capitulo 7

En la mañana, llegaron al castillo y el padre de Darío salió a recibirlos.

- ¿Qué significa esto? -dijo señalando a Lucía.

-Ella, padre, es mi pareja. La encontré.

-Eso no puede ser.

-Claro que puede, y lo será. Lucía es mía -dijo Darío tomando a Lucía por la cintura y atrayéndola junto a él.

-Necesitamos hablar en el despacho.

-Por supuesto, padre -se dirigió al despacho, pero Darío besó a Lucía y ordenó que la llevaran a su cuarto.

Al entrar al despacho, vio el enojo en la cara de su padre.

-¿Cómo te atreves a tomarla como tu pareja?

-Lo siento, padre. Tú sabes que eso no lo eliges, solo lo encuentras, y yo la encontré. Deberías estar agradecido.

-Yo agradecido de ver a mi heredero exhibirse así con una loba.

-Si esa lobita, como tú la llamas, es un híbrido y además es la gran bruja, no tenemos que someterla u obligarla a estar aquí además no tendrá que ser la esclava de los lobos .

El padre de Darío no daba crédito a lo que escuchaba. Por primera vez en muchos años, la gran bruja pisaba sus tierras sin ser una esclava.

-Hijo mío, tienes razón. No puedo estar más feliz, pero la leyenda dice que ella elige el camino que quiere y también tiene un mate. Ese vínculo es más fuerte.

-No te preocupes, su mate aceptó el rechazo y, si me disculpas, me tengo que retirar. Tengo asuntos pendientes -dijo esto retirándose con una sonrisa pícara en los labios.

Lucía:

Ella estaba triste, se sentía muy sola, y Kore no le hablaba. No sentía su conexión. Esperaba que no estuviera muy dañada por lo del rechazo al alfa.

De repente, se escuchó la puerta abrir, y era Darío.

Darío se acercó a ella, tomando su cintura, y la besó tan apasionado que la dejo sin aliento. Luego le dijo al oído:

-Seguimos con lo del otro día.

A Lucía se le tiñeron las mejillas por las palabras de Darío. Al verla así, se le hizo muy tierna e inocente. La volvió a besar y la recostó en la cama.

Lucía estaba nerviosa y solo habló casi en un susurro:

-Por favor, solo ten cuidado.

Darío la observó y le dijo al oído:

-No te preocupes, nunca te lastimaré.

Después de esas palabras, empezó besando su cuello, bajando lentamente hasta su pecho, y mordió delicadamente cada uno de sus pezones, haciendo que ella soltara unos gemidos que solo provocarían que su pantalón se apretara más en la entrepierna.

Después de devorarlos bajo por su abdomen pero una mano seguía jugando con sus pechos, apretando cada uno, haciendo que ella deseara más placer. Dejando besos por su abdomen, bajo su pantalón, sus besos siguieron sus piernas y al abrirlas, introdujo su lengua en el interior de Lucía. Ella solo apretaba la cobija, sentía como su cuerpo pedía más. Ella estaba loca por cada beso, caricia, sentir su lengua y ver ese cuerpo del hombre que la hacía temblar. Darío se alejó un poco para poder quitar la ropa que estorbaba y al bajar su boxer, empezó a jugar en la entrada de Lucía, haciendo círculos y lo colocaba en la entrada. Necesitaba que ella estuviera lista.

Lucía sentía como jugaba en su entrada y se estaba volviendo loca hasta que salió un susurro de sus labios. Fue algo muy poco entendible.

-Poorr ........mmmmm....mas.

Eso era lo que necesitaba Darío para empezar. Se colocó y se fue adentrando poco a poco. Cuando sintió como la rompió y sabía que podía doler, trató de no moverse, pero no dejaba de besarla. Cuando observó que Lucía ya no sentía tanto dolor, de una sola estocada se adentró. Escucharla gemir lo hizo mover su cadera y empezar a gozar. El cuarto se llenó de olor a 53x0 y Lucía no dejaba de gemir mientras Darío entraba y salía. Iban a llegar al clímax, fue cuando él estaba llenando la y la marcó. Ella no sintió dolor por la marca, estaba más concentrada en gozar que no sintió. Cayó rendida.

Darío la cargó hasta la tina y se metió junto a ella. Sentir como lavaba cada parte de su cuerpo le gustó y quiso hacer lo mismo, pero al primer toque de ella en el cuerpo de Darío, lo volvió a encender. Ahora era ella la que recorrió el cuerpo de él con una esponja. Darío la observó y le dijo:

-Todavía te falta una parte.

Ella solo se ruborizaba. Así siguieron hasta la hora de la cena.

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