9. Sangre de mi sangre

NAKKSU

Estaba tan enojada, que no pude controlar las acciones de mi cuerpo.

Cuando habló de esa manera, con tanto desprecio en su voz sobre madre, no pude controlarme.

Me levanté lo más rápido que pude y antes de que él pudiera leer mis acciones, mi puño impactó en su rostro con todas las fuerzas que logré reunir. Soy consciente de lo patético que fué mi golpe, después de todo apenas padre reaccionó. Pero sin que pudiera hacer algo al respecto, me devolvió el golpe y me pegó en el vientre con tanta fuerza, que me sacó todo el aire en los pulmones.

Mis rodillas se dejaron caer sin fuerza y tuve que envolver mi vientre con mis brazos mientras tosía y vomitaba saliva amarillenta. Cerré los ojos, esperando otro golpe que estaba segura de que llegaría. Pero en su lugar, solo un líquido cálido impactó sobre mi cuerpo.

El sonido de un alarido ahogado fué lo único que escuché y de inmediato volví a abrir los ojos y levanté la cabeza. Lo que vi, sin duda alguna definitivamente no me lo esperaba.

Mi hermano Tobías estaba de pie, justo enfrente de nuestro padre, con su mano derecha dentro de su pecho, como si se tratara de una simple lámina de papel. No daba créditos a lo que veía. Incluso hasta cerré los ojos varías veces, cerciorándome de que lo que veía no era una ilusión.

Literalmente, mi hermano había atravesado a nuestro padre y no era una broma. Quiero decir… una persona normal nunca podría atravesar a una persona solo con sus manos. Era algo imposible.

Sin embargo, eso no fue lo que más me impresionó. Los ojos de Tobías, por breves segundos, se habían vuelto totalmente negros. Su esclerotida y su pupila habían desaparecido en un mar extenso de negrura. Y no era una ilusión, estaba bastante segura de ello. Su expresión era férrea y gélida como el hielo, como si no le afectara en absoluto lo que había hecho. Además, una muy extraña aura lo envolvía por completo. Como si las mismísimas sombras lo protegieran, como si se tratara de un espectro oscuro o que se yo.

En esos breves segundos, en verdad temí por mi vida. Tenía mucho miedo, más del que había tenido realmente alguna vez por mi padre. Era un miedo mucho más atroz, ya que no era un miedo que se pudiera sentir hacia otra persona.

Era el tipo de miedo que un ser inferior sentía hacia un ser del que nunca podría defenderse o protegerse.

Afortunadamente, al cabo de un tiempo, sus ojos cambiaron y parecía haber vuelto a la normalidad. Él aura oscura desapareció, la oscuridad en sus orbes se disipó y luego de un parpadeo, su rostro se tornó confundido.

Parecía genuinamente desarmado. Intentó moverse pero eso solo provocó que su mano saliera de su pecho, sacando en el proceso el corazón aún latiente de padre. Al ver eso, las náuseas no tardaron en envolverme.

La sangre salpicó por todas partes y el cuerpo ahora muerto del líder de la familia, se dejó caer sin fuerzas ni vida. Contemplé como liberaba un último aliento mientras la vida desaparecía de sus ojos verdes.

—¿Qué… q-qué…? —escuché que Tobías habló y volví a mirarlo. Sus ojos confundidos cayeron sobre mi y al verme estoy segura de que algo se rompió en su interior. No estoy segura de cómo debía verme en este momento, pero indudablemente lo que vió en mi rostro debió lastimarlo mucho.

—Tobías… ¿Qué demonios hiciste… Tobías? —fué lo único que pude decir. Mi corazón latía con tanta fuerza dentro de mi pecho, que no pude evitar recordar lo recientemente sucedido. Mi cuerpo se encorvó hacia adelante y todos mis líquidos intestinales se derramaron por todo el suelo de la celda.

Mi cuerpo no dejaba de sentir espasmos mientras vomitaba, incluso cuando ya no había nada más que vomitar.

—Nakksu… —sus manos ensangrentadas intentaron tocarme pero por inercia me aparté de él rápidamente.

Como si fuera un resorte, mis piernas se irguieron y corrí hacia el otro lado de la celda, intentando alejarme lo más que podía de él.

Aún tenía restos de vomito por toda mi boca y mis extremidades no dejaban de temblar como varillas de madera. Hace mucho me habría desmayado, de no ser por la adrenalina que aún corría por mis venas. Todo mi cuerpo se encontraba en pie de combate, lista para defenderme si fuera necesario.

Sus ojos tristes me miraron con tanto dolor que no pude evitar sentirme mal. Sin embargo, no podía evitarlo. ¿Qué se suponía que debía hacer después de haber presenciado como mi hermano le sacaba literalmente el corazón a nuestro padre?

—Sabes que nunca te haría daño —refutó él poniéndose en pie lentamente con las manos alzadas en son de paz— Eres mi hermanita pequeña… lo más importante para mi…

—No estoy tan segura de ello —rebatí con voz temblorosa.

Su rostro, hasta ahora asustado, se tornó serio y algo dubitativo.

—Nunca te haría daño, Nakksu… —sin esperarlo, caminó hacía el cadaver de padre, rebuscó en uno de sus bolsillos y sacó lo que parecía ser una navaja plegable.

Estaba más que decidido, cuando él lado filoso de la navaja rozó su cuello dibujando una línea escarlata en la piel.

—Prefiero morir, antes que hacerte daño… —la decisión era más que notable en su rostro.

Antes de que se hiriera con más profundidad grité con todas mis fuerzas.

—¡No! —corrí hacia él como si mi vida dependiera de ello y de un manotazo le quité la navaja y la lancé hacia algún rincón de la celda.

Mis manos se envolvieron en su cuello para evitar que siguiera sangrando. Estaba tan asustada que no me había dado cuenta de lo cerca que me encontraba de él.

—Nakksu… —al pronunciar mi nombre, mis ojos se desplazaron por todo su rostro hasta llegar a sus ojos. Estábamos tan cerca que podíamos sentir la respiración del otro— Nunca te haré daño… —lágrimas comenzaron a caer de sus orbes esmeraldas— Yo… no fué mi intención… no quise… —sin poder evitarlo, mis brazos lo envolvieron con fuerza en un cálido abrazo. No sabía porque lo hacía, después de todo, se suponía que odiaba a mi hermano. Sin embargo, no podía evitarlo, después de todo era sangre de mi sangre.

El llanto lo dominaba por completo. Yo solo podía abrazarlo con todas mis fuerzas, como si con ese simple acto pudiese evitar que se alejara de mi.

En ese corto instante, mi mente intentó darle un sentido a todo lo recién ocurrido. El resultado, definitivamente no me gustó para nada.

La respuesta más obvia estaba presente ante mi y yo solo podía negarlo. No podía creer que algo así fuera verdad.

«¿Acaso Tobías… era el tan buscado Rey de los Iskies?»

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Ana Laura Ruiz Rivas

Ana Laura Ruiz Rivas

Muchacha, ¿es en serio? ¿Todavía tienes que preguntar?

2023-05-19

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