TOBÍAS
En los libros, se retratan a los Iskies como cadaveres poseídos por espectros que pueden jugar con la mente de sus victimas y crear ilusiones para afectar los sentidos cognitivos. Una vez vi una imagen en un libro.
Era un ser calaverico, envuelto en su mayoría por una especie de humo oscuro en toda su superficie corporal. Había una teoría que se decía que los Iskies no eran más que las almas corruptas de los antepasados que murieron de forma tormentosa y que no habían logrado encontrar la paz. Era algo fantasioso, pero ya de por sí toda esta situación era bastante irreal.
Me imagino lo chocante que debió ser para muchos la existencia de estos espectros en el pasado.
Sin embargo, nada de lo que había visto en los libros, me prepararía para lo que estoy a punto de vivir.
—¡Tenku! —grité con todas mis fuerzas mientras justamente en frente de mi, mi mejor amigo era desgarrado por una de esas cosas. Era una enorme criatura con forma de perro, cuyo cuerpo estaba envuelto por humo oscuro y sus ojos eran tan rojos como la luna que en ese momento se encontraba en la cima del cielo nocturno, entre las nubes grisáceas.
Sus enormes y puntiagudos dientes no dejaban de destrozar a mi amigo mientras este gritaba, suplicaba y lloraba por una misericordia que nunca le llegaría. La sangre salpicaba por todas partes como lluvia y los intestinos volaban y eran devorados por las fauces del Iskie.
Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras corría, intentando socorrer a mi amigo cuyos gritos dejaron de sentirse cuando la criatura le arrancó la cabeza de una sola mordida. Un potente grito salió de lo más profundo de mi garganta a la vez que arremetía contra el Iskie y alzaba mi espada con una sola mano, ya que mi brazo izquierdo estaba dislocado.
El Iskie logró esquivar mi patético ataque con un salto. Ni siquiera fui capaz de rozarlo con mi arma.
Llegué a la posición donde se encontraba el cuerpo ya destrozado de mi mejor amigo. Sentí un enorme nudo en mi pecho al ver su cabeza arrancada, con sus ojos abiertos en una eterna mueca de terror. Ya era demasiado tarde para él. Ya no podía ser salvado.
Ese no era el único horror que veía. A mi alrededor, todo mi escuadrón era literalmente masacrado ante mis ojos sin que yo pudiera hacer nada. Nuestro líder, el sargento Miller, justo en ese instante sus intestinos eran devorados por uno de esos Iskies con forma de perro. Por el otro lado, otros dos Iskies se peleaban y jalaban entre ellos el cadaver de otro compañero. Uno lo agarraba del cuello mientras el otro se peleaba por devorar su pierna, mientras mi compañero lloraba y suplicaba.
Me impulsé dispuesto a intentar salvarlo pero ya era demasiado tarde. Los Iskies lo destrozaron por completo, literalmente lo separaron a la mitad. Todos sus órganos internos se derrocharon por todo el suelo fangoso.
Las náuseas no tardaron en subir por mi garganta. Todo mi cuerpo se había paralizado por el miedo. Lo más chocante de todo esto es que ni siquiera este tipo de Iskies eran tan fuertes. Según los libros, los más fuertes e inteligentes eran los Iskies con forma humana, los cuales podían jugar con las mentes de sus victimas.
¿Solo bastó una decena de Iskies caninos para acabar con nosotros? ¿Por qué está sucediendo algo así?
Sin duda alguna, la superficie era un lugar de violencia y terror.
«Ya no puedo más»
El miedo no tardó en dominarme y como todos los demás, empecé a correr lo más rápido que podía, sin un rumbo fijo en mente. Me encontraba en una especie de ciudad en ruinas, cuyos edificios altos eran cubiertos por todo tipo de vegetación y musgos. Estaba tan cegado por el miedo, que no me importó dejar atrás a mis compañeros siendo asesinados uno por uno.
Luego de todo eso, recuerdo que perdí parte de la memoria. Nunca pude recordar lo que sucedió después, era como un enorme espacio vacío en mis recuerdos. Pero ahora, ya estaba comenzando a recordar.
No supe cuánto tiempo estuve corriendo, pero en algún punto llegué a una zona debajo de uno de los edificios en ruina. Era como una especie de estacionamiento subterráneo lleno de autos oxidados. Pensé que tal vez podría ocultarme de esas cosas en un lugar oscuro, hasta que al menos amaneciera y lograra volver a la entrada subterránea para volver a Celestia.
Lo primordial era evitar por todos los medios que los Iskies descubrieran la entrada secreta a nuestra ciudad, por lo que siempre debía asegurarme de que fuera de día, ya que cuando el sol se encontraba en la cima, los Iskies no podían salir. O al menos los más débiles, que eran la gran mayoría.
Recuerdo que me escondí en un rincón del estacionamiento, entre una pared y un viejo auto con forma de escarabajo. Apagué la linterna en mi casco táctico, y simplemente esperé. Mi hombro izquierdo dolia como el demonio, y creo que hasta debía tener algunas costillas rotas. El simple acto de respirar era sumamente tortuoso.
Me senté en el suelo y me recosté en la pared polvorienta, intentando calmar los acelerados latidos de mi corazón. Al poco rato logré calmarme relativamente, pero los gritos de Tenku no dejaban de resonar en mi cabeza como ecos sin fin.
Cerré los ojos un rato para recuperar fuerzas, pero eso fue un grave error. Al bajar mi defensa mental, permití que esa cosa me encontrara.
—¿Estás cansado? —al escuchar su cantarina voz, mis ojos se abrieron nuevamente, pero me encontraba en un lugar muy diferente.
Lo primero que vi fue su rostro redondo, su cabello rojo como el atardecer cayendo por encima de su hombro hasta rozar mi rostro y sus ojos de un color amarillento tan hermoso como el ámbar.
No daba crédito a lo que veía, algo así no podía ser real. Pero la sensación de sus muslos suaves debajo de mi cabeza, definitivamente no podían ser un producto de mi mente.
—¿Nakksu? —dije incrédulo y de inmediato me incorporé, abandonando la incomodidad de sus suaves muslos.
Le di un vistazo a mi entorno y noté que me encontraba en su habitación. Aquel lugar que tantas veces había soñado compartir con ella. Nos encontrábamos sentados en el suelo, cerca de su cama. El pequeño hogar al otro lado de la habitación le proporcionaba cierta calidez al ambiente.
Me giré e incrédulo volví a mirarla, hace un momento estaba luchando por mi vida.
¿Por qué ahora me encontraba aquí?
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