos le dicen demencia- y se ríe como una niña.

Yo no puedo evitar reírme con ella, hasta que su expresión cambia y se asusta.

-¡Jovencita! ¡Estás sangrando!-, me dice alarmada.

-¿Qué?- Le pregunto confundida, hasta que pongo mis manos en mi nariz y las veo: sangre.

-Jovencita ¿¡Qué hago!?- se alarma con cada segundo. Yo debía mantener la calma, ya sabía que esto podía pasar.

-¿Tienes alguna tela por ahí?- y para mi sorpresa, Mila tiene una camisa vieja que ella usa como su abrigo cerca, así que me lo pasa. -Mila, ese es tu abrigo, no puedo mancharlo de sangre-, le digo.

-Eso no importa, jovencita estás sangrando, luego busco otro-, y cuando dice eso, me enternece mucho más el corazón.

Decido tomar el abrigo que me facilitó y lo pongo en mi nariz haciendo presión en mis vasos sanguíneos nasales para detener la hemorragia, y luego de unos 15 minutos ya no necesité más el abrigo.

Mila terminó de comer la pizza y yo también, esa noche sí tenía hambre y también tomamos coca cola, Mila quedó tan llena que no aguantó y se fue a dormir, y yo salí un momento hacia el refugio a ver las estrellas.

Me recosté en el suelo y empecé a pensar en todo lo que había sido mi vida hasta ese momento, en todo lo que había pasado hasta ahora, todas las veces que me dije a mi misma que podía sola pero, en verdad ¿Puedo sola? No, no puedo sola, y por fin encontré algo que por una vez me hizo sentir viva: Cristian.

Sin importar la rabia que tenga y la tristeza, realmente me enamoré de él, pero ¿Debería volver y hacer las cosas diferentes?

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